- La joven gasteiztarra Ain-tzane Rodríguez es una de esas personas que causan envidia y admiración a partes iguales, por su capacidad para administrar su tiempo. De hecho, con 21 años, se encuentra cursando el último curso de Bioquímica y Biología Molecular y, a su vez, afrontando la dificultad añadida que ha traído la pandemia a la labor promocional de su segunda incursión literaria: Fuego bajo las nubes. Una novela con mayor tinte de histórica que su anterior La casa de los artistas, pero que -fiel a su estilo- reinventa con ingenio y sutileza detalles del período histórico en el que basa la trama para, en este caso, hacer hincapié en la realidad que rodea a sus protagonistas: las pioneras del movimiento sufragista femenino en el Londres de principios del siglo XX, sometidas a una injusta ley de género que marca sus destinos.

¿Qué le ha llevado a insertar la leyenda oriental del hilo rojo del destino en una novela histórica sobre sufragistas londinenses?

-Esta leyenda cuenta que las personas que están destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible, que nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. Y yo la he convertido en una Ley, algo muy real, que rige la vida de los habitantes de Londres en 1910, con el objetivo de hacer hincapié en la situación que rodeaba a las mujeres de la época, muy distinta a la de los hombres. Una sociedad en la que el destino de cada persona está marcado y reglado por un hilo.

¿Algún ejemplo de las diferencias de género que menciona?

-Hay cientos. Desde el simple hecho de no poder votar o matricularse en la universidad, a no tener el poder de decisión en materia de divorcio. Si lo pedía el marido, igual se concedía, para ellas era algo prohibido. Practicar un deporte era visto como un acto político en sí. También hago hincapié en estas diferencias a través de los protagonistas principales, Olivie y Julien, son hermanos, hombre y mujer, pero su sexo les condiciona su devenir vital, y mientras ella reparte su tiempo entre la fábrica, el baile y las sufragistas, su hermano tiene que lidiar con la obligación de ir a la universidad pero querer dedicarse al arte. A ellos se suman Elisabeth y Nasha, dos sufragistas convencidas de la necesidad de luchar para defender sus derechos, que se conocen a raíz de un grupo de defensa feminista, que entrena Edith. Un personaje que existió en la vida real, aunque yo le he cambiado el apellido por el que ha pasado a la historia: Garrud.

¿Qué puede contar de ella?

-Su nombre completo era Edith Margaret Garrud y, pese a que no es muy conocida en la actualidad, fue una auténtica pionera, tanto por formar parte del movimiento sufragista que, a principios del siglo XX, surgió en Inglaterra para pedir el derecho al voto de las mujeres, como por ser la primera instructora femenina de artes marciales que hubo en Europa. Ella fue quien decidió dar clases de jiu jitsu a sus compañeras de partido para que aprendieran a defenderse en el caso de ser agredidas. El movimiento sufragista era ilegal, y la policía de aquel entonces no tenía muchos miramientos a la hora disolver aquellas manifestaciones de mujeres empleando métodos extremadamente violentos. Además, creó un cuerpo especial de mujeres-guardaespaldas para proteger a las líderes del movimiento. Ella fue muy real y también el Black Friday, la manifestación del que les surgió la necesidad de protegerse.

El derecho de voto femenino en Inglaterra, y con él la redefinición de la relación de las mujeres con la violencia política y doméstica, no llegó hasta 1928. ¿Cuándo ocurrió el Black Friday y qué supuso?

-Fue una manifestación sufragista en Londres, el 18 de noviembre de 1910, donde 300 mujeres marcharon al Parlamento como parte de su campaña para pedir el derecho de voto para la mujer. Fue bautizado así por la violencia ejercida contra las mujeres, incluso en algunos casos de carácter sexual, por la Policía Metropolitana y espectadores que se sumaron al ataque. El hecho en sí no tuvo un impacto muy grande en el conjunto de movilizaciones que se llevaron a cabo hasta lograr el derecho a voto femenino, pero sí supuso un antes y un después en cuanto a estrategia, ya que se pasó a acción directa (arrojar piedras, romper ventanas€) y a empezar a ser tenidas en cuenta en los medios de comunicación, que hasta entonces no las prestaban mucha atención.

Se ha documentado bien.

-He leído mucho sobre este período histórico que siempre me ha apasionado, pero del que me surgió la necesidad de escribir a raíz de ver la película Sufragistas, de Sarah Gavron. De hecho, la documentación es una de las cosas que más me gusta, cada vez que me pongo a abordar un proyecto literario y lo que, en este caso, me ha llevado cuatro años culminar, porque cada vez que daba con algún nuevo dato o hecho, en periódicos de la época o similar, necesitaba meterlo en la trama y ello ha supuesto continuos cambios hasta poner el punto final a la historia.

Pero su primera novela se lanzó en 2018. ¿Ya estaba entonces trabajando en ésta?

-(Risas). Sí, así es. Llevo dando vueltas con él desde 2016, y no le he puesto nombre, y ya, presionada por la editorial, hasta casi-casi entrar a imprenta hace unas semanas. Durante todo este tiempo ha figurado en mi ordenador como Proyecto Destino. Finalmente lo he titulado Fuego bajo las nubes, pero podría haberse llamado de cualquier otra forma.

Ahora que cita la editorial, seguir con Onyx habrá facilitado las cosas...

-En todos los sentidos, porque la puerta estaba ya abierta. La verdad que estoy encantada con ellos, tienen un catálogo aún pequeño y somos muy pocos autores y, de ahí, se deriva un trato exquisito hacia el autor.

Pero esta vez se ha topado con una pandemia€

-Todo está siendo virtual, sin posibilidad de presentaciones en librerías con la cercanía del lector, y no se llega a tanta gente. El libro está ya en formato físico en librerías y en la web de la editorial Onyx, así como en e-book en cualquier plataforma de venta digital.

En su anterior novela viajaba al Nueva York. Ahora a Londres. ¿En la próxima a...?

-Ufff€ proyectos en la cabeza tengo mil, pero nada concreto. Además, ahora, estando en el último año de mi carrera universitaria, lo cierto es que no dispongo del tiempo que me gustaría para escribir.

¿Le gustaría dedicarse a ello en exclusiva?

-Sería un sueño pero hoy y en este país, es irrealizable. No hay futuro en la literatura, ni en la cultura en general. Pero tengo mi otra gran pasión, a parte del teatro: la ciencia. Así que mi sueño perfecto sería lograr trabajar algún día en un laboratorio de investigación, y compaginarlo con la escritura de novelas.