- El bosque de robles que rodea al hotel-restaurante Arcos de Quejana, un imponente palacio del siglo XVII mandado edificar por el canciller Pedro López de Ayala para su hijo bastardo, en las inmediaciones del propio conjunto monumental que conforma el solar de los Ayala, ha recobrado este mes la tranquilidad tras el trasiego de pintores, botes de pintura y pinceles que lo han tenido inmerso, a lo largo de todo el verano, en una actividad tan inusual como frenética.

De hecho, no se había visto en una igual desde que en 2015, y con motivo de los 20 años del establecimiento, se dejó en manos de la artista Verónica Werckmeister (responsable del itinerario muralístico de Gasteiz) intervenir en 19 árboles del citado robledal, mediante tejidos naturales y llenos de color, cada uno de los cuales estaba dedicado a difundir y dar a conocer la labor de las principales ONG de Euskadi.

Aquello fue el comienzo del conocido como "bosque solidario", al que ahora se han sumado otros 25 robles, intervenidos por sendos pintores y pintoras de reconocido prestigio. No en vano, se trata de Iñaki García Ergüin, Jose Manuel Méndez, Martín Ballesteros, Richard, Teresa Ahedo, Juan Humaran, Justo Sanfelices, José Abel, Eduardo Alsasua, Pilar Álvarez, José Miguel Arranz, Leticia Gaspar, Jon Landa, Miren Manterola, Ramón Pérez, Teresa Lafragua, José Reyes Ramos, Fernando Ureta, Carmen Mateos, Porrilló, Guillermo Sedano, Leire Sainz de Aja, Jesús Susilla, Ana Schmidt y José María Pinto. Artistas, todos ellos, que suman en sus currículos más de 1.500 premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional, con presencia en museos y colecciones privadas de todo el mundo.

"Yo solo soy un soñador apasionado del arte que, viendo una película sobre Van Gogh, pensó que no estaría nada mal celebrar el 25 aniversario del hotel reuniendo a artistas de renombre que continuaran ampliando nuestro bosque solidario, de cara a recaudar fondos para 25 ONG", explica el promotor de la iniciativa y propietario del negocio hotelero, Ángel Sanmamed. Ahora las obras ya son una realidad. "Ha quedado realmente bonito, dejando aparte que se trata de algo único en el mundo y muy especial, pero las medallas hay que ponérselas a quienes se han encargado de coordinar todo; es decir, a mi mujer y a mi buen amigo y pintor de Artziniega, José María Pinto, que es el que ha logrado reunir a tamaño elenco de artistas", subraya.

Los agradecimientos no son baldíos, ya que los 25 artistas han trabajado de modo altruista. No obstante, verán reflejada su obra en un libro que tiene la intención de presentarse a finales del mes de octubre a los medios. "Lo estamos editando ahora y recogerá información referente tanto al propio bosque solidario como a cada uno de sus creadores", adelanta Sanmamed.

Pero el tema no queda ahí porque, a su vez, cada uno de los árboles representa, nuevamente, a una ONG, y de esta manera, se les va a dar más visibilidad y se van a crear sinergias hacia ellas a través de patrocinadores y particulares. "Ahí es donde entraré ya yo de lleno a aportar mi granito de arena, intentando recaudar fondos a favor de cada una de ellas. Luego ya, a partir de marzo, y si este condenado virus deja de amargarnos la existencia a todos, mi idea es organizar actividades de mayor formato en el hotel que hagan llegar el proyecto al gran público", sentencia Sanmamed.

Por lo que respecta a la intervención, cada artista ha tenido libertad absoluta para pintar el tronco del árbol que le ha correspondido, con el diseño, estilo y motivos que cada cual ha considerado. Eso sí, todos han tenido como limitaciones el no poder abarcar con su creación toda la circunferencia del árbol, ni que ésta alcanzase mayor altura de la que cada artista llegara de pie, "a fin de que la obra perdure el mayor tiempo posible", aclaran.

Asimismo, fieles al concepto de respeto al medio ambiente intrínseco a cualquier bosque, la intervención se ha llevado a cabo con materiales que no supusieran en ningún momento daño alguno para los árboles. Para ello, se pusieron en contacto con los responsables de la restauración llevada a cabo, en 2015 por la UPV, en el bosque pintado de Oma (la famosa obra de Agustín Ibarrola), y se decantaron por las mismas pinturas acrílicas empleadas por ellos. Asimismo, la técnica usada ha sido la de pintura directa sin imprimación, "aplicando un diseño no anular o dejando espacios intermedios, para que las células vivas del interior del tronco puedan respirar a través de la corteza", matizan.

El Bosque solidario no es el único reclamo artístico del hotel-restaurante Arcos de Quejana. De hecho, sus jardines albergan desde junio de 2011 un mural y una escultura de Xabier Santxotena, en memoria de las víctimas de Fukushima. El primero tiene 17,50 metros de largo por 2,10 de alto y está construido en cuatro cuerpos, sobre vigas de madera, que representan las fases del desastre que sobrevino al país asiático: civilización, progreso, naturaleza y caos. Por su parte, la escultura se denomina Flor de vida y representa una quinta y última fase. Se trata de una obra de acero corten de seis metros de altura, con manantiales de agua que se iluminan por la noche, y que simboliza la esperanza del pueblo japonés por reponerse de la catástrofe, gracias al poder regenerativo del agua, tan presente en los jardines de aquel país.