"Es una cuestión de sentimiento, de dignidad, de respeto a nuestra comunidad", Iñaki Josu Bazán muestra así su indignación desde Nueva York, donde reside a caballo con la ciudad de Lima. Él es uno de los descendientes del grupo de vascos que llegaron a Perú y en 1612 decidieron poner en marcha la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu, que agrupaba a los "hijos de la nación vascongada". La organización tenía el objetivo de atender las necesidades materiales y espirituales de sus compatriotas y no dependía de la Iglesia ni de las autoridades civiles.

Más de cuatro siglos después, los descendientes de algunas de las familias de esta hermandad, que residen en diferentes partes del mundo, en ciudades como Atlanta, Boston, Los Ángeles, Nueva York, San Francisco o Washington DC, se mantienen unidos en comunidad, "pese a los vaivenes históricos que hemos vivido en los países y ciudades donde nos hemos establecido".

Un espíritu de identidad y pertenencia que no ha desaparecido a pesar de los siglos transcurridos, y que, por el contrario, sigue más vigente que nunca. Iñaki Josu Bazán destaca la gran presencia vasca que ha habido en Lima desde que se fundó esta ciudad en 1535. Los fundadores de la hermandad vasca, que constituían el núcleo más fuerte de los comerciantes de la ciudad limeña, financiaban con las rentas de sus bienes los asilos, hospitales y el principal comedor popular, donde iba la gente más modesta que no tenía recursos. "Los vascos ya habíamos avanzado en temas sociales", remarca Bazán.

El punto de encuentro se encontraba en la Iglesia de San Francisco. Aquellos vascos decidieron adquirir a los franciscanos una capilla y una bóveda sepulcral, que se convirtieron en el corazón de esta comunidad, en su propiedad más querida. Allí, se realizaron enterramientos durante más de 200 años de los miembros de la hermandad y de muchos de sus descendientes.

"Un lugar de respeto, donde han sido enterrados nuestros antepasados durante más de dos siglos, que tuvieron una labor social y espiritual muy importante en este país y que ahora estamos viendo cómo está siendo utilizado como parte de un recorrido turístico", se queja Iñaki Josu Bazán, cuya familia impulsa numerosos proyectos para la hermandad vasca limeña.

La historia de esta capilla ha pasado por numerosos acontecimientos. En 1808 se dio la orden de clausurar y sellar los enterramientos de las iglesias. La Hermandad obedeció la orden y sellaron la bóveda. Desde entonces los vascos allí enterrados no pudieron ser ya visitados.

En la actualidad, la Iglesia y el Convento de San Francisco, joyas de la época colonial, construidos a finales del siglo XVI, reciben a numerosos turistas. Los Franciscanos han convertido también en una atracción turística las catacumbas que se encuentran bajo esta iglesia, "y en su afán por crear un circuito turístico han violentado la bóveda de la hermandad para convertirla en parte de dicha atracción turística. Es muy doloroso, una aberración hacia la historia de nuestros antepasados. Por poner un ejemplo, en la noche de Halloween había una visita turística por la iglesia, la biblioteca, con cena y visita a la bóveda sepulcral donde están nuestros ancestros vascos", se quejan desde la hermandad, que ya ha comenzado las acciones para terminar con lo que considera una profanación.

En una carta escrita por la Hermandad se pide "paz para nuestros muertos. Cuando se firma el acuerdo entre la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima y los franciscanos, por el que la primera adquieren la capilla de la Encarnación de Nuestra Señora y Anunciación de Nuestro Señor y una cripta en la iglesia de San Francisco, se firmó algo que va mucho más allá de un contrato mercantil. Se creó, mediante un pacto entre dos partes que se reconocían mutuamente como con capacidad para pactar, un lugar para el descanso de los miembros de la Hermandad y de los vascongados que falleciesen en Lima".

Además de pedir a las autoridades de Lima y a los franciscanos que eliminen de la visita turística el sepulcro, "hemos mandado también una carta al lehendakari Iñigo Urkullu contando lo que está pasando y pidiéndole apoyo", explica.

limako arantzazu euzko etxea El espíritu de la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu sigue más vivo que nunca, a pesar de que durante este tiempo han tenido que atravesar numerosas dificultades, la mayor, en 1865, tras su nacionalización por parte del gobierno del coronel Prado. "Necesitaban recursos por lo que ordenaron que todas las cofradías pasasen al poder del Estado en usufructo a la beneficencia pública de Lima. Un grupo de familias decidimos no aceptar este decreto, a nivel moral, nos consideramos como los custodios de los fundadores".

En la actualidad, los descendientes de estas familias vascas se siguen reuniendo todos los años en Nueva York o en Lima. "Coincide además con una efeméride muy importante para nosotros, la visita a Perú del lehendakari Aguirre en su gira americana de 1942", explica emocionado Iñaki Josu Bazán. En 2012, desde esta hermandad nació Limako Arantzazu Euzko Etxea, impulsada y financiada por Julio Pablo Bazán, con el proyecto inicial de conmemorar los 400 años de la hermandad vasca. Le han seguido muchos otros proyectos, entre ellos la digitalización de los archivos de la organización que pasaron a la beneficencia. "En su tiempo hubo un saqueo masivo y hace poco empezaron a aparecer documentos a la venta en Londres, en Nueva York... Creamos un fondo para ir recuperándolos y decidimos hacer un proyecto de digitalización. En 2012 arrancó el proyecto en Lima".Ellos son los guardianes de la memoria, custodios del legado de aquellos vascos que hicieron historia en Perú y que impregnaron el mismo espíritu en sus descendientes.

en breve

Primera Hermandad vasca en América. Se organizó y se oficializó en Lima el 13 de febrero de 1612. Además de atender las necesidades sociales y espirituales de los vascos con sus propios bienes, adquirieron a los franciscanos una capilla, reservándose la cripta para el entierro de los miembros y sus descendientes. En 1865, el Gobierno peruano cerró y transfirió sus bienes a una beneficencia pública. Sin embargo, algunas familias vascas nunca dejaron de tener contacto entre ellas, a pesar de que vivían en diferentes partes del mundo, y mantienen el espíritu vivo de la Hermandad.

Profanación del sepulcro. Están indignados. Las autoridades peruanas y los franciscanos han incluido el sepulcro como parte de una atracción turística.