Vitoria - Están en plena celebración de sus 20 años y presentando nuevo disco, Lau. En ese contexto, Xabier Zeberio, Lorena Núñez, Francisco Herrero e Iván Carmona van a ofrecer el próximo viernes un concierto muy especial en el Principal contando con la presencia de innumerables amigos. Todavía quedan entradas a la venta por 18 y 15 euros.

En este recital se juntan muchas cosas especiales, para empezar su vuelta a un festival solidario como el Aitzina Folk.

-Es la segunda vez porque, de hecho, nuestro anterior disco, Garden, se presentó en el Aitzina en 2015. Repetir de la mano de Patxi Villén, su director, es algo que nos hace sentir agradecidos. Nos apetece mucho que sea en Gasteiz, en el Aitzina, en el Principal...

Van a contar con muchos invitados. ¿Está siendo mucha locura la preparación?

-Hace pocos días hicimos un macro-ensayo y la verdad es que fue sorprendentemente bien (risas). A nivel técnico es bastante locura y hay que llevar todo bien trabajado. Además, en este disco se ha metido algo de electrónica con Aitor Etxebarria, que le da a todo un toque diferente. De todas formas, en el concierto van a estar fundamentalmente los que son nuestros amigos. Oreka, Aukeran, Amaia Lizaran... son eso, amigos. Y en el caso de la experiencia con Etxebarria, está siendo todo un descubrimiento para el cuarteto. Lo que hace es muy sutil. Así que estamos disfrutando esta experiencia porque todo está saliendo como muy fácil.

Usted entró en Alos Quartet en 2006, es decir, se ha vivido 13 de los 20 años de un grupo raro...

-(Risas) Cada vez me parece que somos menos raros.

¿Qué recuerda de aquella época?

-Estaba estudiando en Musikene. Se habían quedado sin viola y me llamaron para un proyecto, para grabar con la Banda Municipal de Txistularis de Bilbao. Pensé: ¿dónde me he medito? (risas). También me implicó tocar de otra manera, es decir, no a la manera clásica, aunque tampoco toquemos como músicos de folk. Y otra característica de este grupo es que casi todo lo que hace es música propia. Al principio igual sí hacíamos más de otros, pero eso cada vez ha ido a menos. No creas, nos gusta. De hecho, en los conciertos no podemos dejar de hacer A Ragtime de Steve Dobrogosz, por ejemplo. Ahora hemos hecho versión de Oi Pello Pello en homenaje a Mikel Laboa y ha sido un puntazo.

¿Llegar a los 20 años es una fecha más o una celebrar?

-A celebrar, sin duda. No es nada fácil sobrevivir dos décadas. También en el plano interno, porque hay que llevarse bien. En el grupo ha habido gente que ha ido y ha venido, pero nunca porque haya habido problemas entre nosotros.

No ha sido la única mujer en el grupo en este tiempo...

-Yo no coincidí con ella en el cuarteto, pero ahí estuvo Cristina Izcue como primera viola. Y luego Miren Zeberio estuvo en una época tocando el violín segundo.

Lo preguntaba porque en los últimos años, el Aitzina está haciendo un esfuerzo especial para poner el foco en las mujeres que conforman su cartel y en su papel dentro de la música en general. ¿Es triste, verdad, que se tenga que seguir haciendo algo así tanto en éste como en cualquier otro certamen, programación, ciclo...?

-Pero es que es necesario en todos los aspectos de la vida. En el ámbito musical, te encuentras con que, por ejemplo, cuando yo estaba en el conservatorio, éramos muchas mujeres, bastante más de la mitad y, sin embargo, cuando miras a las orquestas, no ves que esas mujeres estén consiguiendo plazas. Lo mismo pasa en otras profesiones de la música, con las que tienen que ver con programación (aunque ahí está la directora de Getxo Folk, Marta Herrera), perfiles de técnicos... Así que sí, sigue siendo necesario hacer este tipo de cosas y lo seguirá siendo, lamentablemente.

Sabe bien lo que es pasar por aulas como las del Conservatorio Jesús Guridi. ¿Un consejo para quienes quieren llegar a ser profesionales y ahora se están formando?

-Yo ahora también soy profesora en el conservatorio y veo la realidad de los estudiantes, que no es la misma que en mi época. Yo disfruté mis enseñanzas muchísimo. Empecé en la Escuela de Música Luis Aramburu. De hecho, dábamos clase entre el colegio Samaniego y Musiketxea. Mi primera profesora de instrumento fue Belén Vallejo. Y disfruté tanto de todo aquello: ir a la biblioteca con Manu Sagastume, absorber toda la música que pude, vivir cada clase de armonía... Claro, yo empecé tarde y había terminado ya el instituto. Hoy, los chicos y chicas van a la par en sus estudios en el conservatorio y en la enseñanza reglada y no tienen tiempo para disfrutar. Así que yo les diría que no se trata de tocar, tocar y tocar, sino que disfruten del aprendizaje. Ese poso luego queda. Si no disfrutas y no estás abierto a otros caminos te pierdes muchas cosas en la música.

¿Ha usted le ha llevado por sitios que ni imaginaba al principio?

-Por supuesto. Al principio quería estudiar barroco. Lo hice, me metí en el mundo de la música antigua, me dieron una beca para estudiar en Italia, entré en una orquesta que hacía proyectos clásicos y barrocos... De todas formas, al final todo es música y no hay mundos separados que no se entrelazan.

Entre tanta música por trabajo, ¿quedan ganas para vivirla como oyente o espectadora?

-Me sigo comprando discos. Me encanta el vinilo. Bueno, y el CD. Escucho Spotify por comodidad, pero me ha pasado varias veces que oigo algo ahí y me tengo que comprar el CD para la furgoneta y el vinilo para casa (risas). Escucho mucha música, aunque cada vez menos clásica. También porque en casa, mi hijo prefiere el rock. Últimamente estamos de Pink Floyd... (risas). Pero sí me da para escuchar mucha música folk escandinava y también mucha vocal. La música coral me encanta. Yo llevo toda la vida en coros, que es algo que me ha ayudado mucho en mi profesión. A todos los niños les diría: hagas o no hagas un instrumento, canta. Aquí en Gasteiz, además, es muy fácil hacerlo, así que apúntate.