Vitoria - La única certeza es que la cuarta composición a interpretar será el estreno de Navigare necesse est de Mikel Chamizo, la primera obra del proyecto trienal Elkano: mundubira musika bidelagun. Pero el resto del programa es un secreto que la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) quiere guardar de manera intencionada. De hecho, ha pedido a sus abonados en Gasteiz, Bilbao y Donostia, así como a los medios de comunicación y al público en general, que no den detalles para que el efecto sorpresa que el director Robert Treviño quiere conseguir se mantenga hasta el último concierto de ese arranque de temporada, que se producirá el próximo jueves 3 de octubre en el Baluarte pamplonés.
La decisión no es un capricho. Juega, de hecho, con esa incertidumbre, con esas inquietudes, con esas esperanzas que tal vez sintieron quienes hace 500 años iniciaron la primera circunnavegación del mundo. Eso sí, en este caso, el posible vértigo que pueda sentir el público queda mitigado por la propia trayectoria de la OSE. Esta nave ya ha demostrado que es de confianza. La primera parada del viaje se producirá mañana en el Principal vitoriano a partir de las 20.00 horas. Muy pocas, pero todavía quedan algunas entradas disponibles. Será el público alavés el que tendrá la responsabilidad más importante dentro de esta aventura puesto que es el que tendrá que guardar más tiempo el secreto, máxime en estos tiempos de redes sociales y nuevas tecnologías.
El siguiente puerto en el que parar será el del Kursaal donostiarra, donde la agrupación -que va a contar en estos recitales con la colaboración de la Sociedad Coral de Bilbao y la soprano alemana Mojca Erdmann- se detendrá tanto el lunes 30 como el martes 1 de octubre. Justo al día siguiente, el Euskalduna bilbaíno tomará el relevo antes del cierre del periplo en la capital navarra. Todo ello bajo el nombre de Expectativa, que es el significativo título que la agrupación vasca ha querido dar a este arranque de temporada, un inicio centrado, como apunta la propia OSE, en la idea del viaje definitivo y en las sensaciones de curiosidad, emoción y miedo que puede provocar el hecho de asomarse a lo desconocido, también cuando de música se trata.
Esas sensaciones que se quieren transmitir al público tienen mucho que ver con el proyecto que en torno a la figura de Elcano ha creado la OSE, involucrando para ello a los compositores Mikel Chamizo, Mikel Urquiza, Zuriñe F. Gerenabarrena, Joël Mérach y Teresa Catalán, encargados de conmemorar con sus sonidos los diferentes momentos de aquella primera vuelta al globo. En esta temporada que ahora empieza, dos serán las obras que se presentarán, las de Urquiza (en mayo de 2020) y Chamizo, quien tiene claro que “la idea del programa oculto me parece fascinante porque mi principal motivación para ir a conciertos actualmente es descubrir nueva música. Disfruto de escuchar por enésima vez la Quinta de Beethoven o la Patética de Tchaikovsky, pero su mera presencia en un programa ya no me resulta atractiva si no se presentan junto a otras músicas menos habituales o incluso desconocidas. Así que este programa, por su propia esencia, me parece una idea maravillosa a la que me apuntaría de cabeza aunque no fuese uno de los implicados. Además, tiene todo el sentido en el marco de lo que propone mi propia obra sobre Elcano, que es el viaje a lo desconocido. Treviño ha tomado esa idea y la ha llevado a su máxima expresión, y creo que nadie debería perdérselo porque es una propuesta realmente insólita y que probablemente será recordada durante mucho tiempo”.
El creador tolosarra explica que “mi obra, al ser la que trata el inicio de la expedición, se detiene en la psicología de aquellos 245 marineros que se iban a lanzar a un viaje hacia lo desconocido, conscientes del enorme peligro que corrían y sabiendo que muchos de ellos quizá no volverían. Internarse en una zona del mundo sin cartografiar, completamente desconocida, es una experiencia que nosotros, en el siglo XXI y con aplicaciones como Google Maps en nuestro móvil, ya no podemos experimentar”. La creación “se divide en tres partes. La primera es un rito religioso, ya que Magallanes obligó a sus marineros a confesarse un día antes de comenzar el viaje. Esta parte está protagonizada sobre todo por el coro, que expresan sus temores y esperanzas a través de textos religiosos como el Salmo 107 o el himno mariano Salve Regina, muy ligado a la vida marítima. La segunda parte es un paisaje sonoro imaginado del puerto de Sanlúcar de Barrameda, en el que se recrea el crujido de los muelles, de los barcos, la actividad de los marineros preparando el viaje, las gaviotas... y, en un momento dado, se enumera también las provisiones y las armas que llevaron consigo para dos años proyectados de viaje. La última sección corresponde al inicio de la navegación, los primeros días en el océano Atlántico, y hace su aparición una gran tormenta que, según el cronista de la expedición Antonio Pigafetta, solo amainó tras rezar a Dios los marineros”. “El proceso de composición ha sido largo, porque al contar con un coro y, en consecuencia, textos, quería plantear una obra que se pusiera en relación con materiales de la época. Así, aparece una traducción el euskera del Salve Regina realizada en el siglo XVI, o la ya mencionada lista de bastimentos, que me proporcionó la Fundación Elkano. Tras establecer una idea general de cómo quería que transcurriese la obra, han sido muchos meses de un proceso lento y laborioso, ya que se trata de una orquestación muy amplia y una escritura coral bastante ambiciosa”, describe.