Vitoria - Hasta el próximo 19 de septiembre, cuando la instalación vivirá un participativo final junto al público asistente, la sala Amadís de Madrid -dedicada a la promoción y difusión de la obra de jóvenes artistas- está acogiendo Mi colección bucólica: todo lo que quise y nunca tomé, el último proyecto realizado por la creadora gasteiztarra Jennifer Custodio, un trabajo en el que, tomando como punto de partida su propia vivencia, atravesar distintos planos para tratar, entre otras cuestiones, el miedo, la alimentación, la estética del consumo, el instante en el que una vida teóricamente normal deja de serlo... y también el mismo arte y su encuentro con quien observa.
“El proyecto ha sido producto de un año y medio terrible de problemas graves del aparato digestivo que me han costado mucho dolor físico y emocional; esta pieza me ha permitido gritar bien fuerte y ha resultado una terapia para poder superar poco a poco todo esto”, explica la autora sobre una instalación realizada gracias una residencia artística concedida por el Instituto de la Juventud (Injuve) que ha contado con el comisariado de Cristina Anglada.
Antes de llegar aquí, “ha habido gente que me ha mostrado mucha empatía y otra que ha sido cruel, entre ellos muchos amigos y los médicos de la Seguridad Social a los que acudí pidiendo socorro desde mi ingreso y posterior empeoramiento sin fin”, un proceso personal que ha abordado desde el arte, aunque “lo que hay ahora en la sala no era lo que propuse en un principio” más allá de que “sabía que quería trabajar con la alimentación y mi problemática”. Sin embargo, cuando llegó a Madrid “no paraba de ver bazares de alimentación cada segundo, por lo que pensé que utilizar ese pequeño apartado de la sala me permitiría crear mi propia despensa de todos aquellos productos que ya no consumo y que ahora, por fin, ya no deseo consumir porque son dolorosos para mi cuerpo, son puro veneno”, describe.
“No me valía cualquier cosa, tenía que ser un bazar auténtico. Para mí la estética es muy importante y que el espectador se sienta sumergido en la instalación, que se sienta participante de alguna manera. Siempre hago piezas únicas para el espacio que me ofertan para exponer. Hacer algo especifico y en el contexto del lugar es muy importante. Me dan mucha pereza esos creadores que se limitan a pasear sus piezas una y otra vez por salas. Hay que hacer cosas nuevas constantemente, arriesgarse”. De ahí que la artista, que en la actualidad reside en A Coruña, se haya servido de los comercios cercanos a la sala, de esos “bodegones contemporáneos”, para nutrirse de los elementos necesarios para componer la pieza. “El proceso para crear la instalación ha sido tremendamente caótico y muy duro, soy una persona muy cabezota y perfeccionista y cuando una idea se me mete en la cabeza no paro hasta conseguirla. Me he vuelto loca para abaratar a tope, he negociado, no he dormido y no he parado de buscar todo el mobiliario hasta que fuese el adecuado”. Conseguido todo ello, los alimentos -todos ellos de comida rápida y fácil de comer- se ordenan en el lugar “en función y cantidad de mi deseo por consumirlos” y más que como comida, los elementos se presentan “como trofeos, como figuras bien cuidadas y colocadas. Existe algo de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) en esa colocación, ya que me volví muy maniática y obsesiva desde que me ocurrió todo este desajuste”.
Así, como apunta Anglada, el público accede a una sala en la que el concepto de bazar “asume nuevas reglas” al estar en un espacio de arte. Se fomentan de esta manera “diferentes comportamientos en aquel que lo visita. Asume la mirada y la relación de Jennifer en su despensa. Un se mira pero no se toca. Se desea, pero no se consume”. En este sentido, Custodio describe que “cuando entras no sabes qué hacer, pero sabes dónde estás. Hay una webcam como cámara de vigilancia a tiempo real en la que el espectador se observa, y no hace nada, porque no puedes ni coger ni consumir nada ya que es una pieza de arte en un espacio expositivo. Así es mi sensación cuando entro a uno de estos bazares, no sé qué hacer porque no puedo consumir nada. Un toque irónico a todo este proceso de sanación”. Con todo, el día de la clausura, la autora va a proponer a las personas presentes que todo sea consumido, “para que ellos y ellas disfruten por mí de lo que yo ya no puedo disfrutar”.
“En este proyecto me he centrado mucho en mi problema y en la alimentación. Es la primera vez que abordo algo tan personal, y la primera vez que prescindo de tanta fotografía. Únicamente he utilizado dos fotografías Polaroid, porque en este caso, me parecía lo más adecuado. Pero siempre mi metodología de creación primera es la cámara Polaroid. Llevo nueve años trabajando con ella y no hay ninguna cámara que me ofrezca el mismo resultado, no la cambiaría por nada”, comenta la creadora, al tiempo que asume que “nunca pensé que podría hacer lo que hay en esta sala”.
Con todo, la autora prefiere que cada persona que acuda a Amadís saque sus propias conclusiones al adentrarse en la instalación. Ella, mientras tanto, sigue en A Coruña -a donde se trasladó no hace tanto-, compaginando la creación artística con su labor en una tienda vintage (Friperie). “Es mi otra pasión, soy experta en encontrar tesoros y venderlos, y una tiene que comer y pagar el alquiler, y del arte francamente no se vive. Todos los premios y ayudas que recibo las invierto en producir y aún así uno tiene que sacar de donde no hay para malvivir durante esas residencias. A la par del trabajo, nunca paro de mandar becas y hacer fotos”. De hecho, acaba de ganar “una convocatoria de una editorial vasca y en poquito saldrá mi primer fotolibro. Lo demás siempre va llegando de manera inesperada”, más allá de que “me encantaría hacer una exposición individual en Vitoria lo antes posible, ya que es mi ciudad natal y aún no he tenido la oportunidad de demostrar lo que hago, y creo que hace falta un buen choque de cosas nuevas artísticamente hablando, sobre todo de personas jóvenes. Jon Gorospe ya lo ha demostrado, sería genial que Gala Knörr también lo pudiese demostrar pronto... somos muchas y muchos los que hacemos cosas y no se nos hace un hueco en nuestra ciudad”.