Vitoria - Hoy toca abandonar Lasierra y volver a casa, ya esté en Gasteiz, Vigo, Toulouse?, Burgos, Bilbao, Donostia, Madrid o La Rioja, lugares de residencia de los participantes en el encuentro. Atrás quedan cuatro intensos días de labor y convivencia dirigidos por la bailarina y coreógrafa Amalia Fernández, quien, de la mano de danZálava, ha hecho del centro de creación Azala su espacio de trabajo y aprendizaje en estas jornadas estivales. “Este lugar aporta fundamentalmente aislamiento de la vida cotidiana de cada uno. Cuando vienes aquí lo que ocurre es que todos cortamos con nuestra vida fuera, aunque ahora con los móviles no te distancias tanto”, sonríe la creadora.

Con el título de Oír visiones, a lo largo de esta semana se ha estado trabajando, desde la danza contemporánea, sobre el concepto del cuerpo colectivo, “que es como hacer una extensión de la individualidad”. “Se basa en la corriente de pensamiento que valora lo colectivo como un lugar de ser, estar y aprender, como un lugar en el que el individuo puede entender quién es. Somos seres que no podemos entender nuestra naturaleza si tratamos de pensarnos, analizarnos y experimentarnos en soledad. A nivel más técnico, he ido desarrollando prácticas que tienen que ver con cosas que podemos hacer todos juntos pero no solos. Quizá esto me venga del coro amateur en el que canto. El tipo de emoción que produce lo que crea un conjunto de voces tiene que ver con cómo todos esos seres individuales dejan de serlo en un momento y entran en una especie de todo”.

En este sentido, Fernández apunta que “la colectividad es algo que está muy de moda ahora, por así decirlo. Es curioso ver cómo en el arte cada tanto hay como corrientes que hacen que mucha gente a la vez esté trabajando sobre algo muy parecido. Hoy estamos, y yo soy una más, en la abstracción de lo musical y lo coreográfico. El colectivo como un marco de aprendizaje, el colectivo como un marco también político, social y de transformación está ahora tan de moda que incluso está a punto de pasarse de moda”.

Desde esas bases, se ha llevado a cabo un taller dirigido a todo tipo de personas interesadas en los procesos de creación e investigación artística, enfocándose en aquellos procedimientos en los que el cuerpo humano es el eje de lo que acontece y el marco mismo de la experimentación. Todo ello articulado en “sesiones muy largas” de siete u ocho horas de trabajo. Cada jornada “tienes que estructurarla de manera que el grupo pueda descansar en unos lugares de otros. No puedes tener al grupo ocho horas haciendo un trabajo de reflexión intelectual, por ejemplo, porque se agota. Tampoco pegando botes. Tienes que procurar que la gente vaya pasando de una cosa a otra, de un trabajo más físico a una labor que tiene que ver más con la reflexión o más con la observación o con cosas que son más divertidas y ligeras? así compones cada día, no tanto para que esto sea variado sino para que la gente pueda dar el 100% a nivel físico, intelectual y de concentración”.

A través de ello, Fernández busca “transmitir una experiencia que a su vez he tenido yo, compartir lo que he pasado y que me ha resultado útil o iluminador o transformador”, comunicar un bagaje sabiendo “leer en los demás cuáles son las dificultades de cada uno en lo que estás proponiendo, que es lo más complicado de estos talleres”, encuentros en los que la bailarina y coreógrafa siempre sale con la “sensación de haber aprendido algo” más allá de que cada grupo sea y genere energías distintas. “Cuando los artistas llevamos muchos años trabajando, terminamos por construir una metodología, una manera de trabajar, que hasta cierto punto te cierra en tu práctica. Así que tienes que tratar de deconstruir tu propia manera de hacer. Como artista siempre necesitas encontrar algo nuevo y dar talleres, de alguna manera, es como generar otro espacio de creación”, describe.