Vitoria - Una comedia en verso que parece del Siglo de Oro pero que está escrita ahora. Es el reto que ha afrontado el poeta, dramaturgo y actor Álvaro Tato -que conoce en primera persona el certamen puesto que lo ha visitado en ocasiones anteriores de la mano de Ron Lalá- a la hora de crear Todas hieren y una mata, que Alba Banegas, Antonio Hernández, Diego Morales, Sol López y Carlos Lorenzo, bajo la dirección de Yayo Cáceres y la producción de Ay Teatro, traen hoy hasta el polideportivo del Arrazpi (22.30 horas).
Con la compañía Ron Lalá ya ha estado en el Festival de Teatro de Humor de Araia en ocasiones anteriores.
-Dos o tres veces, creo. Uno de los grandes privilegios de nuestra profesión, una de las suertes con las que todavía contamos los comediantes, es disfrutar de los rincones de este país maravilloso que tenemos y poder conocer las ciudades y los pueblos. Hay algo que el teatro no ha perdido, que es la presencia, el estar presente. Mientras todo el mundo desconecta es una gozada el poder aterrizar en lugares tan maravillosos como los festivales de verano. Además, particularmente para los que vivimos en la meseta, ir al norte es una gozada.
¿Qué es lo que se va a encontrar el público en ‘Todas hieren y una mata’?
-Se va encontrar, tal cual, con una comedia de capa y espada. Sé que es una osadía, sé que suena temerario y desde luego el desafío ha sido grande, pero ha sido divertidísimo y apasionante. Se trataba de probar si se podía recrear una comedia de capa y espada del Siglo de Oro tal cual, es decir, con sus mismos personajes y escenas, y escrita de manera íntegra en verso, todo intentando respetar el Arte Nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, que es como el faro que nos ha guiado. Pero queríamos hacer eso para hablar de temas que son de pura actualidad. Se va a encontrar con carcajadas, con momentos muy poéticos, con duelos de honor... con todos esos elementos que hicieron un teatro tan vivo y tan lleno de sorpresas. Desde ese sabor clásico, hablamos de asuntos que nos afectan hoy a todos como la libertad.
¿En ningún momento pensó que proponerle hoy al público una obra en verso al estilo del Siglo de Oro podía ser una locura?
-Efectivamente, con este proyecto uno tiene la sensación de lanzarse a una piscina que está helada. Es como subir el K2 de los desafíos literarios. Hablamos de casi 3.000 versos de esa poesía barroca. Esta obra obedece a un amor puro por los clásicos que me viene prácticamente desde la infancia. Llevaba un montón de años queriendo hacer esto pero no encontraba el cómo y el dónde. En Ron Lalá siempre hemos utilizado el verso y no tenía miedo al hecho de usarlo, pero sí a cómo conectar con el público. Contrariamente a lo que muchos piensan, el teatro clásico es una fiesta policromada, llena de emociones e ilusiones, una fiesta que se entiende desde muchos lugares. El verso es la música del idioma. Y también hay música en directo. Además, todo el tiempo están sucediendo cosas. Hay un criado enamorado de una criada que al mismo tiempo es una bruja. Hay un galán que quiere a una dama, que a su vez es solicitada por un corregidor que es mayor que ella. Y hay unos viajes en el tiempo que nos permiten saltar del XVII al XXI. Todos esos ingredientes hacen que el público se sobresalte en la butaca todo el tiempo, que ría, llore, se emocione y siga la historia de estos personajes. Como te digo, ha sido una gran aventura, un gran desafío, pero los resultados de la primera temporada que llevamos nos dicen todo lo contrario a esos temores que podíamos tener al principio. El público no sólo quiere clásico, es que se lo pasa genial, viene a los teatros y acaba puesto en pie.
¿Por qué no ha asumido también la dirección y ha dejado esa labor a Yayo Cáceres?
-Porque Yayo me tenía amenazado de muerte (risas). La verdad es que es un privilegio contar con él en la dirección. No sólo somos compañeros de Ron Lalá desde hace un montón de años, sino que hasta cierto punto es nuestro formador, porque su llegada a la compañía supuso insuflarnos el hecho de trabajar con un rigor que no conocíamos. Ay Teatro, de hecho, intenta reunir todos esos proyectos que hacemos fuera de Ron Lalá, así que poner esta obra en sus manos era como algo natural. Me gusta sentir que hemos encontrado entre los dos una simbiosis por la que todo lo que él monta, yo lo haría igual pero en peor (risas).
¿Pero le dejaron entrar en algún ensayo o...?
-Sí, sí (risas). Es más, hemos vivido juntos todo el proceso.
No es la primera obra que ha escrito pero sí el debut en este formato del verso. ¿Le ha dejado buen sabor de boca la experiencia como para repetir?
-Creo que sí. Cuando haces una prueba así, ves que sale adelante y que el público la está acogiendo con tanto gusto, dices: bueno, aquí hay algo con lo que seguir trabajando. Con el teatro en verso y con las comedias del Siglo de Oro nos ha pasado lo mismo que con la zarzuela o el cuplé o con todos esos géneros que son una fuente inagotable de formas y fondos pero que parece que los vemos como algo pasado, antiguo. De hecho, esta obra es una invitación a mirar el Siglo de Oro de otra manera, no sólo para Ay Teatro.