Vitoria - Ver su agenda de conciertos asusta. Ya sea con Silvia Pérez Cruz, con Chicuelo, con Sol Picó, con Celeste Alías, con... no tiene ni un hueco libre hasta final de año. Eso sí, el camino de Marco Mezquida va a pasar en unos días sí o sí por la capital alavesa. El 16 se subirá al escenario del Principal para ofrecer una actuación a piano solo. Al día siguiente se encontrará en Mendizorroza junto a sus compañeros en MAP, Ernesto Aurignac y Ramón Prats, y los integrantes de la Banda Municipal de Música de Vitoria para abrir la primera doble sesión de este año. Entre medio, le dará tiempo para ofrecer una clase magistral en la Escuela Municipal de Música Luis Aramburu.

Le va a tener el Festival de Jazz casi secuestrado en Vitoria...

-Bueno, me podrían explotar más en realidad (risas). Por ejemplo, acabo de regresar de Italia, donde he hecho cinco conciertos en cuatro días dentro del Südtirol Jazz Festival con algunos de mis proyectos principales. Es una fórmula que ha funcionado bastante en varios festivales, que se han interesado mucho por este momento tan prolífico y a la vez intenso y con propuestas tan diversas en el que me encuentro. Me siento muy feliz de presentar MAP y su versión sinfónica en Vitoria, y, por supuesto, de poder ofrecer el formato más íntimo, que es el de concierto a piano solo.

Pero sólo ha citado algunos de los caminos que recorre de manera habitual ahora y cabe preguntarse si no es un poco esquizofrénico estar a todo, tratándose además de propuestas diferentes entre sí.

-No lo es si estás bien formado, preparado y con mucha energía. Hay muchos músicos que me dicen: Marco, no podríamos vivir ni tres semanas como vives tú. Es verdad que tengo la sensación de que cada día me exprimo al máximo. La agenda de conciertos, por ejemplo, de este mes de julio es una pequeña obra de arte en realidad. Pero estoy bien preparado y, sobre todo, tengo mucha energía y me siento muy feliz por poder afrontar todo esto con mis proyectos, con mi música y con mi manera de ser. Si tuviera que estar tocando en proyectos que a lo mejor no me estimulasen tanto, quizá me cansaría más. No es el caso. Ahora estoy en un momento que es más exigente, eso es verdad, pero también más estimulante. Me siento feliz y también muy agradecido de que tantos festivales quieran tener proyectos míos en sus programaciones.

Uno de los retos en Vitoria, o por lo menos así lo parece desde fuera, es el concierto con la Banda por lo que supone de encontrarse con músicos que no conoce y en muy poco tiempo hacer que todo parezca perfectamente ensamblado. ¿Qué es lo que más le preocupa de este tipo de recitales?

-El concierto es un estímulo enorme. Son composiciones de los tres que han sido arregladas para este formato, obras de nuestro primer disco con las que hemos actuado bastante y con las que hemos conseguido configurar una idea de viaje que es también el concepto de la actuación con la Banda. Van a ser 40 minutos sin parar, hilvanando piezas con mucha fuerza. Ernesto ha hecho un trabajo estupendo y maravilloso con la orquestación y espero que el impacto sea espectacular.

¿No le asusta un poco poner su música en manos de terceros?

-No porque no es ponerla en manos de terceros como dices. Es nuestra música con los arreglos de Ernesto. Otra cosa es que esos arreglos los hubiera hecho otra persona o que la Banda estuviera improvisando libremente sobre las composiciones. Ahí sí estaríamos hablando de la situación que planteábamos. Pero esto sigue siendo MAP que, para la ocasión, cuenta con intérpretes muy solventes que están acostumbrados, como la Banda, a tocar repertorios muy variados. Tenemos que confiar en ellos, en el trabajo y la preparación que han estado haciendo.

Justo el día anterior estará en el Principal a piano solo, en un concierto completamente distinto.

-Eso es. Los conciertos a piano solo que estoy ofreciendo ahora mismo son actuaciones en las que hay muchísima improvisación libre. Ofrezco una especie de suite en la que salgo al escenario sin previa preparación del repertorio. Son conciertos en los que habita todo mi espectro musical, que abarca desde la música antigua hasta lo contemporáneo. Es como el cóctel donde la gente puede reconocer a Beatles, Rachmaninov y Mehldau, por ponerte tres ejemplos. Es con el proyecto con el que me obligo a la máxima libertad. Es una experiencia que me exige también un nivel físico. Luego ya dejo que el público decida si quiere bises o no. Ha habido alguna vez que han caído ocho (risas).

Si la memoria no falla, la primera vez que estuvo en el festival fue en los conciertos que se hacían en Falerina a principios de esta década dentro del combo de Giulia Valle. ¿Piensa alguna vez en todo lo que le ha pasado en estos años, que han sido frenéticos, más allá de que todavía tengan que pasar muchas cosas en su carrera?

-La palabra frenético me parece muy acertada (risas). Realmente ha sido una evolución muy intensa y meteórica. Ahora tengo 32 años y me acuerdo cuando terminé con 22 la Escuela Superior y Giulia Valle me propuso tocar en su quinteto. Para mí era justo el grupo en el que quería estar. Estuvimos cinco años haciendo unos conciertos increíbles por muchos lugares del mundo. Eso me dio muchas tablas y confianza. Creo que hice lo que pienso que se debe hacer cuando eres músico, joven y tienes inquietudes, es decir, intentar tocar con todo el mundo que quiera tocar contigo. La gente me llamaba para defender sus proyectos, para tocar su musical original, y en ocho años grabé 54 discos. Eso fue un enriquecimiento tremendo. Me dio muchas tablas para, después, empezar a ser más líder de mis propuestas y a desarrollarlas. Pero, como bien decías, esto no ha hecho más que empezar. Vamos, es lo que deseo. Sé que estoy haciendo música desde el corazón, con toda mi entrega, y sé que cuanto mejor me van las cosas, más tengo los pies en la tierra.

En los días que va a pasar en Vitoria, que también incluyen una clase magistral, seguro que jóvenes que están empezando le piden algún consejo para dedicarse de manera profesional a la música. ¿Qué les diría?

-Pues mira, ahora se ha publicado un libro de Josué García en el que se preguntaba eso mismo a muchos músicos, entre los que me encuentro. El otro día me encontré con el libro y vi la respuesta que había dado hace tres años y me sorprendí porque no me acordaba de nada de lo que había dicho y cuando lo leí, pensé que seguía estando de acuerdo. En lo que hacía más hincapié era que tenemos que entender que el mundo de la música es enorme, que hay muchos caminos y diferentes profesiones. Puedes ser intérprete de música clásica o de jazz o... pero también técnico de sonido, compositor, director, profesor... Mi única sugerencia es que cuando tengas la sensación de que hay algo que te motiva, pongas todo el foco y toda tu energía para llevar eso a cabo y hacerlo de la mejor manera posible. No hay otro secreto. A partir de ahí, a los músicos de jazz les diría que cada día intenten nutrirse de más experiencias no sólo jazzísiticas y no sólo musicales. Un libro de Italo Calvino, un cuadro de Picasso, una película de Haneke... también son música. Eso es muy importante. Hay que empaparse de todas las músicas y creaciones artísticas que puedas. No hay que cerrarse a nada. Además, cada día hay que tocar, intentar ser mejor y, sobre todo, compartir con otras personas. La música se necesita poner en común. Los otros músicos, sobre todo si son mejores, te ayudan a crecer.