Llodio - El próximo domingo 23 se cumplirán 18 años desde que un grupo de, por aquel entonces, jóvenes laudioarras se dirigió a un caserío del barrio Gardea con la única idea en la cabeza de okupar el inmueble para levantar en él un sueño. “Si en ese momento hubiéramos pensado en lo que pudiera venir después: un desalojo, como había sucedido en todos los anteriores intentos de okupación que se habían llevado a cabo, o bien conseguir permanecer dentro, como al final sucedió, igual no se hubiese llevado a cabo”, reconocen, seguros de que “si en ese momento alguien hubiera dicho que en 2019 seguiríamos en la casa dispuestos a celebrar nuestro 18 aniversario, como una mayoría de edad, las risas se hubieran oído, hasta en la plaza del pueblo”, aseguran quienes fueron testigos de la creación de la conocida como Orbeko Etxea y aún son miembros de lo que siempre han considerado “un espacio robado al sistema, a ese mismo sistema que nos dice lo que tenemos que hacer cada instante de nuestras vidas, a ese mismo sistema que no permite que nadie se salga de lo establecido y al que nosotros no queremos pertenecer”, explican.

De hecho, “por eso okupamos Orbeko Etxea”, reconocen, “porque nos gusta tomar nuestras propias decisiones aunque sean las equivocadas, porque nos gusta ser parte activa de nuestra vida y no queremos que nos lo den todo enlatado y listo para consumir, porque preferimos hacerlo nosotros mismos y disfrutar de cada momento que invertimos en un nuevo proyecto, porque en esa casa podemos dar rienda suelta a nuestros sueños e ilusiones y darnos cuenta de que no somos los únicos que tenemos esos sueños”, subrayan, invitando a quien quiera conocerles a pasarse por cualquiera de los actos que han preparado para este aniversario o “cualquier jueves de la semana que es cuando hacemos las asambleas”, dicen.

En concreto, el programa -organizado junto al Gaztetxe local, que también cumple 18 años- engloba una veintena de actividades para esta segunda quincena de junio, que arrancan hoy con la marcha de montaña a cargo del club Orbeko, una charla café en torno a la cumbre del G7 que albergará Biarritz en agosto, de mano de Sare Antifaxista y un concierto, desde las 20.30 horas, en el que se darán cita Piketa, Sons of Decay, Ballard, Urgull, Ras y Triames, así como Puro Odio, Reyerta y Titadine.

Y es que, aunque en estos 18 años, Orbeko Etxea ha albergado infinidad de actividades que van desde cursillos de euskera, conferencias, teatro, proyecciones, exposiciones o talleres, si por algo se conoce a sus moradores es por una pasión por la música que les ha llevado a montar hasta tres y cuatro conciertos a la semana. “En Orbeko han tocado bandas de los cinco continentes y siempre con las mismas condiciones: algo de dinero para gasolina, la cena vegana o en su caso vegetariana porque la casa, desde su inicio, decidió que el respeto a cualquier ser vivo era fundamental, algo de bebida y un sitio para dormir. Sin lujos ni tonterías de estrellitas, sin managers que viven del cuento, hablando directamente con la banda, de tú a tú que es como creemos que hay que hacer las cosas en el día a día, nadie es más que nadie ni está por encima de nadie”, matizan.

Desde Orbeko Etxea reconocen que con estos conciertos “hemos sudado, bailado, descargado la mala leche acumulada a lo largo de la semana, reído y también llorado, echando en falta a los colegas que se han ido quedando por el camino, pero sobre todo hemos trabajado, porque gracias a ellos hemos podido colaborar con proyectos y causas con los que tenemos afinidad, poniendo así en práctica, el apoyo mutuo por un lado y la autogestión por el otro, sin olvidar que de ellos han salido grandes amistades que aún perduran”.

A la hora de echar la vista atrás aún siguen sin creerse lo logrado. “No por falta de ganas por nuestra parte, sino porque éramos muy conscientes de que tras el desalojo del antiguo Skuat o Casa de Pinturas, el Ayuntamiento no estaba dispuesto a que los hijos de la droga y el alcohol, como así nos bautizaron, repitiésemos la historia de nuevo”, asienten, quienes aún recuerdan cómo en aquellas primeras asambleas multitudinarias dentro de la casa “asistíamos con los nervios a flor de piel y más preocupados por si aparecían a echarnos, que por lo que realmente se decía”.

Las de hoy, en cambio, se han reducido a un petit comité en el que se reparten las tareas a realizar y donde, entre todos, aportan las ideas del rumbo a seguir. “Mucha gente se ha ido quedando por el camino, porque no era lo que buscaban, por haberse quemado, porque para algunos era una moda sin más?; hay quien aguanta desde el principio y quien, por suerte, ha ido entrando con ideas nuevas y frescas”, apuntan. A lo que no saben dar una respuesta clara es a qué es Orbeko o qué quieren que sea. “¡Uf, todavía muchos de los que andamos por la casa, ni sabemos lo que queremos ser de mayores”. Lo que sí tienen nítido es lo que no quieren ser, es decir “robots alienados por el Estado, que no se plantean nada de lo que se les ordena. Y aunque hace años que dejamos atrás el sueño de querer comernos el mundo, si que tenemos claro que no vamos a permitir, que sea ese mundo el que se nos coma a nosotros”, sentencian.