artistas como Childish Gambino, Janelle Monáe o Rosalía descorcharon el viernes un evento que se celebra en la localidad de Indio, en el desierto californiano, dos fines de semana de abril consecutivos (del 12 al 14 y del 19 al 21) y cuyo programa incluye a figuras como Ariana Grande, Tame Impala, J Balvin o Bad Bunny. Pero, aunque este festival es como un oráculo para determinar qué música está de moda, el evento va más allá de los conciertos para ofrecer lo que muchos asistentes denominan “la experiencia” de Coachella.

La oferta gastronómica es uno de los grandes reclamos de un evento en el que no es nada raro ver a muchísima gente comiendo y pasando el rato, mientras en los siete escenarios la música no descansa. Los foodies (comidistas) pueden optar este año por pupusas, arroz coreano, sandwiches japoneses, ramen, helados veganos, tacos, paella y kombucha, por mencionar solo ejemplos de la zona general. Y es que, si fuera un videojuego, pasar o no la siguiente fase de “la experiencia” de Coachella no depende de las habilidades de uno para superar enemigos, sino de cuánto se está dispuesto a gastar en la aventura. El abono normal para tres días cuesta 429 dólares, pero el pase VIP asciende a 999. Con esta entrada prémium hay acceso a propuestas gastronómicas diferentes como unos cócteles muy musicales: el Rage Against The Coconut, con ron, o el The Cure All, con tequila. Si eres VIP también puedes visitar áreas apartadas del jaleo como el Rose Garden, donde los rosales, las estatuas y las fuentes rodeadas de césped comparten espacio con las palmeras de California. Pero hasta en los VIP hay clases: Outstanding in the Field propone cenas de lujo por 225 dólares el cubierto. Este festival, donde una barra sirve 40 tipos de cerveza artesanal y otra está consagrada solo al whisky, se conjuga en primera persona del singular, no porque la gente vaya sola, sino porque es imprescindible el selfi y el “estoy en Coachella” en las redes sociales.

La célebre noria de la entrada, la torre multicolor Spectra, el cohete H.i.P.O., y el astronauta de Poetic Kinetics prometen ser sensaciones en Instagram con la naturalidad impostada que dan los mágicos filtros de imagen y los cientos de intentos para la foto perfecta. La plaga de selfis fue comentada incluso por Childish Gambino que pidió, a un público que reaccionó con cierta molestia, que dejara los móviles tranquilos durante su concierto. El alojamiento tampoco responde a los estándares habituales de los macrofestivales ya que, si bien hay camping (125 dólares por puesto), el glamour de Coachella invita a opciones más exclusivas como Safari Tent, una tienda cinco estrellas para dos personas que cuesta 9.500 dólares. Con muchos famosos e influencers entre el público de un evento que en 2018 acogió a 99.000 personas cada día, las marcas no desaprovechan la oportunidad. Google presentó una colaboración de Pixel 3 con Childish Gambino, Heineken ha montado un pequeño minifestival en el recinto con The Roots y De La Soul como estrellas, y Amazon y Postmates permiten encargar productos y recogerlos dentro del festival.