en la noche del jueves se inicia la campaña electoral para elegir a los diputados del Congreso en las madrileñas cortes. En la noche/madrugada se pondrá en marcha una nueva cita electoral para la constitución del posterior gobierno del país. Un nuevo rito político que lleva como aperitivo la precampaña, anárquica y mal legislada, que permite llevar la batalla electoral a muchas semanas antes en un continuo y diario machaqueo insoportable, cansino y aburrido de todos contra todos.

Es una liturgia conocida e irrespirable en la que amenazas, escándalos, agresiones verbales y demás basura política inundan las horas del consumo diario de los sufridos espectadores, asediados por la propaganda y amplificada por la batalla mediática de las teles, auténticos cuadriláteros en los que diarias peleas arañan votos o los pierden por torpezas manifiestas y pifias del diario quehacer electoral. Un clásico de los tiempos de campaña es la pelea por los debates electorales, que se constituyen en referentes de la dinámica y marcha de los días calientes de baquetear la opinión pública de un lado a otro. Uno contra uno, seis a la vez, cinco orientados al ataque del candidato principal; la construcción del plató, el establecimiento de la dinámica, el perfil del presentador son algunos de los asuntos que se deciden en los estados mayores de los partidos en campaña, a la caza y captura del acierto mediático de la principal pieza de la pugna electoral. Tiempos en los que los espectadores deben desarrollar más paciencia que el santo Job, escuchando cansinas melodías argumentativas, más conocidas que las canciones de la Chelito en tiempos pasados. Cada uno a lo suyo, y nosotros a soportar el rollo conocido de dame tu voto que nosotros lo arreglaremos todo. Pura bazofia sofista y rollista. Paciencia, hermanos, que esto se pasará hasta la próxima cita de mayo.