Aunque hasta el 29 de marzo de 2019 puede pasar cualquier cosa, todo hace indicar que ese día, con o sin acuerdo entre las partes, el Brexit se hará una realidad palpable y el Reino Unido dejará de formar parte de manera oficial de la Unión Europea. Son muchas las derivadas que en distintos campos sociales, económicos y políticos está teniendo ya esta decisión, más allá de que todavía están por concretarse muchas otras consecuencias, seguramente las más importantes. También para el sector cultural.
Sorpresa. Es la primera palabra que les viene a los cinco a la mente cuando se les pregunta por cómo recibieron el resultado del referéndum celebrado el 23 de junio de 2016. Casualidades de la vida, justo un día antes de la votación, la arqueóloga laudioarra Sonia Guerrini estaba en Londres realizando un examen para conseguir la tarjeta que le autorizase a trabajar en Reino Unido. “Había gente del No al Brexit en cada esquina repartiendo panfletos y me acerqué. ¡Ay pobres!. Imagina cuando al día siguiente, ya de vuelta en casa, veo que ha ganado el Sí y yo preparándome para venirme a vivir aquí”. En la misma ciudad tiene su residencia desde hace siete años el también laudioarra Antonio Oyarzabal, pianista que intenta “que todo esto no me afecte demasiado ya que las noticias respecto al Brexit cambian prácticamente cada día. Prefiero centrarme en hacer lo que sea necesario al respecto una vez que las perspectivas sean más claras”. Quien va y viene después de que hace dos años dejase de vivir allí es la artista gasteiztarra Gala Knörr, que además justo ahora está desarrollando un proyecto sobre esta cuestión, Ningún hombre es una isla: “La verdad es que me ha costado encontrar a gente que me quisiera hablar a micrófono abierto sobre las razones que le habían llevado a votar a favor de la salida”. No en vano, como apunta el diseñador de iluminación y escenografía alavés David Alkorta -que estuvo unos seis años viviendo tanto en Londres como en Edimburgo-, “esto no era una prioridad para la población; en realidad, todo comenzó como una bronca entre David Cameron y Boris Johnson”. Aún así, el país terminó tomando una decisión “que va en contra de lo que piensa el 95% de las personas del mundo de las artes”, dice la creadora escénica y directora Hannah Frances Whelan, que nació en Londres, residió durante años en Francia y desde hace ya un tiempo ha convertido a Vitoria en su casa.
Más allá de que todavía es complicado concretar muchas de las consecuencias que tendrá lo que va a suceder a partir del 29 de marzo, los cinco, de una manera u otra, tienen claro que el sector cultural, y también lo relacionado con la educación artística, va a sufrir de manera especial. “En la primera fase de transición no se notará tanto, pero en los siguientes dos o tres años nos vamos a encontrar con obstáculos para el desplazamiento de artistas, creaciones, producciones...” apunta Whelan, quien recuerda que “nosotros en la sala Baratza estamos ahora colaborando en un proyecto europeo en el que está involucrada una compañía ubicada en Cambridge, New International Encounter (Nuevos Encuentros Internacionales). Su director estuvo en Vitoria en mayo y nos comentaba que estaba muy deprimido con este tema”. Asimismo, señala que en la parte formativa, relacionada sobre todo con los estudios de máster y postgrado, no sólo hay que pensar en las dificultades que puedan tener los europeos a la hora de ir allí. “También en Reino Unido está muy bien valorado que sus estudiantes salgan, pero ya hay universidades europeas que no están ofertando allí sus cursos porque piensan que a partir de 2020 va a ser todo más complicado. Ya hay como una especie de aislamiento”.
Cada uno desde su ámbito de trabajo señala los problemas que puede ocasionar la situación. “Te pones a pensar en el sistema de museos y galerías, y te preguntas: ¿si se lleva a cabo todo lo que se dice a partir de marzo, qué exposiciones se van a poder llevar a Reino Unido? ¿Hay artistas que van a tener que reclamar visa de turista para poder ir y trabajar? ¿Se van a retener las obras en aduanas? ¿Va a haber más costes?... Todo esto puede parar a la institución artística a la hora de crear experiencias culturales con voces diversas. De un sector cultural tan rico y diverso como el que ha existido hasta ahora en sitios como Londres puede que pasemos a una situación que no sea tan interesante y variada. Y hablo así también de la institución artístico-educativa” describe Knörr, que en primavera volverá a tierras británicas para completar en el Centre for Postcolonial Studies Goldsmiths de la Universidad de Londres su actual proyecto sobre el Brexit, que empezó a gestarse a raíz de su trabajo en el British Museum.
“Aquí hay muchísimos arqueólogos extranjeros, más del 50%. En una conferencia en Cambridge sobre Patrimonio y Brexit nos llegaron a decir que estaban pensando en sacar un visado especial para arqueólogos... pero eso puede que se haya quedado en mera idea pues no he vuelto a oír nada al respecto desde hace un año”, comenta Guerrini, al tiempo que señala que “una consecuencia real del Brexit es que va a haber menos inversión en cultura: menos financiación europea, menos excavaciones, menos trabajo? Si ocurre, volverán a ser tiempos duros para la cultura. Así que sí que estamos un poco asustados: primero, porque empiece a haber problemas con visados, permisos de trabajo... y segundo porque haya menos inversión en cultura y tengamos menos trabajo”.
Por su parte, Alkorta señala consecuencias para ambos lados. En cuanto a programaciones y oferta cultural, apunta que será el Reino Unido el perjudicado puesto que “importa más que exporta”. Pero “donde sí creo que nos va a afectar más a nosotros es en el tema de la educación. La educación artística aquí está muy mal, por lo menos en lo que yo conozco más, que es el ámbito de las artes escénicas. Allí, sin embargo, están muy avanzados en pedagogía teatral”, explica, al tiempo que cita a no pocos alaveses que en los últimos años han acudido a ciudades como Londres buscando precisamente esa formación. Además, apunta que el Brexit va a suponer un obstáculo más a la hora de “mirar y aplicar aquí su sistema de subvenciones a la cultura. El funcionamiento del Arts Council es mucho más práctico respecto a la realidad cultural de lo que tenemos aquí”.
Por supuesto, no van a faltar los efectos en la vida diaria, como apunta Oyarzabal, que hizo el máster de piano en la Guildhall School of Music and Drama. “Lo que más me atrajo de Londres fue precisamente la vorágine cultural, la cantidad de conciertos y actividades en las que participar”, más allá de la carestía de la vida. Sin embargo, a partir de ahora, “todo va a ir cambiando. Yo ya he tenido la desagradable experiencia de escuchar comentarios horribles hacia los extranjeros. Muchas personas sienten apoyo en la decisión del Brexit para sacar a la luz ideologías racistas y xenófobas. Pero también hay una gran mayoría en contra de todo esto. Por suerte, yo me rodeo de personas de este pensamiento. Sólo espero que lo que hacía tan especial y fantástico a Londres, que es precisamente ese conglomerado de razas y culturas compartiendo una ciudad, no quede poco a poco reducido a té, fish & chips y salsa Marmite”.
¿Por qué el ‘Brexit’? Esa idea sobre la capital y otras grandes ciudades se repite en varios de sus comentarios, señalando que en estas poblaciones ha sido el Remain -que significa permanecer y que es como se denomina la postura contraria a la salida de la UE- el voto dominante. “En Londres se vive quizá en la utopía multicultural y todo esto del Brexit a esa gente le ha pillado por sorpresa”, dice Knörr, que estuvo viviendo en esta ciudad durante nueve años. “Incluso puedes llegar a comprender, aunque no compartas, algunas de las razones que los votantes del Sí tuvieron para hacerlo. Hay gente que tiene el perfil de una persona perteneciente a la clase trabajadora no pudiente que se siente abandonada por el Gobierno. Y hay otros muchos factores. Por ejemplo, la campaña del Brexit fue brutal”.
En este sentido, Alkorta describe que es necesario mirar el mapa de las zonas donde ganó la decisión de salir de la UE para comprender muchas cosas. “Los principales núcleos culturales votaron Remain”. De todas formas, señala -y es algo en lo que coincide con Whelan y Knörr- como otro factor a no perder de vista “el planteamiento que tiene Reino Unido frente al mundo, es decir, yo estoy en el centro. Hay un punto de arrogancia colonial muy grande, una visión que piensa que el continente tiene más que perder que ellos”.
“Quienes creen en el Brexit piensan que no sólo tienen que colaborar con sus vecinos más cercanos, sino que hay que mirar mucho más allá, a los países que se están desarrollando y que pueden ser economías de primer orden dentro de no muchos años. Esa es una de las defensas que se usan”, comenta Whelan, que también señala como causas del voto a la “desafección con la política” y a esa idea de “volver al pasado, a cuando el Reino Unido era un superpoder”, a la aplicación inglesa del Make America great gain de Trump. “Estuve en Londres en septiembre y no se habla de otra cosa. Se está tratando mucho en todos los ámbitos, también en el cultural. Para la gente es algo muy emocional, algo que divide mucho la sociedad y a las familias en las que se ha votado diferente”, reflexiona mientras se pregunta qué va a pasar con personas como ella: “Vivo en Vitoria. Mis padres en Francia. Puede que dentro de un par de años tenga que pedir un permiso para poder cruzar la frontera en Irun. ¿De verdad va a ser así? Dicen que no pero?”.
En el otro plano se encuentra Guerrini, que ha residido en Cambridge, Salisbury y Londres en los dos años y tres meses que lleva allí. “Vine porque aquí pude encontrar trabajo de mi profesión, ya que tanto en Euskadi como en España era tarea imposible. Mi idea es seguir viviendo aquí por mucho tiempo, me he hecho a este sitio, hasta mi novio es ya inglés, no digo mas”, sonríe, al tiempo que subraya que “el concepto de cultura aquí es totalmente diferente. Cuidan muchísimo el patrimonio histórico, y cuando digo muchísimo, es realmente muchísimo. Cada obra que se realiza, cada nuevo lugar que se quiere abrir, primero ha de ser evaluado y si tiene restos arqueológicos, se excava, todo. Me encantaría que allá nosotros hiciésemos lo mismo. Tenemos un patrimonio tan impresionante y no lo valoramos en absoluto. Aquí encontramos una canalización de agua medieval y ya la estamos excavando. Es maravilloso. Se invierte en cultura, se promueve cultura y se educa en cultura”.
En cada sitio de residencia y trabajo “he conocido a gente que ha votado que No y que Sí”. También a no pocos “ganadores que al poco se empezaron a arrepentir de su voto porque las cosas no eran como se las habían contado”. “Recuerdo a uno de mis compañeros, de unos 45 años, arqueólogo, de Londres... que decía que había votado que Sí porque no le gusta la tecnocracia que gobierna la Unión Europea, en fin. Pero los demás que me han confesado el Sí es porque temen las consecuencias de la inmigración, vamos, que quieren Inglaterra para los ingleses. No quiero entrar en mis ideas personales sobre eso, pero baste decir que Londres es una ciudad de inmigrantes totalmente. ¡Como nos vayamos todos, a ver quién sobrevive aquí!”.