El otro día leíamos en un medio de comunicación que El Ejido, el municipio almeriense en el que el partido de extrema derecha Vox ha conseguido el mayor índice de votos en las recientes elecciones andaluzas, es la población española de mayor tamaño que no dispone de librerías. Obviamente no hay comercios destinados a la venta de libros porque los ciudadanos de dicha población no compran los suficientes. Es la ley de la oferta y la demanda. En cualquier caso, cada cual es libre de votar a quién quiera -es un derecho político- pero leyendo el programa electoral de ese partido uno se pregunta si los ciudadanos que le han votado realmente se han leído dicho programa. Y de ser así, nos seguimos preguntando si realmente lo han entendido. Nos asaltan esas dudas.

Leer es transcendental. O lo era. Dicen que nuestra libertad depende de las posibilidades que tengamos de idear, crear, nuevas alternativas para nuestras vidas. De ensanchar nuestra percepción y con ella nuestra realidad. De contar con un juicio cabal basado en la reflexión. Y que todo ello lo conseguimos fundamentalmente a través de la lectura de buenos libros. Pero éste es un hábito que estamos perdiendo. No es que se lea menos que antaño, sino que se lee peor. Hemos pasado de una lectura fija, profunda, y continua en un único soporte -el impreso- a una lectura no lineal, intermitente, que se muestra en múltiples y variopintos medios. Especialmente los más jóvenes leen conversaciones de WhatsApp, fragmentos de textos, títulos de noticias, retazos textuales en juegos de video? Y, como mucho, se sumergen en la lectura de ciertos best sellers que, para los defensores de la literatura de calidad, son escasamente nutritivos pues se trata de lectura de evasión. Como dice el dicho “lo importante es la calidad y no la cantidad”.

En cualquier caso, el cuarenta por ciento de la población española no lee nunca o casi nunca. España va en el coche trasero del tren europeo. Sólo inferiores son los niveles de lectura de Grecia (35,6%) y Portugal (35,4%). Los suecos son los más leídos: un 71,8%. Seguidos de los finlandeses (66,2%), los luxemburgueses (55,8%), daneses (54,9%), holandeses (52,9%) y alemanes (49,8%). Como apuntaba el periodista Jesús Quintero: “Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la de un primate”.

Muchos son los que consideran que lo que está sucediendo desde hace tiempo en Europa o en Estados Unidos -con el auge de pensamientos insolidarios, xenófobos, machistas?- tiene raíces culturales más que políticas o económicas. Si esto es cierto, apostar en serio por la cultura sería la mejor solución para poder construir un futuro mejor para todos.