pamplona - Hoyo, agujero y vacío. Conclusiones espaciales en Jorge Oteiza es el sugerente título del nuevo libro que acaban de editar la Fundación Museo Jorge Oteiza y la delegación navarra del COAVN en colaboración con el Ayuntamiento de Egüés. En el volumen, su autor, el arquitecto y profesor vallisoletano Jorge Ramos Jular, establece una relación entre las obras escultóricas del creador de Orio con el tratamiento del espacio propio de la arquitectura.

“Del mismo modo que Oteiza usaba la escultura para entender cuestiones más elevadas, yo le he usado a él como medio para entender no solo su trabajo, sino sobre todo el espacio en la arquitectura”, explicó ayer Ramos (Valladolid, 1976) durante la presentación del volumen, en la que estuvo acompañado por el director del museo de Alzuza, Gregorio Díaz Ereño, y por el presidente de la delegación navarra del COAVN, Patxi Chocarro. El primero se mostró orgulloso de la cantidad de publicaciones que ha realizado la Fundación en sus 15 años de vida, nada menos que 40, y valoró la “excelencia, calidad y rigor” de todas ellas, destacando el “mundo fantástico lleno de ideas y de imágenes, muchas y muy trabajadas”, de la presentada ayer en el COAVN.

La investigación de Ramos partió de la tesis doctoral que presentó en la Escuela de Arquitectura de Valladolid, concretamente del curso Modernidad y Contemporaneidad en la Arquitectura, “en el que aprendí que la integración entre arte y arquitectura es muy importante para los arquitectos”. Asimismo, fue en un breve texto que Oteiza escribió al regresar de la Bienal de Sao Paulo de 1957, titulado Propósito Experimental Irun, donde encontró “la clave” para su estudio. En dicho documento, el guipuzcoano señaló que “será el espacio de la arquitectura donde se situará para realizar lo que él llama una obra de arte entera como solución espacial para el hombre”. Es decir, en opinión de Ramos, “Oteiza entiende que la arquitectura es el lugar para que el arte pueda ser completo”. Y es lo que le condujo a pensar que “quizá sus esculturas podían ser entendidas también como arquitecturas”, así que se acercó a ellas como lo hacen en su oficio, “midiéndolas”. En ese sentido, pasó un tiempo registrando “cuidadosamente” las dimensiones de las piezas del museo. “Disfruté muchísimos aquellas horas”, reconoció ayer el autor de este volumen en el que recoge los dibujos que realizó de cada una de ellas, desmenuzándolas y presentándolas a través de unos parámetros que permiten “mirar de otra forma” las creaciones del escultor vasco. Esa es una de las aportaciones que le gustaría realizar a Ramos, que cita la imprescindible colaboración del artista y fotógrafo Juan Carlos Quindós, que tomó una serie de imágenes experimentales que no solo ilustran la tesis de Ramos, sino que “amplían esas interpretaciones”.

conclusiones El arquitecto agradeció el “apoyo” y la “ayuda incondicional” que le brindó el equipo del Museo Oteiza, en particular la del documentalista Borja González, la conservadora Elena Martín y el subdirector Juan Pablo Huércanos, “que me dieron libertad absoluta”, además de la labor desempeñada por Jesús Irisarri en la maquetación del libro. Y citó a Juan Carlos Quindós, por sus fotografías; a su director de tesis, Fernando Zaparaín, “por acompañarme durante este camino de diez años”, y a Txomin Badiola, responsable del Catálogo Razonado de la obra de Oteiza, “por ayudarme a centrar los objetivos del trabajo”, como tres de los pilares en los que se ha apoyado para realizar esta exploración con la que obtenido tres conclusiones basadas en las tres palabras que usa como título.

En primer lugar, hoyo “como idea del espacio modelado”, que Oteiza “trabaja a partir de la superficie, creando topografías”, como ilustra el dibujo de la portada del libro, un pequeño apunte que refleja a un hombre resguardado en un hueco (hoyo) que cava en la arena de la playa. Seguramente un recuerdo de sus veranos en Orio. En segundo lugar, el espacio agujero, con “la inclusión de la luz como elemento clave para perforar”, como herramienta “para entrar en la materia” y que a la vez “abre una ventana, un marco a través del cual mirar”. Es la idea del catalejo que el creador recoge en otro de sus escritos. Y en tercer y último lugar, el vacío, tal vez la noción más arquitectónica. “Los arquitectos creamos los límites a través de las paredes, del plegado de estas, para contener el espacio vacío, pero que puede estar cargado de mucha densidad arquitectónica o artística en el caso de Oteiza”, indicó Ramos, para quien estas tres categorías “intentan servir como sistema de análisis de la obra de Oteiza, pero también de la arquitectura”, de ahí que muestre una serie de ejemplos de proyectos y edificios emblemáticos con la intención última de “iniciar un juego, casi, para comprender la arquitectura y la escultura de Oteiza de una manera abierta y de relaciones” entre ambas disciplinas.