Dice el calendario que mañana se celebra el Día Internacional del Libro. Y con este motivo, a lo largo de estas semanas, en muchos puntos del mundo se organizan todo tipo de actividades, presentaciones, ferias, charlas, lecturas públicas... El territorio alavés no es una excepción. El objetivo es doble. Por un lado, fomentar la lectura. Por otro, animar las ventas. Eso sí, por suerte, el universo que conforman los libros va más allá de una jornada puntual y son legión los que disfrutan en cualquier momento de aquello que se encuentra entre las páginas. En Agurain, en Zigoitia y en Amurrio, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA se cita con algunos de estos lectores, con aquellos que comparten con otros su amor por la literatura.

En los primeros jueves de mes

La Casa de Cultura de Amurrio lleva acogiendo, a las 19.15 horas de cada primer jueves de mes y desde 2005, un encuentro de amantes de la lectura un tanto peculiar que ha escogido, precisamente, la fecha de sus reuniones como nombre. Y es que “no somos un grupo de lectura al uso en el que todos los integrantes reflexionan en torno a un mismo libro o similar, sino una convocatoria mensual, un llamamiento o encuentro en el que compartimos con el resto de compañeros, cada día uno, esa novela, género, autor? que nos ha emocionado”, explica Eduardo Fraile, profesor de la Ikastola Aresketa de Amurrio y uno de los integrantes de Primeros Jueves.

De hecho, la iniciativa surgió a raíz de los talleres de encuentro con la literatura que, en colaboración con el Ayuntamiento, lleva dirigiendo Fraile desde 2004. “No es algo cerrado, hemos llegado hasta a oír óperas e indagado en la relación entre literatura y otros géneros tales como música, cine, cómic, ensayos, viajes y hasta gastronomía”, enumera.

La dinámica es sencilla. Al comienzo de año estrenan una agenda y atribuyen la organización de la sesión de cada primer jueves de mes, que suele durar en torno a una hora, a uno de sus socios y de forma rotativa. “Somos entre 15 y 20 personas que nos enriquecemos las unas a las otras, porque cada uno busca en su baúl y cada uno es diferente. Unos están llenos de música, otros de vivencias, otros de viajes? y todos de muchas emociones. Somos gente muy diversa con formas muy diferentes de ver la lectura, por lo que de cada encuentro sales como muchas referencias, se aprende mucho”, relata Alfredo Gómez, otro miembro del encuentro y también profesor, esta vez del colegio Virgen Niña, que está convencido de que “esa es la clave del éxito, porque dimos con la fórmula perfecta y la que nos ha hecho pervivir en el tiempo”, apunta.

Fraile añade otro aspecto importante de los Primeros Jueves. “La filosofía del encuentro es la forma de vivir la literatura de cada uno de los integrantes. Es el compartir las emociones, más allá del texto, porque saca lo mejor de cada uno y eso engancha. No hace falta tener un profundo conocimiento de teoría literaria, esto no es un encuentro de elite ni de personas con un supuesto nivelón cultural, aquí nadie se acompleja porque todos tenemos algo que enseñar y mostrar”, subraya.

Así, ha habido compañeros que han preparado su sesión basándose en los tebeos que leían en la infancia, y otros que han optado por la investigación on line para ofrecer a sus compañeros una clase magistral sobre poesía tan poco conocida como la popular de las mujeres Pastún de Afganistán o la erótica de las Trobairich (mujeres juglares de la Edad Media). “Hemos tenido desde astracanadas, que es una representación teatral burlesca, hasta una doble presentación sobre testimonios de la Guerra Civil a través del cómic Malos Tiempos de Carlos Giménez; y la explicación de La Traviata que trajo una compañera, me hizo darme cuenta de que también me gusta la ópera. Estos trece años han dado para mucho”, recuerda Fraile.

Como testimonio de cada año editan una revista de consumo interno, a la que han bautizado como La Gatera. “Vamos once números y se la debemos a nuestro compañero Roberto que es quien se encarga de recoger todas las colaboraciones que cada uno le remitimos en abril. Luego él lo maqueta, y se publica en junio”, explican. No obstante, también organizan actos para toda la población como el encuentro literario de lectura compartida que llevaron a cabo el viernes 20 en la sala de exposiciones de La Casona, por noveno año consecutivo, y en torno a la conmemoración del Día del Libro. “Se trata de un encuentro en torno a la palabra en el que cada participante comparte con el resto de asistentes un texto breve. Pueden ser aquellas líneas de su libro favorito, novela, poema, fragmento de ensayo o diálogo teatral, que le susciten sentimientos especiales”, explican.

A este encuentro abierto de lectura compartida se le suma la colaboración que, desde hace cuatro años, mantiene los Primeros Jueves con la dinámica gasteiztarra de Poetas en Mayo. “Nos llamó Elisa Rueda porque quería extrapolar al resto de la provincia esta cita con poetas, sobre todo, latinoamericanos que se organiza en la capital y aceptamos”, recuerdan Fraile y Gómez. La de este año será el 24 de mayo en la sala de exposiciones de La Casona y tendrá dos partes. Una el ya tradicional recital de versos por parte de los rapsodas internacionales que lleguen a la villa ayalesa; y otra, el encuentro de estos con los escolares del municipio. “Como yo trabajo en la ikastola y Alfredo en el Virgen Niña, cada año nos vamos alternando para que los poetas visiten a los escolares de secundaria de uno u otro centro”, explica Fraile.

Esta edición le tocará el turno al alumnado de tercero y cuarto de ESO de la ikastola amurrioarra, que también tendrán su parte activa en el encuentro recitando poemas en euskera, “para que los rapsodas vean como suena nuestra lengua” o decorando el centro educativo para la ocasión. “También les enseñamos el Valle de Ayala”, sentencian Fraile y Gómez.

Por el amor a las letras

Un club de lectura es un encuentro de personas a las que les une, sobre todo, el gusto por leer y compartir con otros lo que les aportan los diversos libros que pasan por sus vidas. Los lectores se implican en el trasvase entre la lectura individual y la colectiva, y acaban por convertir el evento en un momento de enriquecimiento personal y grupal al contactar con las opiniones y sentimientos que suscitan los libros leídos entre los demás. Este fenómeno, que ha proliferado en los últimos años, ha acabado por convertirse en una auténtica herramienta de divulgación y fomento de la lectura. Son numerosos los clubes de lectura que han ido surgiendo. Entre ellos se encuentra el club de lectura de la biblioteca de Agurain.

La primera sesión de este club se realizó hace cinco años. Nacieron, según sus propias palabras, “con la idea de promover la lectura y vincular esa promoción a nuestra colección de literatura”, explican los miembros del grupo con su última lectura, La elegancia del erizo (Muriel Barbery), sobre la mesa.

Su dinámica consiste en la puesta en común de las impresiones que cada uno recoge sobre el libro leído. Así pues, cada mes el grupo lee un título facilitado por la biblioteca y una vez terminado, se reúne para tratar sobre el mismo. “Es una oportunidad única de compartir aquello que la lectura nos aporta con otras personas, una experiencia muy divertida y enriquecedora”, explica Araceli, una de las impulsoras del grupo. “En la asociación de mujeres teníamos una actividad que era de tertulias literarias. Este grupo surgió por la necesidad de seguir con el tema”, explica Karmele.

Este interés les llevó hasta la biblioteca municipal donde encontraron el apoyo para la formación del club. Así desde hace cinco años se reúnen un jueves al mes para poner en común sus impresiones sobre un libro. “A principios de temporada se hace un listado con los temas a leer”, explica Helena, encargada en la actualidad de la elección de los volúmenes.

El grupo, formado en estos momentos por siete mujeres y un hombre de edades comprendidas entre los 45 y los 72 años, lee una decena de libros al año. “Descansamos los meses de agosto y septiembre”, apuntan. En su bibliografía tienen cabida desde best sellers como La Catedral del Mar o Palmeras en la Nieve, hasta literatura de autores euskaldunes como Días de Nevada de Bernardo Atxaga o libros que abarcan diferentes culturas, entre otros. “Tratamos que sean libros totalmente diferentes, que no sean las típicas novelas”, explica Helena.

Desde su formación han leído cerca de medio centenar de referencias, tocando casi los cuatro puntos cardinales, a través de géneros y temáticas diversas, desde la esclavitud al tema del exilio, la búsqueda de la identidad o la propia observación, crítica y construcción de sus propias sociedades. Sin dejar de lado las nuevas narrativas que se abren paso con fuerza y que abordan ya todos los géneros y temas.

Los miembros del club consideran que se trata de un instrumento más para el acercamiento y presencia de las letras, tan olvidadas, y una manera de transmitir y convencer a más personas para que se adentren en un universo que se están perdiendo por absoluto desconocimiento.

En las reuniones se debate sobre lo que se ha leído en casa: el estilo literario, la acción misma, los personajes... y es bastante frecuente derivar desde el libro a las experiencias personales de los miembros del club. “Empezamos hablando de un tema y acabamos en otro totalmente diferente”, reconoce Antonia a quien en esa ocasión la lectura se le ha atragantado un poco. “Me ha parecido un poco pesada. No entendía casi nada”, reconoce la veterana del grupo al tiempo que señala que “ahora que lo hemos ido desgranando me he enterado un poco mejor de lo que realmente sucedía”.

La gran aceptación que tienen los clubes se debe, seguramente, a que reúnen dos alicientes como son la lectura personal e íntima y la posibilidad de compartir esa lectura con otras personas. Todos los participantes en el grupo de Agurain reconocen que “las opiniones de los miembros del grupo enriquecen mucho la impresión inicial que cada uno saca leyendo en solitario”. El apoyo del grupo es también muy positivo en el caso de algunos libros más exigentes de lo normal, hacia los que muchos lectores muestran pereza cuando están solos y que se leen con más facilidad si otras personas lo hacen al mismo tiempo.

Además de ganar fluidez en la lectura o enriquecimiento con la propia historia los miembros del club aguraindarra reconocen que “también no sirve para conocer geografía o nuevas religiones, ya que cuando salen ciudades o cuestiones así las situamos en el mapa. Los libros nos sirven para ampliar el contexto”. Apuntan que “para generar debates elegimos libros no tan comunes” y reconocen que en los últimos tiempos están dando más presencia entre sus elecciones a las novelas escritas por mujeres. Ismael es el único hombre del grupo. “Él nos aporta la visión masculina sobre los diferentes temas que tratamos”, admiten ellas.

Amantes de las letras, los componentes del grupo reconocen que no les gusta ver plasmada la historia en la gran pantalla. “Preferimos leer el libro a ver la película, ya que generalmente luego nos decepciona. Tenemos una idea preconcebida en la cabeza que luego no se parece al filme”, relatan como les ocurrió con Historia de Navidad. “Fue decepcionante, no tenía nada que ver con el libro”.

Su participación en el club de lectura de Agurain les ha llevado a organizar en los últimos años actividades paralelas para fomentar su amor por las letras. “Durante tres años hemos estado leyendo en Zabalarte el Día del Libro, hemos vendido libros, hemos participado en reuniones con autores o en intercambios con otras localidades”, señalan. Una de las propuestas más gratificantes es conocer al autor o autora del libro que tienen entre manos como ocurrió cuando estuvieron junto a Lucía Etxebarria o con Álvaro Arbina en la presentación de su libro La mujer del reloj.

Así lo relatan Araceli, Esperanza, Mera, Maritxu, Ismael, Karmele, María Luisa, Antonia, Helena y Esther, que seguirán compartiendo su amor por las letras y ampliando nuevos horizontes desde las hojas de un buen libro.

Las palabras que se cuentan

En Zigoitia, el libro forma parte de la vida cotidiana de los vecinos, con independencia de sus edades. La razón se debe a que desde hace tres años, una vez a la semana, un buen número de ellos se reúnen en la biblioteca del centro cultural y escuchan la lectura de un libro y hasta su escenificación a través de los propios habitantes del municipio.

Se trata de una experiencia que denominan Tú me cuentas un cuento y desde su origen ha estado impulsada por un grupo de personas que, eso sí, con el paso de los años ha contado con nuevas incorporaciones, siempre contando, además, con el apoyo incondicional del responsable del centro cultural.

Además, no es la única iniciativa en torno al libro y a la lectura que se produce aquí, ya que también existe un club de lectura en euskera para madres y padres con sus niños de 6 a 8 años (en la actualidad se desarrolla la campaña IGO 2018 para fomentar la lectura de libros en euskera a cualquier edad con premios para poder adquirir más libros en euskera).

La idea de Tú me cuentas un cuento surgió en una conversación en la que se comentaba el caso de un vecino de un pueblo cercano, que era ciego y había pedido que le leyeran un cuento cada día. Elena González, una vecina que recordaba esta historia, contaba que para aquel hombre “ése era el mejor momento del día” y entonces se pensó en los niños y en los mayores, a quienes esa sugerencia de animarles a la lectura podría partir de alguna iniciativa similar que se podría poner en marcha en la biblioteca.

Con esa intención se habló con Javier Arbulu, que es el responsable del centro sociocultural, y entonces se propuso que se podrían hacer lecturas todas las semanas alrededor del sillón que hay en la biblioteca. Incluso que se podrían escenificar algunas. Arbulu habló con la gente del pueblo, les comentó el proyecto que se estaba preparando y fueron muchos los que se animaron a participar y asistir. El primer reto estaba logrado. El segundo era decidir qué libros podían tener más atractivo entre la gente, según las edades, ya que “uno de los objetivos era y es enganchar a niñas y niños a partir de los siete años”, según comenta otra de las organizadoras, Susana Mariaca.

De esa tarea se responsabilizó Arbulu, poniendo a disposición de las personas que van a leer o a escenificar una lista de cuatro o cinco títulos para que elijan ellas mismas. Así comenzó a funcionar la idea. Un día a la semana acudía la gente a la biblioteca a escuchar las lecturas o ver las escenificaciones. Unas veces fueron solo 12 o 13 personas, pero en la mayoría de las ocasiones superan las 40, que se reúnen de manera informal en la sala de lectura y no solo escuchan, sino que “hay personas que a través de estas lecturas retoman el hábito de la escritura que practicaron de niños”, comenta Milagros Andrés.

Las lecturas las comenzaron las aitas o amas y con ello se lograba que los pequeños “estuvieran más implicados en esa actividad y animados a participar”, según Maite Ferreira, y al final tres jóvenes de 17 años son las que están llevando el peso de ser contadoras tras haber sido escuchadoras, Sahara, Marieta y Jon. “Cuesta un poco superar la timidez”, cuenta Sahara, “porque al principio vas más cohibida. Pero después de dos años ganas confianza por la experiencia que ya has tenido y todo va mucho mejor”.

El hecho de escuchar los libros “no está sustituyendo al placer de la lectura”, afirma Laura Companión. “Por el contrario, los críos usan más los libros que tienen en la ludotegi”. Y es que “el que nos lean nos gusta a todos, pero lo que están viendo en la biblioteca es que hay muchos niños que se llevan cuentos a casa para leer”, lo mismo que hacen los mayores.

A esto se añade el poder dar continuidad a las historias en las escenificaciones. Sonia Garrido recordaba que cuando se leyó La bruja Corrocota, los lectores “dieron continuidad a la historia para divertirse”.

La experiencia se ha consolidado y durante el curso escolar se mantiene la cita semana en la biblioteca, excepto en vacaciones ya que “la gente no se cansa. Esto que hemos hecho es algo vivo y lo preparamos con muchas ganas. Por esa razón está creciendo y cada vez hay más ganas de continuar. Es algo muy bonito”, dice Ana Herrero.