Lo bautizaron Mario Fortino Alfonso, con tres nombres ya que aunque nació pobre siempre fue pero que bien honrado, el hombre que no más que hacía reír y reír y llorar y venga llorar de contento y felicidad. Se nos fue, porque era muy nuestro, muy de todos, El peladito, como era conocido por el aspecto que lució en algunas de sus primeras y sin embargo más frescas películas, el 20 de abril de 1993, ahora se cumplen 25 años y a los 81 de edad, aunque llevaba ya nueve retirado de la profesión y a causa de eso que eufemísticamente se suele decir una larga y cruel enfermedad.

Mario Moreno Cantinflas, el gran e inolvidable actor puro mexicano, nació en el Distrito Federal de México, en el barrio humilde de Santa María la Ribera y se crió en el de Tepito, otro barrio humilde pero de impensable actividad comercial y, según no faltan quienes aconsejan, de los de andarse con más de dos pies por la cantidad de manos sueltas que pululan. De catorce hermanos fue el sexto (al nacer, sólo sobrevivieron ocho), hijos de su mamacita María de la Soledad Reyes Guízar y de Pedro Moreno Esquivel, de profesión cartero de los más bajos del escalafón, un matrimonio de pocos posibles pero que (ahí está el detalle, 1940) supo transmitir a su prole valores de honestidad, generosidad y respeto hacia los más débiles.

Desde chico se dedicó a varios y muy distintos trabajos, que de él bien puede decirse que nunca permaneció ocioso, desde ayudante de zapatería, para ascender a bolero (limpiabotas, lo que luego protagonizaría (El bolero de Raquel, 1956), mandadero, cartero, taxista, empleado de billar, boxeador (le llegaron a llamar El chato, por los golpes que recibía en su nariz) y hasta torero con escaso éxito pero con afición que guardaría toda su vida y que igualmente representaría (El padrecito, 1964 y La vuelta al mundo en 80 días, 1956).

Esta última película, precisamente, sobre la preciosa novela de Julio Verne, junto a David Niven, Shirley MacLaine y Robert Newton y los cameos de otros actores de gran prestigio, fue la que le lanzó al mercado cinematográfico anglosajón y a la fama y el reconocimiento internacionales. El filme obtuvo cinco Oscar de ocho nominaciones, además de otros varios premios.

Pero antes, en 1928, marchó voluntario como soldado de infantería de lo que le sacó su padre al demostrar que era menor de edad con 16 años cuando había mentido, fingiendo que tenía 21. Se casó con la moscovita Valentina Ivanova Zuvareff el 27 de octubre de 1934 y permanecieron juntos hasta la muerte de ella, en 1966. Debido a la imposibilidad de la pareja de tener hijos, en 1962 adoptaron a Mario Arturo Moreno Ivanova.

Filmografía ejemplar

Protagonizó 53 películas, las primeras (33) en blanco y negro y quizás las más representativas de su filmografía (aparte de la citada La vuelta al mundo en 80 días, que es la más requerida todavía) y todas ellas son una muestra de su humanismo, de respeto y generosidad hacia los más pobres y necesitados. En su cine se enfrentan el bien y el mal en argumentos prácticamente calcados, en los que vencen siempre los buenos sentimientos, la honestidad y la solidaridad, valores que le hicieron particularmente querido y admirado por los más humildes que se veían representados en él.

Su apariencia, con su bigotito apenas marcado en los dos extremos de su labio superior (no faltan quienes afirman que deliberadamente contrario a los que lucían Hitler y Franco), su gastada camiseta de manga larga y la cintura de sus calzones (pantalones) caídos hasta donde la espalda y el vientre pierden su nombre, un mínimo y arrugado sombrerito, su pañuelo anudado al cuello y un retal de tela permanentemente colgado al hombro, se hizo popular, familiar en su “torpe aliño indumentario”.

Su personalidad cómica arrasaba, su jerga en complicadas disquisiciones verbales le hicieron favorito de todos y por su sentido social presidió la Asociación Nacional de Actores y fue el primer secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica. Se retiró y dedicó a ayudar a los demás a través de la caridad y de organizaciones de beneficencia, sobre todo las de ayuda a la infancia. En México, sus funerales duraron tres días con asistencia de miles de personas, fue homenajeado por muchos jefes de Estado y, curiosamente, el Congreso de los Estados Unidos guardó por él un minuto de silencio. Donald Trump no lo habría hecho.