los abundantes euros necesarios para que funcionen las maquinarias de teles públicas y privadas provienen básicamente de dos fuentes: la publicidad pura y dura, a precio de mercado, y las subvenciones de capital que proceden de os impuestos. La financiación de las públicas a lo largo del tiempo se han nutrido de dos fuentes y la demanda continua de las privadas ha sido que desapareciese la publicidad de las emisiones de las públicas, por aquello de la doble financiación y competencia desvirtuada. Fue el gobierno popular quien eliminó la publi para La 1 y similares, en un intento de agradar a las privadas, incrementado el gasto del erario público para subvención. Y un día, misteriosamente se puso de marcha un artificio conceptual y contable que se llama patrocinio, que consiste en emitir en pantalla con imagen y sonido un producto y su marca con la mosca de “espacio patrocinado por?” y así tan descaradamente apareció otra vez la publicidad encubierta como maná para hacer frente a gastos deficitarios de La 1. El diccionario de la RAE dice en la voz patrocinio, protección o ayuda prestados a alguien por patrono o persona con poder o influencia. Ya se sabe blanco y en botella, leche es; pues en el caso presente lo mismo. Por la puerta de atrás y con manifiesto descaro, los ingresos de La 1, proceden de entidades privadas bajo el espantajo del patrocinio, que lo mismo anuncia un ultramoderno horno de cocina último modelo, que un coche de marca oriental. Todo sea por el mantenimiento de lo público, aunque haya que utilizar resbaladizas fórmulas que terminan siendo publicidad pura y dura, que por cierto era lo que se quería evitar. Memorias olvidadizas y descaros manifiestos haciendo del dichoso patrocinio ayuda necesaria y agradecida que no evita el déficit de la tele de siempre que consume millones de euros de las arcas de Montoro. Y las privadas en mutismo absoluto, por algo será.