Fue regresar de su última gira con Marky Ramone hace tres semanas y unirse al resto de Piztu Punk -donde se reúnen de vez en cuando varios conocidos músicos de la escena vasca- para tomar parte el pasado 23 de diciembre en el homenaje que en Bilbao se llevó a cabo a Eskorbuto. A la capital vizcaína regresa mañana, pero esta vez junto a sus Sumisión City Blues en lo que va a ser el primer concierto del año de los gasteiztarras, que están a punto de editar su nuevo disco, El evangelio según Sumisión City Blues, aunque ya se puede escuchar a través de Internet el adelanto de uno de sus temas, Mundo mejor. Con todo, no habrá que esperar mucho para volverle a ver en casa. El sábado 13 estará junto al resto de sus compañeros en Helldorado. Pela (Iñaki Urbizu) no para. Es más, con el batería norteamericano estará otra vez a partir del 1 de marzo para hacer un nuevo tour por Argentina, Chile, Uruguay y Perú.
“Qué más me gustaría a mí que estar forrándome... estoy viviendo, que ya es bastante”, se ríe el cantante, quien junto al neoyorquino Marc Steven Bell ya ha estado tocando en México, Colombia, China, Estados Unidos, Suecia, Bosnia, Italia, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, India... “Lo que más me gusta de este trabajo es que, por primera vez en la vida, veo que me están valorando sin ningún tipo de prejuicio, sin seguir modas. En un curro normal, se valora siempre más al que pasa más horas debajo de la mesa del jefe que al que es más hábil. En el rock and roll, cuando haces tu música, tienes que lamer ciertos culos si quieres subir a cierto nivel. Nunca he tragado con eso. Ahora creo que, por primera vez, un tipo que ha tocado con los mejores me está diciendo: quiero a este tío conmigo. Eso es la hostia, la gran satisfacción”.
Esa relación comenzó en marzo de 2016. A principios de aquel año, Helldorado acogió el concierto de homenaje al guitarrista alavés Roberto Alzola. Fue también la despedida a Gramones, el tributo a los Ramones donde Kokillo y Pela compartían camino (su última actuación juntos se produjo el 2 de octubre de 2015 en La Rochelle). Marky Ramone estaba buscando un cantante para una serie de citas en México pero no encontraba a la persona adecuada. “El manager de Marky es amigo de Juan Uriarte [alma de Helldorado], quien le había hablado de mí. Me llamaron para ese pequeño tour y, por supuesto, fui”, recuerda el intérprete, aunque reconoce que “al principio no las tenía todas conmigo, fue mi novia la que me animó”.
“Conocer a Marky fue un puntazo. No sé la imagen que la gente tiene de él, pero es un currela del rock and roll increíble. El tío se preocupa mucho por su trabajo. La pasta por tocar no le hace falta. Toca porque le mola. Eso es lo que más me gustó cuando le conocí”. Y eso que en los dos primeros conciertos en México el gasteiztarra admite que “estaba un poco acojonado. No me soltaba de la pata del micro”. Tras un breve encuentro en el Azkena Rock Festival, el batería le volvió a llamar en otoño de 2016 para cruzar el charco de nuevo, esta vez con Colombia como objetivo (también iban a actuar en Venezuela, pero la muerte de Fidel Castro conllevó la suspensión de la cita). “En Medellín estábamos en un estadio ante 44.000 personas y dije: aquí hay que empezar a hacer lo que sé. Siempre me dice que me parezco mucho a Stiv Bators (Dead Boys) y al hacer el rock and roll a la manera que él y sus amigos me enseñaron, pues le parezco bien”.
En este sentido, Pela asume sin problemas la responsabilidad que supone este proyecto: “tienes que pensar que hay muchos jóvenes que van a ver a un Ramone por primera y tal vez única vez. Eso es la leche. Por eso, intento hacerlo con el espíritu Ramones, aunque le ponga mi rollo de actitud. Si un chaval de Indonesia es la única vez en su vida que va a ir a ver a un Ramone, yo quiero que se lleve un conciertazo de la hostia”.
La vida en gira Antes de cada concierto, el batería y sus músicos siempre hablan sobre lo que va a suceder cuando salgan a escena. “No me pide mucho por la razón de que yo aprendí el punk rock con él y sus amigos, no sólo los Ramones sino con Johnny Thunders, Richard Hell y esa gente”. Tras cada actuación también hay charla para ver cómo ha salido todo. “Se preocupa mucho de lo que ofrece, de los repertorios... y también de nosotros; siempre está muy pendiente de si has dormido bien, qué tal la habitación, el desayuno... Es muy atento”.
Por lo general, el equipo en cualquiera de los tours está compuesto por seis personas (cuatro músicos, el técnico de sonido y el road manager). “Estamos trabajando, somos todos profesionales pero en lo personal intentamos llevarnos de la mejor manera posible”. Incluso, aunque en la última gira por Australia y Nueva Zelanda han dado nueve conciertos en diez días, en ocasiones hay tiempo para hacer algo de turismo. “Lo mismo en India que en México, te pica hasta el desayuno”, ríe Pela.
“Lo que más me jode es comer en los aeropuertos. Me da un asco de la leche”, admite, aunque en su recuerdo gastronómico también hay buenas referencias: “hace unas semanas, en Yakarta, nos fuimos a dar una vuelta el guitarrista y yo, y comimos en un chiringuito de la calle que consistía en un señor indonesio con un carro que daba miedo verlo y en el que hacía fideos. La gozamos a lo grande. De hecho, procuro probar la comida de los sitios a los que vamos. El año pasado me acuerdo que comimos un atún rojo en Bakú, que no he probado una cosa así en la vida”.
Pero, sin duda, lo importante sucede en el escenario, ante espectadores de cuatro continentes. “En Yakarta fue la leche porque nos encontramos con un público muy salvaje. Tocamos en un garito que era un Hard Rock Café, que espero que hagan mejor el café que el rock... Pusieron una cuerdita de seguridad que se la comía la gente. Colocaron ocho personas de seguridad y no podía ni hacer un gesto porque se me venía todo el personal encima. En Indonesia me impresionó mucho ver a las chavalas musulmanas con el pañuelo en la cabeza cantando golpea al mocoso con el bate de beisbol (de Beat On The Brat). Eso fue un puntazo. En India, no las teníamos todas con nosotros. Marky no sabía qué repercusión tenían allí Ramones. Por lo general, dejamos Blitzkrieg Bop para el final, ya sabes, Hey, ho, lets go!. Allí dijo: vamos a tocarla la primera porque si no nos conocen, esta canción igual les suena de algo. Buahhh! Claro que conocían a los Ramones”.
Al gasteiztarra también le sorprende las edades de quienes les acompañan en estos directos. Por ejemplo, en Australia se ha encontrado con públicos donde, como sucede aquí, había más presencia de personas de 30 y muchos, 40, 50 años. Sin embargo, en India “nadie pasaba de los 30”. “En Italia van muchos chavales de 18 y 19, que acuden con los padres y se saben todas las canciones. Ahí hay futuro. Donde creo que está peor la cosa es aquí”, apunta con cierto aire de resignación.
Otro de los directos junto a Marky Ramone que Pela recuerda de manera más intensa es el que ofrecieron en Miami. “Pensaba: le estoy cantando a los yanquis en su idioma. Pero estuvo guay. Luego hablando con la gente, se pensaban que era alemán o holandés. Eso me lo dijeron también en Australia. Vamos, que no está tan mal el acento”, asume con una sonrisa. Eso sí, advierte, “estés donde estés, a todos hay que cantarles las letras clavadas”. Con todo, el cantante gasteiztarra asegura que no lleva un diario de todos estos avatares. “Al final, no tiene tanto misterio: llegas, pruebas, vas al hotel, descansas, tocas, vas al hotel y viaje. Aparte, como soy de mirar adelante, no soy de dejar un registro de lo que queda atrás”.
Aquí y allí De nuevo en Gasteiz, su grupo pide paso. “Con Sumisión nos tenemos que apañar, no queda otra. Además, al estar de gira tengo mogollón de tiempo para estar solo. Está guay porque puedo escribir, leer... me da tiempo a trabajar para Sumisión y mis compañeros están encantados porque por fin tengo tiempo para la música. Antes trabajaba en una fábrica que me absorbía mucho, demasiado”.
Con todo, a quien todavía no le ha puesto nada de los vitorianos es a Marky Ramone. “Él lleva sus tiempos. Se ha criado con la mejor música del mundo, con los Ramones, con The Voidoids... En cuanto me la pida, se la pondré. Sé que me sigue en las redes sociales. Pero a veces he visto que le regalan discos y no hace mucho caso. Así que cuando me la reclame, se la pondré. A veces me pregunta: tú tienes tus propios seguidores, ¿verdad? Hombre, llevo toda la vida tocando y hay gente que me sigue, pero... Lo que sí me gustaría es poder escribir alguna canción para tocarla con él, eso sería increíble”.
De momento, aguardan los conciertos con Sumisión City Blues así como la salida del nuevo disco. Y volver con el batería norteamericano en marzo. “Vamos a ver cómo se comporta 2018”.