“Va mi familia más a Barcelona que yo venir a Gasteiz, la verdad. Pero estar aquí en Navidad es sagrado. Mi madre es de Eibar y si no vengo en estas fechas, me mata a collejas”, ríe Jonathan Herrero. Eso sí, el cantante vitoriano regresa esta vez a su ciudad natal con la compañía de A Contra Blues, su grupo desde hace 12 años, una “pequeña familia” con la que cerrará el atractivo cartel que Helldorado ha preparado para mañana por la noche. Una despedida del año llena de ritmo con los también alaveses I Think Soul, el imprescindible El Twanguero y el mencionado quinteto barcelonés -las entradas se pueden conseguir de manera anticipada por 14 euros- que desgranará los temas de su último disco, Heart & Guts, aunque a buen seguro habrá tiempo para canciones de sus anteriores trabajos.

De escuchar a Radio Futura y Camarón en la niñez a tocar metal con los amigos en Adurza y a tomar parte en los encuentros musicales que Alberto y Nando de la Casa organizaban en Katanga. “Me decían: muchacho, esto es lo tuyo”, el último empujón para, a los 23 años, dejar Vitoria y encaminarse a Barcelona y seguir formándose como músico. “A ese Joni le diría que se quitase los miedos mucho antes. Personalmente, la música ha obrado milagros en mí, así que le pediría que despertase cuanto antes”.

Toda vez en la ciudad condal conoció a Héctor Martín Díaz, el culpable de introducirle en el blues. Después se fue completando el resto del camino y nació un A Contra Blues que en 2014 fue elegida como la mejor banda del género en el viejo continente en el European Blues Challenge. “Son doce años, seis discos, 700 bolos y seguimos ahí. No se puede pedir más. Lo que la gente asocia al éxito es una entelequia. ¿Qué es el éxito? Poder vivir y trabajar de la música para mí”.

Con todo, en los cuatro últimos años el salto de A Contra Blues fuera de las fronteras estatales ha sido cada vez mayor. Escenarios de Luxemburgo, Noruega, Suiza, Portugal, Francia, Dinamarca, Letonia... les han abierto sus puertas. “No somos, ni mucho menos, una banda puramente de blues, sino que somos un grupo de rock al que le entusiasma el blues y a partir de ahí juega con todo, desde el rockabilly hasta lo que sea”, una libertad fundamentada también en las influencias y gustos de cada uno de los componentes: “Núria [Perich Chastang] viene del hardcore y del jazz, que es como muy raro. Héctor y Alberto [Noel Calvillo Mendiola] tienen una influencia más clásica, la Creedence, Beatles... Y Joan [Vigo Fagín] viene más del grunge”. En este sentido, el cantante explica que “hemos tocado en muchos festivales de blues, nos siguen llamando de muchos de estos certámenes, pero a partir del tercer disco empezaron a salir todas esas influencias que tenemos cada uno. Hemos conversado mucho sobre si acotar o no lo que hacemos, pero no nos apetece cerrarnos a nada”. De hecho, Heart & Guts, que fue grabado a finales del año pasado, busca también romper barreras estilísticas, que muchas veces tienen que ver más con la manía general de usar etiquetas que luego no se corresponden del todo con la realidad. “Con este álbum y con la posibilidad de tocar en sitios como Helldorado esperamos poder entrar en un circuito más rockero. El público blusero ya lo tenemos, pero queremos ir más allá”.

De momento, 2018 viene con nuevas fechas, también en el exterior. “¿Grabar? Ahora estamos hablando de componer, pero si fuera por Héctor el siguiente disco saldría mañana”, sonríe el cantante. “Estamos en casi 70 bolos al año y nunca paramos ni de tocar ni de generar ideas”, una hiperactividad que se traduce, por ejemplo, en el actual ciclo de actuaciones que están llevando a cabo en la conocida sala barcelonesa Jamboree asomándose en cada ocasión a alguna conocido sello discográfico. “Estamos aprendiendo mucho, la verdad”. Esa necesidad de seguir creciendo también la siente el vitoriano con relación a su voz: “me llevo buscando todo este tiempo. En los dos últimos años me están llamando para colaborar en cosas que molan mucho, por ejemplo relacionadas con teatro, y me estoy explorando. Eso me gusta. No soy super-maduro, sino que sigo siendo Peter Pan”. Aún así, no considera que el sello de sus cuerdas vocales sea lo que define a la banda: “sin Núria el grupo podría sonar bien, pero ya no sería A Contra Blues. Lo mismo sucede con el resto. No soy ni más ni menos en una banda en la que no hay sustitutos”.

Más allá de los sonidos Después de 14 años en Barcelona, en este 2017 el gasteiztarra se ha empadronado en la capital catalana, ciudad en la que también coincide con algunos de quienes fueron sus amigos de juventud en Gasteiz. “Cuando la agenda lo permite solemos quedar”, explica el músico con quien, como es inevitable, también se habla de lo que está sucediendo en el plano político.

“Tengo muchos amigos y unos piensan de una manera y otros de otra, pero lo que sí noto es que todo esto está magnificado en el exterior. Sí que hay un conflicto pero...”, describe el cantante, al tiempo que comenta que “en mi trabajo como profesor de música veo cómo los críos no van al comedor del colegio porque no hay dinero. Eso sí que me afecta. Estás con alguien que sabes que no ha desayunado. Vivo con profesores que se pagan fotocopias porque no hay material en su centro. De eso debería tratar la política, aunque son situaciones que se están obviando”.

En este contexto “este año hemos estado en Cáceres, Madrid, Andalucía... y todo el mundo te pregunta por lo mismo. ¿No ves que estamos aquí, que no nos han parado en la aduana?”, se ríe. “Somos cinco personas en el grupo y hay un gran espectro de pensamiento en este ámbito. Somos la viva imagen de que se puede convivir estando en polos que van desde el pasotismo hasta el activismo”.