En cualquiera de los aspectos de la cultura -da igual la disciplina, el contexto, el proyecto...- siempre hay personas y acciones que parecen ocultas, que el público no percibe y, por lo tanto, no conoce o valora. Con todo, suelen ser esenciales para el montaje de una exposición, la representación de una pieza escénica, la realización de un recital, la publicación de un libro... Sucede igual con el trabajo que a lo largo de cualquiera de sus temporadas desarrolla la Banda Municipal de Música de Gasteiz. La inmensa mayoría de los componentes de la centenaria agrupación están de manera constante frente a los espectadores. Incluso dentro del ciclo de conciertos Nuestros Solistas, se convierten en protagonistas principales de determinados recitales. Pero hay quien siempre está entre bambalinas aunque viva el proceso de cada actuación desde las primeras decisiones sobre el repertorio a ejecutar hasta el último sonido interpretado, siendo su papel fundamental para que todo salga como debe.
En la última planta de Musiketxea, casi como en un balcón al espacio donde ensaya la agrupación, se encuentran las instalaciones del archivo de la Banda. Más de 4.200 documentos, recopilados desde 1916 hasta la actualidad, conforman una herramienta que no sólo da servicio a la agrupación puesto que también tiene carácter público. Coleccionistas, musicólogos, otras agrupaciones musicales y culturales, ciudadanos con intereses específicos... llaman a la puerta, aunque es evidente que su ocupación fundamental es de puertas hacia adentro.
El cuerpo principal del archivo, como es lógico, lo componen partituras. De hecho, el 90% de los documentos obedece a este capítulo, aunque hay espacio, además, para grabaciones de conciertos y discos en la fonoteca existente, así como para otro tipo de escritos relacionados, sobre todo, con procesos burocráticos propios de la formación municipal. Desde hace 21 años, todas estas referencias -y las que, por supuesto, se han ido sumando en estas más de dos décadas- son responsabilidad de Ricardo Brea Aldama, quien además de ser el músico archivero de la Banda, ejerce las labores de regidor de la misma. “Es algo muy satisfactorio porque al final ves cómo se desarrolla el trabajo que has empezado desde cero, desde la impresión de la partitura, hasta que llega el momento de la ejecución. Aunque no esté sobre el escenario interpretando, vivo cada proyecto intensamente”.
Una labor continua Brea llegó en 1996 para tomar el testigo de sus antecesores, aunque a él le tocó vivir en primera persona el proceso de profesionalización de la agrupación y gestionar el nuevo rumbo en lo que a los repertorios se refiere. “Cuando entré, como es lógico, éste era un archivo con muchos pasodobles, vals... es decir, música para bailables, que era la función básica que llevaba a cabo la Banda”.
Sin embargo, y sin desmerecer para nada esta actividad, la formación vitoriana -como ha sucedido con otras agrupaciones similares- en los últimos años ha ampliado su campo de acción, afrontando programas en los que hay espacio para el pop, el rock, la música de bandas sonoras... o para conciertos en los que colaborar con coros, narradores, actores y actrices... “El archivo tiene que ser y es la fuente enriquecedora, el motor de esa actividad tan variada y tan novedosa”, apunta este músico (violonchelista, en concreto) y licenciado en Ciencias de la Información especializado en archivística y documentación.
Él es el máximo responsable del proceso de tratamiento y gestión documental de todos los fondos, de los ya existentes y de los nuevos que llegan. Además, desde que nace la idea de afrontar cada uno de los conciertos que se llevan a cabo a lo largo de una temporada, su labor no se detiene: “hay que ver el repertorio que se va a trabajar, cuáles son las necesidades del director, quiénes van a ser los colaboradores si es que los hay y, por lo tanto, cuándo y cómo enviarles las partituras,... sin olvidar que cada músico de la Banda debe contar con su carpeta de partituras individualizada... Al final, es cuestión de que todas las personas que van a intervenir en una actuación tengan a su disposición los elementos necesarios para llevar a cabo los ensayos, el ensayo general y la actuación final”.
Puede suceder, como de hecho pasó hace semana y media con la última cita de este 2017 en el Principal, que la Banda interprete un repertorio propuesto por una persona externa, en este caso por el director invitado, José Rafael Pascual-Vilaplana. “Si no contamos con esas partituras, hay dos posibilidades: o la compra o, algo que es muy habitual, el intercambio con otras agrupaciones y entidades”. Con todo, Brea apunta que “varios de los directores invitados, también internacionales, que han pasado por aquí se han quedado sorprendidos de lo rico que es nuestro archivo”.
De todas formas, más allá de ese patrimonio ya existente -donde, por supuesto, hay una importante presencia de autores alaveses como Jesús Guridi o Luis Aramburu, de quien existen documentos escritos de su propia mano a plumilla-, la actividad de la agrupación exige estar al tanto de las novedades editoriales, de lo que poseen otros archivos y de todo aquello que se pueda requerir en cada instante. Eso supone seguir sumando referencias, como las, más o menos, 250 que han llegado en 2017 a través de donaciones (“hace un par de años, por ejemplo, la hermana de Alfredo Donnay tuvo a bien legarnos varios de los documentos sonoros e impresos de él”), prestamos y adquisiciones.
De entre estos fondos, como violonchelista, él destaca un aria para violonchelo y orquesta del maestro Aramburu, “una gozada de partitura; en su formato antiguo, la Banda sí tenía instrumentos de cuerda, aunque es evidente que no hay mucho repertorio en este sentido”, sonríe Brea, quien, además, completa su labor como músico archivero con el papel de regidor. “Siempre estoy al otro lado, pendiente de que todo esté donde debe, y en el caso de que durante un concierto pase algo, debo estar ahí para subsanar cualquier cuestión”.
A pesar de no estar frente al público, tiene claro que “si una banda, una agrupación musical, un grupo de cámara... no dispone de un archivo, de una serie de partituras que interpretar, no tiene razón de ser”, y destaca que el puesto de archivero cada vez está más valorado puesto que “es un perfil muy útil para dinamizar los repertorios y las formas de trabajo internas”.
Puede que el público no le vea ni a él ni a otros profesionales en su situación. Pero son quienes marcan el camino, quienes hacen que la música siga compartiéndose, conservándose, difundiéndose. Su partitura también suena.