Vitoria - Junto a Daniel García Bruno (batería), Francisco López (contrabajo) y Germán Kucich (piano), Bob Sands vuelve este jueves a Gasteiz para tomar parte en la programación de conciertos del Dazz. La cita con el público será a partir de las 20.30 horas, siendo la entrada gratuita.
Músicos, director de big bands, profesor... ¿son el mismo o hay varios Bob Sands?
-Son el mismo pero no se llevan muy bien (risas). Intento tener caminos diferentes. Siempre he sido profesor y siempre he sido músico. Intento tocar jazz todo lo que puedo, pero bueno también he actuado, por ejemplo, con gente del pop. De hecho, me gustan muchos estilos e intento cumplir con los requisitos que me pide lo que estoy tocando en cada momento.
¿Entre la pedagogía y la interpretación, qué es lo más complicado?
-Son dos cosas con un vínculo muy obvio y fuerte, pero al mismo tiempo son disciplinas muy distintas. Cuando eres profesor, en cada clase que das, acabas aprendiendo. Es un refuerzo de tu propia formación y también de tu habilidad de comunicarte con alguien, que es un aspecto clave cuando estás tocando. De todas formas, creo que los profesores, en general, no somos tanto personas que enseñan lo que saben. Más bien, somos o funcionamos como guías. Aunque suene raro, enseñamos al alumno a enseñarse a sí mismo.
Entre unas cosas y otras, ¿alguna vez tiene que pararse unos segundos para saber en qué está cada vez?
-Sí, sí (risas). En alguna de las giras de pop que he hecho, me pasó un día que me desperté después de una pequeña siesta con un susto terrible. Tenía la sensación de haber dormido demasiado y de que había perdido el avión que me tenía que llevar a otro sitio para otro trabajo. De eso nada. De hecho, ya había cogido el avión, había llegado al hotel y me había puesto a descansar un poco. Esa sensación de pánico absoluto por una historia de éstas la he tenido más de una vez. Hasta que te das cuenta de que estás donde debes... (risas).
Pero cuando empieza a sonar la música, ¿todo cuadra?
-Depende. Una de las características de ser un profesional es que, incluso cuando nada está cuadrando, suenas bien y puedes usar tu experiencia y tablas. Cuando todo está perfecto, esto casi no tiene mérito. Lo que marca que seas un profesional es que incluso en tu peor día suenes bien.
Aquí acude con tres compañeros que son también amigos.
-Si no fueran musicazos no formarían parte de mi banda. De hecho, Germán viene en sustitución de mi pianista habitual y acude porque más allá de la relación que puedas tener con él, es que es un musicazo.
¿Qué diferente trabajar con una big band a hacerlo con un cuarteto, o no?
-Son cosas muy distintas. Y eso sin mencionar el estrés que supone montar una big band. Llevamos casi 18 años juntos y sigue siendo una locura. En la big band noto que tengo que ser mucho más estricto con lo que es mi visión y más detallista. Tengo que decirle a todo el mundo lo que quiero, a pesar de que ellos son músicos excelentes. Sí, soy muy tiquismiquis en ese caso. En cambio, en el cuarteto, de vez en cuando, digo: esto se podría hacer de una manera o de otra... pero básicamente luego hay vía libre. Es todo mucho más orgánico, improvisado.
Es un cuarteto, además, muy enérgico...
-Es que todavía somos jóvenes (risas). En Vitoria haremos varios temas de mi último disco y también algunas cosas nuevas. La mayoría serán composiciones mías, aunque también caerá algún estándar.
Todo ello en un recinto como el Dazz donde el músico y el espectador están muy cerca.
-Pero es que a mí me gustan los clubes pequeños. De todas formas, mientras la banda pueda escucharse bien, no se puede pedir más. Yo he tocado en lugares enormes donde la calidad del sonido ha sido muy buena y en lugares enanos que han sido horribles porque la acústica era terrible. Con todo, ya te digo, me gustan los garitos pequeños y a casi todos los músicos que conozco, también.