madrid - La relación entre Sílvia Pérez Cruz y la música es “muy bestia”, pero la catalana vive un momento de mucha “paz artística”: “Me siento cada vez más desnuda cuando canto”, asegura. Ahora lo que intenta es “ir a la masa madre de la emoción”.

Desde niña, Pérez Cruz (Palafrugell, Girona, 1983) se ha cruzado con muchos estilos musicales, como el jazz, el flamenco, el fado o la chanson, algo que hoy le permite tener su propio “lenguaje” y no temerle “a nada”.

“Como yo ya sé desde dónde canto, canto desde mí, los géneros son ingredientes nuevos. Es como si fuera una cocinera”, explica la cantautora, que hoy y mañana cantará en el Teatro de la Zarzuela, en una entrevista con Efe.

Con su último álbum, Vestida de nit, su objetivo era “romper los límites a nivel sonoro”, para lo cual eligió un repertorio muy confortable compuesto por algunos de los temas más conocidos en su voz.

Poder “destruir” esas canciones y volverlas a “montar” con la sonoridad de su quinteto le ha permitido “romper” muchas “paredes musicales” y alcanzar una gran libertad, que se aprecia tanto cuando canta como cuando calla.

“En la vida me gusta mucho contar las cosas y hablarlas, pero en la música, donde voy más avanzada que en la vida, tengo más en cuenta los silencios”, subraya.

Más “valiente” que nunca y muy feliz por haber sacado todo lo que tenía “dentro”, Pérez Cruz se encuentra en un momento de mucha “paz artística”, lo que le hace tener ganas de “desnudarse”, de “ir al fondo de todo”.

“Tengo clarísimo que el arte me hace superfeliz y que me salva. Estoy empezando a trabajar también con cosas de danza e intentando casi olvidarme del oficio de cada uno: no pensar en quién canta o quién baila, sino en qué se comparte. Quiero ir a la masa madre de la emoción”, revela.

Aún no puede dar más detalles sobre ese nuevo proyecto multidisciplinar, pero adelanta que es “algo muy real” que presentará el año que viene.

Después, no sabe qué vendrá, pero garantiza que tiene ganas de hacer cosas “muy dispares”, desde música electrónica, hasta aprender a cantar “blues” cuando sea abuela: “Creo que ese género necesita de mucho peso”, bromea.

Igual de ilusionada se muestra la cantautora cuando habla de Memorias del calabozo, una película de Álvaro Berchner, para la que compuso una canción: “También salgo en dos escenas actuando porque no me pude resistir”, dice la cantante, que debutó como actriz en el filme Cerca de tu casa, de Eduard Cortés.

Nunca olvidará, asegura, el momento en el que recibió el Goya a mejor canción original por Ai, ai, ai, el tema principal de esa última cinta, y se convirtió en una de las protagonistas de la gala al entonar el estribillo de No hay tanto pan, un tema que habla de los desahucios.

“Ha sido muy bonito vivir cómo la gente necesitaba un himno de la realidad, irte a Argentina, a Chile, a Uruguay, a donde sea, cantar esa canción y ver que se ponen en pie”, relata Pérez Cruz.

Sin embargo, confiesa que le costó mucho componerla y que la música reivindicativa, cuando es “forzada u oportunista”, le parece “horrible”. Su revolución, subraya, es “más emocional”.

“Creo que lo que se me da mejor a mí, más que hablar de cosas concretas, es hacer que la gente recupere el contacto con sus emociones, con su corazón y con su piel. Por eso le canto a la vida, porque creo que tenemos que estar vivos, despiertos y estamos como extraños”, sostiene.

Ser una persona “supersensible” le ha permitido tener siempre una relación “muy bestia” con la música, pero la parte negativa es que también sufre mucho con la manipulación, las injusticias y la ambición.

“Dentro de la música, las decepciones más grandes son humanas y tienen que ver con el éxito. Saca muchos monstruos”, recalca Sílvia

Pérez Cruz, que se quita “el sombrero” ante todos los artistas “humildes y generosos” que le han ayudado a darse cuenta del tipo de personas que quiere tener siempre alrededor.