Cuando baja el telón, los técnicos y operarios se afanan en el desmontaje. Mientras el público abandona sus butacas entre saludos y comentarios sobre lo visto, el ir y venir encima de las tablas es incansable. A un lado, el escenario es todavía un hervidero; al otro, queda el silencio a la espera de la próxima representación. Los espectadores salen a la calle, si es que la cosa ha ido bien, con la cabeza y el corazón todavía dando vueltas a lo vivido. Es el proceder habitual... casi siempre.
De manera ininterrumpida desde 2011, el Festival Internacional de Teatro de Gasteiz ofrece tres oportunidades en cada edición de hacer una excepción en esa rutina de despedida tras una función, por lo menos en lo que al Principal se refiere. La cita es en el ambigú, en la antigua zona de cafetería, donde los sofás y sillas se disponen para crear un foro ovalado y efímero. Unos diez minutos después de que haya terminado la obra elegida, un máximo de treinta espectadores se encuentran con directores, interpretes, productores... La tertulia está servida.
“No es una fórmula que hayamos inventado ni mucho menos”, sonríe Marta Monfort, responsable de la Red de Teatros, quien explica que la intención con este programa -que se desarrolla dentro de la sección Antzerkia Zabaltzen- pasa por generar un lugar y un momento en el que “cualquier pregunta sea válida”.
El primer criterio para elegir el montaje protagonista de una tertulia es claro, la Red apuesta por seleccionar obras que o bien plantean temáticas complejas o bien están llevadas a cabo con lenguajes o propuestas escénicas singulares, complicadas. “Nos parece interesante que la gente pueda saciar su curiosidad pero también es necesario darle la oportunidad a los equipos artísticos para que cuenten por qué y para qué ha hecho esto o lo otro”. En esta cuadragésimo segunda edición del certamen ha sido ya el caso de Voronia de La Veronal -cuyo encuentro contó con Marcos Morau, Premio Nacional de Danza- y Soka -con el director Fernando Bernués y el actor vitoriano Iñaki Rikarte-, aunque todavía falta por realizarse una tercera cita de la mano de Los Visitantes de Khea Ziater el próximo 17 de noviembre.
Por parte de los espectadores, sólo es necesario cumplir con dos requisitos para tomar parte. El primero, tener la entrada puesto que sería ridículo participar sin ver el espectáculo. El segundo, retirar en taquilla una de las 30 invitaciones que se suelen habilitar, ya que el aforo es limitado. “Lo que queremos es que la gente no se corte”, que proponga cuestiones y reflexiones a lo largo de los 30 a 40 minutos que dura cada tertulia. “Tampoco podemos abusar de las compañías; esto lo hacen de manera altruista, el director se viene hasta Vitoria cuando ya no suele girar con el grupo, los intérpretes seguramente mañana tienen que estar en otra ciudad, les tenemos que llevar a cenar...”. A partir de ahí “se generan ambientes muy diversos y divertidos”, intercambios en los que “la mayoría de las cuestiones son relativas a la narración, a la historia, no tanto a la parte técnica. Además, la gente dice mucho lo que le ha gustado y lo que no”, una sinceridad que se traduce en un feedback “que los grupos agradecen y también yo, porque aprendes mucho escuchando a los espectadores, ves cómo perciben los montajes, qué sienten”.
A las tertulias también acuden profesionales de la escena alavesa -hay habituales como Mikel Gómez de Segura y Raúl Camino- “de los que alguna vez hemos tirado si es que el público se queda de repente callado”. De todas formas, esto no suele ser muy habitual. Es Monfort quien presenta el encuentro, dando paso al director o directora del montaje, que empieza la cita a la espera de que actores y actrices, según se van duchando y acicalando, se incorporen. “A Morau le tuvimos que callar porque no paraba, igual que a Daniel Albadalejo”, ríe la responsable de la Red, que también se acuerda de cuando estuvo Verónica Forqué con La respiración: “no abrió la boca”.
Al fin y al cabo, esta propuesta tiene un cimiento básico: “si te gusta el teatro, te gusta compartir las experiencias de la compañía y la curiosidad del público”. Por eso, Monfort asume que le gustaría poder hacer también estas tertulias con las obras del ciclo familiar y en aquellas que se llevan a cabo en los centros cívicos. “El teatro es para agitar nuestro pensamiento y sacudirnos, para mantener nuestro espíritu crítico y decir: ¡estas cosas son las pasan en el mundo!”, por lo que “debemos propiciar estos foros”, conversaciones en las que encontrarse con “un espectador activo, valiente, curioso, generoso”.
Cuando la tertulia termina, el desmontaje todavía sigue. El conserje, las dos personas del servicio de acomodación que se han quedado y el personal de la Red despiden al público. “Para nosotros, esto no es trabajo, es puro agrado”. La próxima función espera.