valladolid - El activista y polifacético artista chino Ai Weiwei sobrecogió ayer al público de la 62ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) con Human flow, un descarnado aunque también esperanzador retrato del drama de los refugiados, que compite dentro de la Sección Oficial.
Weiwei da cuenta de una realidad inapelable y global dentro de un documental muy bien acogido por el público dentro de una sección dedicada a la ficción, que ha concursado en esta jornada del festival junto a la japonesa Naomi Kawasi con Hikari (Hacia la luz) y a la polaca Agnieszka Holland con Pokot (El rastro).
La guerra, el hambre y el cambio climático han originado en los últimos años la mayor migración, más intensa y sostenida de la historia, una crisis humanitaria de rango global que excede la mera esfera política, según afirmó Ai Weiwei. “Todo el problema de los refugiados es una crisis humanitaria”, sostuvo WeiWei (Pekín, 1957) durante una rueda de prensa posterior a la proyección de Human flow. El documental de este activista, arquitecto, escultor y cineasta apela a la responsabilidad de las instituciones para restaurar la dignidad de los refugiados y reintegrar su condición humana a través del derecho a la participación. De lo contrario, afirmó, “la democracia será una mentira”. Veintitrés países, novecientas horas de rodaje con veinte equipos, más de seiscientas entrevistas y de cuatrocientos campamentos visitados han derivado en una cinta de casi dos horas y media a caballo entre la información, la crónica, el ensayo, el reportaje y el comentario editorial.
El realizador trata de demostrar que, detrás de cada refugiado, además de un drama y de una tragedia en potencia, subyace una firme voluntad, un deseo inapelable “de vivir mejor, de encontrar un trabajo y buscar una mejor educación para sus hijos”, ha dicho. En otras ocasiones la migración también es forzosa para conservar la vida, como ocurre en zonas de tensión, escalada y conflicto bélico permanentes, casos de Iraq, Afganistán, Siria, Bangladesh, Palestina y numerosas zonas del África subsahariana, algunos de los escenarios de un rodaje que no ha pisado China, España ni tampoco Iberoamérica.
Por otro lado, dos años después de ganar en Valladolid el premio a la mejor dirección con Una pastelería en Tokio, la japonesa Naomi Kawase regresa con un relato de amor entre una joven audiodescriptora de películas y un consagrado fotógrafo que está perdiendo la vista. Esta es la historia de Hikari (Hacia la luz), una cinta donde la luz se convierte en la guía y conexión entre la protagonista del largometraje, la sensible Misako (Ayame Misaki), y un fotógrafo (Masatoshi Nagase) que, junto con su visión, también está perdiendo el contacto con sus recuerdos y su mundo de imágenes.
También la polaca Agnieszka Holland ha participado con Pokot (El rastro), en la que profundiza en el debate social sobre los derechos de los animales y sus límites, con opiniones encontradas entre los personajes de su largometraje, ambientado en una zona montañosa limítrofe entre Polonia y República Checa. - Efe