Sitges - El Festival de Sitges se llenó ayer por la tarde de los demonios amables y paganos de la fábula Errementari, una película vasca rodada en euskera alavés antiguo con la que el director gasteiztarra Paul Urkijo ha demostrado que el infierno es un lugar del que se sale “si consigues empatizar con los demás”. “Es una película sobre los prejuicios, sobre cómo vemos a la gente desde fuera hasta que accedes al interior y entiendes su infierno psicológico”, explica el realizador.

Producida por Pokeepsie Films, la empresa de Álex de la Iglesia y Carolina Bang, Errementari es un cuento gótico de terror que todos los niños del País Vasco conocen: la historia de un herrero más terco que el propio demonio, que no fue capaz de arrastrarle al infierno a pesar de que ya le había vendido su alma. “Pero no solo es un cuento, es nuestra propia experiencia a la hora de enfrentarnos al amor, al odio y al rechazo que nos produce lo diferente; es la historia de un ogro que se redime por el cariño de una niña que ve en él un corazón”, consideró De la Iglesia. En ese sentido, Urkijo agregó que “la angustia que te pueda generar pensar que estás traicionando a alguien también es el modo en el que el infierno funciona”.

En esta película, que el director vitoriano ha tardado casi siete años en sacar adelante, “todos los personajes tienen su infierno, desde la niña al herrero, pero todos consiguen escapar conociéndose los unos a los otros. El mensaje -señala el realizador- es que sólo puedes ayudar si consigues empatizar hasta con lo más pequeño”. Por eso quizá, dijo, y porque se niega a perder esa emoción con la que disfrutó el cuento de pequeño, la película se relata desde esa mirada infantil.

Basado en esta historia antigua, que el director aprendió de pequeño en la ikastola, Errementari está ambientada unos años después de las Guerras Carlistas, un momento “romántico” de la historia vasca que le permitía al director situar la acción “enfrente” de otros clásicos, como Drácula o Frankenstein.

El que no pasó por la ikastola fue el veterano actor Kandido Uranga (Vacas, Amama), quien bromeó por “el miedo atroz” que sentía de pequeño ante las palabras “demonio” e “infierno”. “Era el miedo más horrible, pensar que había que aguantar el sufrimiento de arder eternamente, un dolor tan grande y sin pausa. Menos mal que luego descubrimos el sexo y se nos pasó lo de la iglesia”, río el intérprete vasco.

Por el contrario, la niña Uma Bracaglia no había oído hablar del demonio, ni del infierno. Con nueve años, le queda claro después de hacer la película que hay que ayudar a un ogro que parece muy malo, porque puede suceder que “cuando le conozcas veas que no es tan mala persona”, dijo.

Con Uranga y Bracaglia, el actor Eneko Sagardoy, reciente “gigante de Altzo” en Handia, otro cuento vasco que se ha ganado el favor del público, quien después de cinco horas de maquillaje se convertía en el demonio rojo de nariz picuda y rabo terminado en flecha, la imagen del diablo que se recuerda de los grabados antiguos.

El director explicó que consultaron con filólogos para recuperar el euskera alavés que le da una mayor credibilidad a la película porque es el idioma en el que está escrito el cuento, aunque cualquier vasco la entiende “perfectamente”, aseguró por su parte Uranga.

Además de la estética, que valoró el director, la época en la que sitúa la acción también llevaba implícito el enfrentamiento entre el mundo rural, donde aún primaban el miedo y la superchería, y los progresos que ya se adivinan.

Errementari es la última película en competición en la Sección Oficial que se programa en el Festival de Sitges, una selección que ha incluido 34 filmes de una veintena de países, cuyo palmarés se dará a conocer mañana mismo. - Efe