Vitoria - Es Fernando Pardo un músico esencial para la escena estatal y una voz a seguir siempre de cerca cuando de música y rock and roll se habla. Este fin de semana regresa a una ciudad que conoce a la perfección y que ha visitado en múltiples ocasiones bien sea con Sex Museum, con Los Coronas o, como ahora, con Corizonas.
Tres grupos para un sólo músico. ¿Viva la esquizofrenia?
-(Risas) Es que así puedo abarcar más cosas. Está bien, no te creas.
Es que con Los Coronas este mismo septiembre acaba de publicar nuevo disco.
-Sí, sí, Señales de humo ha salido hace nada. Está todo calentito.
¿Son tres ramas del mismo árbol o son proyectos más diferentes entre sí de lo que cabría pensar?
-Corizonas y Los Coronas sí son ramas del mismo árbol. Hay cierta unidad, compartimos miembros, hay una forma parecida de funcionar, de relacionarnos, de tocar. Pero Sex Museum sí es diferente. Siempre ha sido una bestia aparte. Para mí es como la nave nodriza. Y más que en lo musical me refiero a todo lo que tiene que ver con la actitud. Los otros grupos son bandas más convencionales. Sex Museum siempre ha sido un poco... no sé si llegaría a utilizar la palabra frikada, pero bueno, por ahí anda. Es casi como un rollo más tipo pandilla.
¿A los tres grupos se les quiere por igual o hay un hijo preferido?
-¿Sabes lo bueno de esto? Llega una temporada en la que estás de un grupo hasta los huevos y te dedicas a fondo a uno de los otros y así de manera sucesiva (risas). En los tiempos actuales, tener distintas cosas a las que poder dedicarte es como continuar trabajando constantemente pero con la sensación de descanso y renovación.
Dicen de ‘Nueva Dimensión Vital’ que presenta unas cuantas novedades en las formas y en algún fondo de la banda.
-Sí, sí. En las tres bandas nuestra forma de funcionar siempre es... no sé si la palabra es democrática o participativa, pero eso hace que cuando empiezas un grupo como Corizonas y se decide que se quiere continuar el camino por un lugar menos obvio, no pase nada, todo lo contrario. Tampoco sentimos una responsabilidad de tener que dar más de lo mismo con respecto al primer disco, mientras que sí nos apetece hacer algo diferente para observar a dónde podemos llegar.
¿El título del disco es una canción más o una declaración de intenciones?
-Hay intención. Como te decía, sí que hay una idea de quitarnos lo previsible del principio de Corizonas y ver a dónde nos lleva el barco. Hay ocasiones en las que tienes que pasar de la brújula y dejarte llevar por las mareas y el viento.
En cuanto a las letras, el barco tiene también sus cargas de profundidad, ¿no?
-Es que, joder, músicos a nuestro nivel no podemos evitar ser artistas con todos los nervios a flor de piel. Eres muy consciente de lo que pasa y en un momento dado piensas que eso hay que reflejarlo. En Sex Museum, aunque sea en inglés, estamos política y socialmente muy dirigidos a una visión. Corizonas, poco a poco, está recorriendo también su camino. Somos muy activos en nuestra visión social de la vida, cómo participamos de las cosas, cómo son nuestras relaciones, cómo son las pequeñas sociedades en las que vivimos dentro de la gran sociedad... Tenemos una visión que está entre la crítica post-apocalíptica que tienen los de mi generación y esa influencia que nos viene de la Serie B, de las pelis como Kung Fu o de los monólogos de Bill Hicks. Más que ser hijos de generaciones de escritores con un determinado peso intelectual más serio, por así decirlo, somos vástagos de algo tan bastardo como la Serie B, se exprese en un anuncio, en un documental, en un programa absurdo de televisión, en un disco... hasta en un humorista. De hecho, últimamente, con todo lo que está pasando en España me he dado cuenta de que sólo estoy de acuerdo con los cómicos. Es la leche (risas). Parece mentira que después de ver tanta idiotez, tanta tensión, tantas pocas ganas de llevar las cosas a un final feliz -que es donde se supone que deberíamos vivir todos, en ese eterno final feliz-, me doy cuenta de que son los cómicos los que tienen ese punto de vista con el que me puedo identificar para tomarte las cosas serias un poco de coña y encontrar lugares diferentes a esos espacios comunes donde la mayoría va a hacer la gran burrada.
Es que el disco se podría haber titulado algo así como paren el mundo que yo me bajo...
-Totalmente. Yo, que soy el mayor, estoy ahora leyendo mucho un tipo de cómic del aire de Métal hurlant, historietas de finales de los 70 y principios de los 80 en las que se describía un mundo distópico muy chungo. Así que cada vez que ves que las cosas tiran hacia ese camino de montar más barreras, de hacer más murallas, de fomentar un control más estricto... me dan escalofríos. Ahí están los que se encuentran arriba, que dicen que van a hacer las cosas por tu bien. ¿Y tú quien eres para decir lo que es por mi bien? Nosotros, ante eso, tenemos la suerte de estar metidos desde hace mucho tiempo en la escena del rock and roll. Ahí estoy muy a gusto, me encuentro con gente muy afín, en un rollo bastante libre, con pocas banderas, donde siempre hay gente dispuesta a echarse una mano, personas con ganas de conocer... es que ante sufrir o disfrutar, no hay duda.
Este sábado toca disfrutar una vez más en Vitoria...
-(Risas) Por supuesto. Pero es que estáis en un sitio un poco raro. Parece que la tensión del resto de la humanidad se ha olvidado de vosotros y vivís de otra forma. Además, con esto del cambio climático, Vitoria no parece la que yo conocí de las nevadas y esas cosas.