vitoria - Al escritor Gabi Martínez (Barcelona, 1971) le llegó la inspiración en un día soleado de Sant Jordi cuando se encontraba firmando ejemplares de su obra Voy (2014). Entre estands llenos de libros, apareció un hombre que le dijo: “Tengo una historia que podría interesarte. Soy neurólogo y durante un tiempo me volví loco”. Ese fue el germen que propició Las defensas (Seix Barral), una historia excepcional que cuenta cómo Camilo Escobedo (nombre ficticio), un reputado neurólogo, se volvió loco al sufrir una de las enfermedades autoinmunes que durante años había estudiado. El protagonista fue internado en un psiquiátrico, pero logró recuperarse. El libro también ahonda en un problema capital que está padeciendo esta sociedad: el estrés, que en el caso de Escobedo, resultó ser “el gran detonante de la enfermedad”.

Un caso extraordinario que le llegó como caído del cielo. ¿Cómo recuerda ese día de Sant Jordi?

-Estoy firmando y se acerca alguien que dice que ve su historia protagonizada por George Clooney y que durante un periodo muy grande de su vida estuvo loco. Iba con prisas y me causó una cierta desconfianza. Era alguien que te estaba contando abiertamente que había estado loco. Cuando me resume en un par de minutos el grueso de la historia, veo que puede ser interesante. Yo también estaba muy condicionado porque una de las historias más potentes que he escrito hasta ahora y que me cambió la vida -Solo para gigantes-, me había llegado también de una forma muy casual. Cuando tomamos un café, empiezo a fiarme más de la persona que tengo delante. Tiro del hilo con la idea de llevar mis intereses a un lugar distinto. Hasta ahora había trabajado libros de viajes y quería, después de esa etapa, hablar de mi entorno inmediato.

Ha elegido la primera persona. ¿Había barajado antes otras opciones?

-Algo que he aprendido viajando es que la historia te da su voz. Barajas distintas opciones pero si esperas lo suficiente y te familiarizas lo bastante con la historia, cada una te pide ser contada de una manera determinada. Veía que para conseguir toda la potencia necesaria tenía que ser contada en primera persona pero yo no sabía nada de neurología y era un mundo que me pillaba fuera. Leí mucho para intentar descubrir otras personas que hubieran tenido ese tipo de desafío que es el de meterte en la cabeza de alguien que está vivo, que vas a tener que usurpar la personalidad intentando apegarte a una realidad objetiva. He ido probando distintas fórmulas estructurales en función de lo que me iba pidiendo la historia. Eso me ha permitido ver cómo dentro de nosotros conviven distintas personas.

Relata con mucha precisión todo lo que le pasa por la cabeza al protagonista.

-Si no era capaz de pensar como lo hace un neurólogo, el libro sería fallido y lo percibiría el lector. Es un proceso de un trabajo muy detallado que me llevó a una investigación concienzuda. Es cierto que cuando tenía alguna duda, si quería buscar un detalle o un sentimiento, yo disponía de mi interlocutor, y la tecnología también ha sido de gran ayuda. Había días que podía intercambiar 20 correos electrónicos con él.

En esta historia también hay contenido que responde a la ficción.

-Entramos en el territorio de la ficción cuando es una primera persona que no soy yo. A partir de esa licencia, que ya reconocemos todos, todo lo que tiene que ver con los hechos reales puedo manipularlo a discreción. Todo pertenece al reino de la ficción aunque luego me atenga a lo real. Sí que es cierto que la ficción también te permite, y aunque parezca contradictorio, conseguir más verosimilitud y una mayor intimidad en ciertas situaciones. Te permite una penetración psicológica. El lector puede reconocer toda la intensidad de una emoción de una manera más directa porque es a través del personaje que la vive. De ese modo, la ficción es para contar más verdad. El objetivo final es que cuando el lector lea esto, y aunque se lo hayan presentado como una ficción, sepa que es verdad.

El protagonista había estudiado toda su vida las enfermedades autoinmunes y termina padeciendo una. Él mismo define: “La enfermedad que siempre había tenido en mi cabeza”.

-Algo que me llevó a escribir el libro es la pasión de esta persona por un oficio, que va a ser algo que determine su vida. Se dan estas circunstancias extraordinarias del azar en las que tu pasión te permite estar dentro de ella de una manera que pocas personas lo han estado. Por una parte se puede leer como una condena pero por otra, como un premio. Estamos hablando de locura y puede parecer paradójico, pero es como un premio poder estar dentro de algo que te había interesado tanto. Además, yo sentí una gran empatía con esta historia. Adoro la escritura y para mí el periodismo ha sido muy importante para mi formación. Sentí empatía también con la decepción que él siente cuando empieza a trabajar a fondo y a dedicar tantísimo tiempo a esa investigación y a darlo todo por la neurología, y la vida en general en la que había depositado tantas esperanzas, ve que no le devuelve lo que él cree que era justo de acuerdo a sus esfuerzos y al cariño que siente por lo que tiene alrededor. Esa decepción tiene que ver con unos sueños truncados. Nuestra sociedad nos hace creer que podemos tenerlo todo y a la vez nos dice que tenemos que formar familias desde un tiempo temprano. Y resulta que cada uno tiene las inclinaciones que tiene y esta persona no está dispuesta a cumplir con el rol social, con la compañía doméstica que en un principio él se ha asignado. Quiere romper con eso y el choque con sus aspiraciones íntimas y sociales que él tenía, tiene correlación directa con cómo las neuronas le traicionan físicamente y desencadenan su enfermedad. De ahí que el libro se llame Las defensas. Al final, como individuos hemos crecido con esperanzas que luego no se cumplen y nosotros tenemos que buscar nuevas defensas para afrontar el futuro.

La ansiedad es, según apunta en el libro, la enfermedad más extendida del mundo.

-Hay un libro muy interesante de Sergio del Molino, La España vacía, y en este caso, Las defensas hablaría de la España ocupada. Pensamos en las grandes ciudades, las más habitadas, pero yo creo que con las redes sociales, la televisión, los enormes flujos de información que tenemos, ese estrés se encuentra en cualquier pueblo; es el primer mundo en sí el que está acosado por este tipo de presión.