Aunque para la mayoría de los jóvenes la llegada del verano se traduce en un tiempo de ocio y descanso, esta época es también una buena oportunidad para que quienes a lo largo del curso normal desarrollan cualquier tipo de formación cultural paralela aprovechen para hacer cursos y talleres específicos en los que encontrar otras visiones, herramientas y conocimientos. Así lo han hecho, a lo largo de quince días de este mes, once intérpretes de entre 15 y 17 años que han participado en la propuesta que la actriz, directora y dramaturga gasteiztarra Sandra Maturana ha llevado a cabo en el Taller de Artes Escénicas (TAE) de Vitoria. Ha sido su oportunidad de materializar el montaje de una obra desde cero, una pieza, además, que les ha servido para descubrir los lenguajes de las nuevas dramaturgias.
La excusa, por así decirlo, ha sido Blackout, una creación de Davey Anderson traducida por la propia Maturana. “Es un texto que me encanta porque no tiene acotaciones, no dice quién lee qué, no hay personajes, está escrito en escenas pero no asigna textos”, lo que se traduce en una libertad para hacer en la que la intérprete no ve tantas complicaciones como pudiera parecer en un principio. “Si no tienes reglas, todo es más amplio. La libertad de crear es fantástica”.
Bajo esta premisa, entre los pasados días 6 y 20, los once actores y actrices han ido caminando juntos, respondiendo así a uno de los objetivos principales de este curso. “Quería que trabajasen como compañía, que pudiesen sentirse libres y creativos para darme ideas, para colaborar, para sentir su voz dentro del grupo y que se percibiesen tanto intérpretes como creadores”. A eso se une el interés por trabajar desde el teatro físico ya que “aquí no es tan común”.
A lo largo de 15 días, en un horario de 10.00 a 14.00 horas, esa labor conjunta ha ido dando forma a esta obra basada en hechos reales que toma como punto de partida un caso de bullying. “Cuando leyeron el texto me dijeron que era algo muy distinto a lo que habían hecho hasta ahora, que era real para ellos”, dice Maturana, que también fue alumna del TAE antes de seguir su camino en Londres, Nueva York y París.
“La verdad es que han trabajado muy bien. Al principio, como todo era totalmente nuevo, fueron poco a poco, pero enseguida entraron en la dinámica. Cuando estás creando algo, la gente con la que estás se convierte, entre comillas, en tu familia. Es muy bonito porque se genera un espacio de libertad, de compartir lo que piensas, de compartir creativamente. Te sientes crecer y florecer y eso genera mucha unión”, manifiesta Maturana, quien reconoce con una sonrisa que “les he metido bastante caña”.
“Es una locura porque son 15 días para montar una obra entera. Evidentemente, no puedes cerrar todos los detalles al milímetro. Pero sí da tiempo a crear, a investigar el texto, descubrirlo, y a pincelar nuestras ideas para cada escena”, recogiendo así enseñanzas tremendamente valiosas para su presente y futuro escénico.