Última doble sesión de este cuadragésimo primer Festival de Jazz de Gasteiz la que se vivió el sábado a la noche en un Mendizorroza con la única buena entrada de este año, un lleno motivado sobre todo por la presencia de Rubén Blades, aunque quienes iniciaron la cita fueron las componentes del proyecto Woman To Woman, es decir, Allison Miller, Noriko Ueda, Ingrid Jensen, Melissa Aldana, Anat Cohen y Cécile McLorin Salvant bajo la dirección musical de Renee Rosnes. Eso sí, antes de que todo se pusiese en marcha, al polideportivo entraron para tocar un par de temas los miembros de Lucien Barbarin Street Band, en su despedida tras cinco días de desarrollar la sección Jazz en la Calle.

Sobre el guión previsto, sin ofrecer nada que ya se esperase, el doble concierto fue el fiel reflejo de un certamen que ya es pasado. Como si hubieran estado en los conciertos de Larry Carlton, Stanley Clarke, Patti Austin o Kyle Eastwood, Jean Luc Ponty y Biréli Lagrène, las siete protagonistas de Woman To Woman acudieron a la capital alavesa para demostrar que tienen talento individual, pero poco más. ¿Disfrutable? Sí. ¿Entretenido? Sí. ¿Algo nuevo bajo el sol? Nada.

La sucesión de temas de Wayne Shorter, Miles Davis, Tommy Wolf y Frank Loesser, entre otros, sirvió para que cada una dejase sus credenciales sobre las tablas, pero no para ver una propuesta de conjunto que fuera más allá, que tuviese chispa, que ofreciese un camino, una atmósfera, un sentido. Gran parte del público, eso sí, aplaudió a rabiar y despidió a las intérpretes puesto en pie, más allá de que algunos espectadores decidieron que habían acudido a otra cosa, así que pensaron que era mejor estar molestando de manera constante con charlas para que se enterasen los de alrededor.

Rosnes, Ueda y Miller sostuvieron toda la actuación mientras sus compañeras iban y venían, algo que por lo menos le dio cierto dinamismo a un recital en el que esa gran voz que es McLorin Salvant demostró que está un peldaño por encima, aunque a la cantante alguien debería decirle que en tres de sus cuatro visitas a Vitoria ya ha cantado Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez. Aunque parezca mentira, en el cancionero internacional en castellano hay más composiciones. Igual es tiempo de cambiar.

Tras el descanso -que se hizo más rápido de lo que cabría pensar al ver todo el montaje que lleva la orquesta de Roberto Delgado- fue el turno para un Blades que volvía a Mendizorroza después de su anterior visita, que también fue un 15 de julio pero de 2011. Es decir, que le tocó vivir de nuevo su cumpleaños sobre el escenario gasteiztarra, tarta incluida.

Anécdotas a un lado, a lo largo de dos horas y cuarto, más o menos, el panameño volvió a hacer un amplio repaso por su trayectoria, con la salsa como guía ya que esta gira en la que está metido se supone que es para decir adiós al género antes de presentarse a las presidenciales de su país en 2019. Eso sí, como queriendo justificar su presencia en un festival de jazz -palabra que remarcó de manera innecesaria en un par de ocasiónes- también se hizo su particular versión de Mack the knife.

El personal bailó, gritó, cantó, aplaudió y paseó no pocas banderas de diferentes países americanos. A ellos y ellas, el cantante de 69 años les ofreció justo lo que se esperaba, en los mismos términos y condiciones que hace seis años. Y como en el caso de sus predecesoras, demostró que trayectoria y calidad le sobran, aunque ahí se quedó todo. Más allá del hecho de que, aunque él se empeñase, el Festival de Jazz de Vitoria es, cómo no, de jazz.