Vitoria - Última madrugada de esta decimosexta edición del Azkena Rock Festival la que se vivió el sábado en un Mendizabala con 17.100 espectadores, algunos de los cuales alargaron bastante la despedida incluso a pesar de que las caras de cansancio después del maratón de conciertos eran en algunos casos más que evidentes. Nadie ha dicho que esto fuera fácil.

Mientras Thunder estaba en la recta final de un concierto arrollador, en el segundo escenario del recinto hizo acto de presencia un viejo conocido del certamen, Ebbot Lundberg, liderado la teórica reunificación exclusiva de Union Carbide Productions. Más que nada por algunos ajustes en el sonido, al concierto le costó algo arrancar, aunque los suecos y el personal fueron poco a poco tejiendo la telaraña necesaria para vivir algunos momentos garageros a la altura de las circunstancias. No hay duda de que el cantante, compositor y productor es todo un seguro de vida, esté con una formación o con otra.

Eso sí, con Thunder ya en silencio desde hacía rato y los suecos despidiéndose de los presentes tras un recital que fue de menos a más y que, de hecho, se acabó en su mejor momento, en Mendizabala se generó algo extraño, un paréntesis de unos 20 minutos sin actuaciones que resultó un tanto innecesario. Tras tantas horas de música, aquello fue hasta inquietante.

Hubo quien aprovechó para coger el mejor sitio posible frente a las tablas principales de Mendizabala, donde, puntual como un reloj, apareció un Chris Isaak que decidió olvidarse un tanto de su último disco en el repertorio. Una pena, sobre todo porque la actuación se podría haber evitado alguna parte sobrante. Más allá de eso, el californiano volvió a ofrecer su mejor cara, y su mejor voz, demostrando clase, presencia, elegancia, saber estar, cercanía y buen acompañamiento. No hay que ocultar que su propuesta no es del gusto de todos y que tal vez hubiera sido bueno que a mitad de la actuación se hubiera propuesto una alternativa en el tercer escenario para quienes, desde el principio, se sabía que no iban a enganchar con el cantante, guitarrista y compositor, pero no fue el caso.

Como era de esperar no faltaron Blue Hotel, San Francisco days, Forever blue, Wicked games, Pretty woman... todo ello de la mano de un Isaak que a las primeras de cambio cogió las escaleras del escenario, se bajó al público y se cantó un tema. Eso sí, si se tiene un artista a milímetros, ¿no sería mejor mirarle a la cara, incluso intentar saludarle y disfrutar que andar con la cámara del móvil? Anécdotas a un lado, el norteamericano hizo a la perfección lo que mejor domina, llenando el escenario con su mera presencia incluso a pesar del terrible cambio de traje.

Tras despedirse, llegó el momento de elegir para el cierre entre Wyoming y los Insolventes y The Cult. Sin menospreciar al madrileño, quienes optaron por los británicos asistieron al mejor concierto del sábado, sin duda. Ian Astbury parece haber renacido. Potentes, enérgicos, compactos... la banda funcionó como una apisonadora, que además era justo lo que necesitaba gran parte del público camino de las tres de la madrugada.

De hecho, a pesar de todo lo que el personal ya llevaba encima a esas horas, a bastantes la actuación se les terminó haciendo corta. Había ganas de mucho más porque los británicos lo estaban dando todo.