Vivimos dentro de una gran empresa. Todo es empresa. Todo es negocio. Nuestras instituciones públicas, por supuesto. Sólo nos quedan algunos pequeños resquicios “sin código de barras” en los que aún podemos crear, pensar, quizá soñar. Habría que intentar ensancharlos, pero remar contra el viento, es ardua tarea. Y, además, estamos solos: las instituciones nos han abandonado. Están en su bussines continuo. Así que escupimos contra el viento.

Leíamos el otro día en los diarios lo siguiente: todos los vitorianos debemos congratularnos pues dentro de una par de semanas acogeremos en nuestra ciudad la décima edición del Triathlon Vitoria-Gasteiz. Eso sí: el motivo de nuestro regocijo no tiene que ver con los valores intrínsecos que este deporte u otros nos aporta. Versa sobre los siete millones de euros de retorno para la ciudad que el organizador del asunto jura que este negocio deportivo nos aporta. Hay una inversión de un millón, pero ganamos siete, argumenta. La cuestión es que buena parte de ese millón de euros -como sucede siempre con estos “negocios de ciudad”- mana de la fuente del dinero público. Y los siete millones de euros llueven sobre manos privadas. Pero sólo sobre algunas. Pues para que la ciudad obtuviera ese retorno prometido de manera equitativa la ecuación -aprendida en segundo de EGB- que deberíamos de hacer es la siguiente: siete millones de euros divididos entre los 244.634 habitantes de Gasteiz nos arroja un saldo positivo de 28 euros por habitante. ¿Podemos ir todos los vitorianos a hacer cola ante el Ayuntamiento para que nos den en mano ese dinero? Es una pregunta retórica, obviamente. En cambio si el gasto público es de un millón, todos hemos apoquinado cuatro euros por cabeza aportados con nuestros impuestos. Ponemos cuatro y dejamos de ganar 28. Saltar de alegría, por tanto, no tiene sentido si uno no es dueño de una cadena hotelera. El retorno de Triathlon va a parar al bolsillo de unos pocos pero a costa de la inversión de todos. Esa es la realidad.

No hay escape. Intentar alquilar nuestra casa en Airbnb o similar cuando tienen lugar en nuestra ciudad un Azkena Rock, este Triathlon o eventos similares que están pensados para “cazar turistas”. E irnos a dormir a la casa materna esos días. Como hacen muchos. De esa manera, igual sacamos un pellizco. Las migajas. Lo suyo sería que ese retorno, si fuera real, se invirtiera en políticas sociales, culturales, educativas. Ciencia ficción.

Pero no nos preocupemos. Estamos en el país de la fiesta. El Titanic se hunde pero los músicos siguen tocando mientras algunos paguen sus copas. El organizador del Triathlon, entendiendo bien el asunto, ya ha prometido que coincidiendo con el evento deportivo se programarán tutiplén de actividades variadas por la ciudad, alegres y divertidas, para que la gente que viene de fuera se lo pase pipa. Colémonos en esa “fiesta de boda”. Que nos dejan. Aunque ese día, algunos iremos a otra ciudad más tranquila.