zaragoza - Lo zafio guarda detrás siempre un pensamiento libre, según defienden dos de los fundadores de la revista satírica Mongolia, Edu Galán (Oviedo, 1980) y Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) en un momento en el que la libertad de expresión está yendo “para atrás” en Occidente.

Ambos autores coinciden en que la sociedad cada vez se está volviendo más puritana, en señalar la hipocresía de la corrección política y en la necesidad del humor, un fenómeno que además es “inevitable”, según Galán. Adanti, que abordó algunos de estos temas en su ensayo gráfico Disparen al humorista, abunda en que “la corrección política de la progresía”, que a su juicio nació “con una buena intención, que es no ofender” se ha abrazado en el siglo XXI “como dogma de fe” y existe “un resurgir del puritanismo en sectores que deberían ser laicos”.

Sobre este aspecto, Galán afirma que una revista satírica como la que dirige debe “rebelarse contra eso” y “pasarse por el forro” las presiones que pueden ejercer sobre la publicación, puesto que tiene que existir una revista que se enfrente “tanto a la pacatería de la derecha, que ya se conoce, como a la de la izquierda”. Así, aunque reconoce que Mongolia siempre ha tenido presiones externas, el deber de los responsables de esta publicación “independiente” pasa por “rebelarse y esperar a que haya cierto público racional” que les apoye comprando la revista, frente a otro tipo de publicaciones que pueden sufrir presión “por que se vayan los anunciantes”. Un matiz que explica Adanti al afirmar que la censura ya no es la que se pueda aplicar a nivel estatal o religioso, sino la que viene desde el mercado, puesto que “no hay libertad de prensa, lo que hay es libertad de empresa”. El dibujante ahonda en la “confusión general” que afecta al humor y que radica en que los humoristas trabajan a partir de tópicos, de conceptos universales, un hecho que dificulta la defensa de su trabajo frente a otros profesionales, como los periodistas, que pueden justificar sus informaciones concretas a partir de pruebas.

Y es que, para Galán, el humor es “absolutamente inevitable” y las situaciones “más rígidas”, como los ritos, son las más propensas a él. Los autores observan que esta hipersensibilidad no solo viene por parte de la derecha, sino que la izquierda también cae en ella con, por ejemplo, el hecho de recibir críticas por hacer chistes con el Islam cuando, según Adanti, al hacerlo está “democratizando” a esta religión. En perspectiva, considera que la situación actual es producto de que “nunca se leyó tanto y, a la vez, nunca se leyó de manera tan superficial: no solo la gente lee superficialmente, sino que lee cosas superficiales”. Así, responde también a “una falsa profundidad de pensamiento político”, un “postureo” que hace que los individuos se identifiquen políticamente “con la misma frivolidad que si se identificaran con una corriente musical”.

Por su parte, Galán cree que la corrección política es “totalmente hipócrita” porque, “como ocurre en todo puritanismo, la conducta de esta gente en privado suele ser totalmente contraria a la que pregonan en público”. Una espiral que, para Adanti, responde a que Occidente “ha entrado en un punto casi de enfermedad mental” y de “culpa de sus propios avances intelectuales” que, por otra parte, surgieron gracias a que durante el siglo XX, Europa “fue el continente que más sangre derramó de sus ciudadanos”. Recuerda que uno de estos avances es el punto 19 de la declaración de los Derechos Humanos, y sostiene que la libertad de expresión “es para expresar cualquier tipo de ideas”, incluidas “las aberrantes, turbias o fantasías”.