Vitoria - Desde 2015 se han ido poniendo los cimientos de un proyecto de carácter estratégico para la música, un instrumento nacido del encuentro entre Kultura Live (Asociación de Salas Privadas de Euskal Herria), MIE (Musika Industria Elkartea), Musikari (Asociación de Músicos de Euskal Herria), Musikagileak (Asociación de Compositores de Euskal Herria) y el Gobierno Vasco. Desde la confianza en su valor y sin olvidar la autocrítica, la Oficina de la Música de Euskal Herria-Musika Bulegoa trabaja para la promoción y mejora de la actividad musical.

¿Qué tiene que ser o a dónde quiere llegar este instrumento que es Musika Bulegoa?

-Es un proyecto dirigido al sector que tiene como objetivo principal poner en valor la música creada y producida en Euskal Herria y ello implica a todos los agentes paralelos que están en torno a la creación musical. Es una plataforma que tiene una potencialidad muy importante y eso es algo que hemos visto de manera muy clara en estos dos años de funcionamiento. Repito, el objetivo central es poner en valor la música que se hace aquí porque en Euskal Herria se hace mucha música y de calidad, hay mucha tradición... Eso lo traducimos en unos proyectos, en unos ejes de actividad, que pasan sobre todo por la promoción y la difusión, así como por la formación y sensibilización de públicos. Ahí está nuestro camino. Y no hay que olvidar que Musika Bulegoa es una herramienta público-privada, que es otra de las riquezas de este proyecto. Ahí está el Gobierno Vasco pero también las salas privadas, la industria, los músicos, los compositores... es decir, entidades que, a priori, pueden tener algunos intereses encontrados. Pero uno de los méritos de esta iniciativa es ver qué tenemos en común y qué podemos hacer en conjunto.

Pero cuando dice “poner en valor”, ¿cómo se traduce en la práctica?

-Trasladando esa intención a proyectos. Por ejemplo, en lo que se refiere a difusión exterior, el año pasado firmamos un convenio con el Instituto Etxepare y Euskadiko Soniuak que supone un paso importante para que el sector no vaya atomizado a ferias y certámenes. Ahora estamos analizando cómo y a dónde ir y cuál es la línea estratégica que, como sector, queremos seguir. La ventaja que tenemos es que representamos a más de 600 miembros del sector y sabemos lo que se quiere, lo que no, lo que se echa de menos, lo que está de sobra...

¿Pero no es intentar abarcar demasiado crear un punto de encuentro para personas y entidades que, aunque estemos hablando de música en un país relativamente pequeño, responden a géneros, intereses y actividades a veces muy diferentes entre sí?

-Eso ha estado presente desde el inicio. Sobre el papel, una idea de este tipo queda muy bien. Luego viene la práctica. Tenemos todo tipo de perfiles de todas las creaciones posibles dentro de la música. Sí nos ha costado un poco darnos cuenta de todo lo que abarcamos. Sabemos que no todos los proyectos van a ser igual de beneficiosos para todos los agentes. Sería muy tonto por nuestra parte pensar que vamos a satisfacer a todos. Es imposible. Pero sí apostamos por el equilibrio, por equiparar. Por ejemplo, otra de las iniciativas que tenemos es la bolsa de proyectos, que, con un presupuesto de 40.000 euros, está destinada a la formación y la sensibilización de públicos. Cualquier agente se puede presentar con un proyecto que nosotros vamos bien a patrocinar, bien a comprar en un contrato de co-titularidad.

¿Y esa fórmula?

-Porque nosotros también nos queremos involucrar. No somos una entidad subvencionadora de “toma, te doy 500 euros y me pones el logo en el cartel”. No. ¿Qué haces? ¿Qué hago yo? ¿Qué tenemos en común? ¿Cómo podemos trabajar juntos?. Si sólo nos fijamos en las diferencias, adiós.

No son iguales quienes componen el sector pero tampoco la situación en los territorios en los que actúa.

-Nuestro área de funcionamiento es el ámbito geográfico del euskera. Claro, eso luego hay que llevarlo del papel a la práctica y gestionarlo. Sabemos que en cada territorio hay ciertas tendencias marcadas o instauradas. Pero vuelvo a lo de antes, intentamos que en todo lo que hacemos exista esa equiparación que mencionaba. Todavía no hemos hecho un estudio sobre qué tipo de actividades se dan más en unos territorios con respecto a otros. Pero sí estamos obteniendo mucha información en estos dos años que nos está sirviendo de mucho. Sí que hicimos en 2015 un mapa de formación en Euskal Herria, que nos sirvió también para ver los solapamientos que se dan. Es algo que vemos en otras áreas, igual que la sobreprogramación, es decir, cómo se organizan tres conciertos en un mismo fin de semana para el mismo tipo de público. De todas formas, por encima de los territorios o de las diferencias de ocupación de cada uno, lo que nosotros buscamos es, ante todo, promover iniciativas que sean aglutinadoras, propuestas en las que todo el mundo se pueda sentir identificado. Para mí, el ejemplo básico de esta filosofía son los Musika Bulegoa Sariak.

¿En qué sentido?

-La necesidad y conveniencia de hacer o no unos premios es un debate que viene de años en Euskal Herria. Cuando nació la oficina pensamos que teníamos que abordar esta cuestión y dar un paso adelante. Queríamos que todo el mundo se sintiese partícipe así que lo primero fue escapar de las categorías y apostar por dar cuatro premios en los que lo único que se tiene en cuenta es la calidad del proyecto que se presenta. Hay un jurado profesional, con una trayectoria y una credibilidad sin ningún tipo de duda y es el que decide. De todas formas, aquí también tenemos campo que recorrer en el futuro para que estos galardones sean los de Euskal Herria. Nosotros, de momento, no representamos a toda Euskal Herria. Ahí necesitamos que las instituciones y, sobre todo, el sector lo quieran así.

¿Eso quiere decir que en Navarra e Iparralde no colaboran las instituciones al nivel del Gobierno Vasco pero tampoco el sector?

-No, me refiero a que es el sector con su participación, con su asistencia, con su implicación el que nos tiene que dar a entender que estos premios sí son los de Euskal Herria. En Navarra sí hemos tenido apoyo público, no para los premios pero sí para algún que otro programa.

Uno de los premiados en la primera edición de los galardones ha sido el director de orquesta vitoriano Juanjo Mena, que ha destinado la parte económica de la distinción a financiar la formación de un joven talento del piano como el gasteiztarra Garikoitz Ortiz de Villalba. Es un gesto y una denuncia al mismo tiempo sobre la formación aquí.

-Una reivindicación que comparto personalmente al 100%. Vemos lo mismo en Musikene. ¿Quién puede acceder? Y luego, ¿qué les pasa? Porque hay grados que reciben los alumnos que no siempre son compatibles con otro tipo de trabajos. Ahí hay muchas reflexiones que hacer porque tampoco es lógico que gente como Garikoitz, con esa potencialidad, se encuentren en un momento dado con que no pueden seguir adelante en su formación. Musika Bulegoa es consciente de esa realidad porque estamos en contacto con el sector.

Tal vez la única cosa buena que ha tenido la crisis para el sector de la cultura es que parte de la sociedad ha descubierto que los artistas también pagan a Hacienda, que un concierto da de comer al que está sobre el escenario pero también al técnico, al camarero... ¿Musika Bulegoa tiene que hacer un esfuerzo de cara al gran público para hacer visibles esas realidades?

-Es verdad que existe una gran falta de concienciación y sí creo que nosotros deberíamos ser escaparate de lo que supone toda la cadena de personas que hace posible la música.

Es un sector donde también hay mucho amateurismo, ya que es muy complicado ganarse la vida sólo con la música. ¿Cómo puede actuar ahí la oficina?

-No tiene una línea de acción porque tampoco la debe tener. Me explico, sí que se trabaja en ese sentido, por ejemplo, en Musikari, en la asociación de músicos de Euskal Herria. Musika Bulegoa tiene otra dirección más, si quieres, horizontal. No se trata de hacer oídos sordos, pero al final, nosotros representamos a cuatro asociaciones y ésta que mencionas es una problemática específica que no entra, por así decirlo, en nuestro negociado. Nosotros planteamos proyectos más plurales, transversales y sectoriales.

Hay un factor dentro de la evolución de la música dentro y fuera de Euskal Herria que lo ha cambiado todo en las últimas décadas y es el desarrollo tecnológico. ¿Tiene la oficina que trabajar para que el sector sepa aprovechar mejor estos recursos?

-Es una idea que no hemos puesto en práctica pero que tenemos en mente. Además, el peso tecnológico no sólo se refiere al hecho de consumir y disfrutar música, sino también a la creación. A mí, personalmente, me asusta un poco pensar que haya personas que están invirtiendo años de su vida en una profesión mientras otras, ahora, con un programa que tunea la voz o con cualquier otro elemento de este tipo pueden hacer y colgar un tema en un segundo. Me asusta porque, por un lado, me hace sentir muy mayor, y, por otro, porque para mí así se pierde buena parte de lo que es la música. Pero ya te digo, ésta es una cuestión personal. Me encantaba cuando iba a Frudisk y compraba por 1.800 pesetas, que era un dinero que llevaba tiempo ahorrando, el último disco de, no sé, los Immaculate Fools. Eso era una emoción. Evidentemente desde Musika Bulegoa vemos esta realidad tecnológica y de nuevos consumos pero no incidimos en ello porque no es nuestra labor. Lo que sí hacemos, por ejemplo, es lo que vamos a proponer el 20 de junio en Artium con una jornada destinada a la sensibilización y creación de nuevos públicos. No está dirigida sólo a jóvenes pero el foco principal está puesto en ellos a través de aportaciones de gente como las colonias Gazte Rock o Queremos Entrar, que es un movimiento para conseguir que los menores puedan acceder a los conciertos. Generar nuevos públicos es muy difícil, no digamos ya fidelizarlos.

¿Para el sector ésta es la gran asignatura de cara a los próximos años?

-Es, con la de la formación y la divulgación, una de las más importantes. En el campo de la generación de nuevos públicos es donde menos cosas hay hechas. Claro, estamos hablando de decirle a un joven que elija entre ir a un concierto o quedarse con un montón de pantallas para descargarse una canción tras otra. Pero también de esta saturación de conciertos, circuitos y festivales que venden, según dicen, experiencias. Es decir, no hay un proceso de: he escuchado algo de un grupo, he comprado el disco, lo he oído por completo y me he ido a su concierto. Ahora no, ahora son experiencias, ahora vas a un festival y todo tiene la misma importancia o más que quien está tocando y lo que está interpretando. Para mí, eso es des-generar públicos. Desde Musika Bulegoa sí trabajamos para generar públicos y una conciencia en torno a la música. Eso quiere decir que hay que mostrar todo lo que supone el sector, hacer ver que la cultura no es gratis, que vale un dinero.

Lo que pasa es que esto igual habría que empezar a hacérselo ver a muchos ayuntamientos.

-Ese es otro tema que en Musikari conocemos muy de cerca. Igual que nos pasa, por ejemplo, con la descarga gratuita. ¿Dónde está el valor del profesional? ¿Dónde está la conciencia sobre el trabajo del otro? Eso es algo que tenemos que cambiar.

Después de estos dos primeros años de construir toda la estructura, ¿cómo siente el camino de la oficina?

-Ésta es una de las apuestas más importantes a nivel sectorial que hay. Estamos viendo que las actividades que estamos haciendo son entendidas y utilizadas por el sector. Pero sabemos que la complejidad del proyecto es muy grande. Creo que todo el sector musical de Euskal Herria tiene que venir a conocer esta iniciativa. Luego, ya nos dirás qué te gusta, qué no, que nos puedes sugerir. Es verdad que a veces encuentras prejuicios y egos, pero tenemos que romper esas barreras. Y tenemos que hacer de la comunicación uno de nuestros pilares.