Chicago - El Premio Pritzker reconoció este año la arquitectura local y a la vez universal de los españoles Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, que han desarrollado la mayor parte de su trabajo en su localidad natal de Olot (Gerona) y en sus alrededores.
Aunque cuentan con proyectos en Francia, el localismo que caracteriza el trabajo de estos arquitectos no les ha impedido demostrar que se puede combinar con acierto los valores locales y la influencia internacional, resaltó el fallo del jurado. Su obra, caracterizada por su integración en el lugar de construcción y el uso de materiales como el acero y el plástico reciclados, ayuda a ver “de la forma más poética y bella posible” que una obra puede ser universal independientemente de dónde esté construida, según el presidente del jurado, el arquitecto británico Glenn Murcutt, Premio Pritzker 2002.
El anuncio fue realizado en Chicago (EEUU) por el presidente de esta institución, Tom Pritzker, que destacó el “compromiso inflexible” de los arquitectos con el lugar en el que trabajan, lo que da como resultado “espacios que están en relación con sus respectivos contextos”. Algo que se ve muy claro en el espectacular diseño para el restaurante Les Cols, en Olot, con un tejado realizado con tubos que se curvan debido a su peso, que se apoyan en dos muros de piedra volcánica en los extremos, mientras que los laterales están realizados con paneles de plexiglas que dejan ver el interior. El trabajo de Aranda (1961), Pigem (1962) y Vilalta (1960) “busca conexiones entre el exterior y el interior” en una “arquitectura emocional y experiencial”, que está “poderosamente conectada con el paisaje”, resalta el jurado. Una conexión que viene del conocimiento de la historia, la topografía, las costumbres y la cultura de la zona en la que construyen, además de por la observación de la luz, las sombras, los colores y las estaciones. Muchos elementos que tienen en cuenta a la hora de diseñar cada uno de sus proyectos, como la Bodega Bell-Lloc, en Palamós (Gerona). “Un edificio incrustado en el terreno, sobre la tierra que produce las uvas” para respetar la “fría oscuridad necesaria para el envejecimiento del vino” y en el que se ha utilizado acero reciclado que se fusiona con la tierra, mientras las aperturas entre los listones de acero permiten la entrada de “líneas de luz”. “Han demostrado que la unidad de un material puede proporcionar una fuerza increíble y una gran simplicidad a un edificio”, agregó Murcutt.
El jurado destacó la yuxtaposición de pasado y presente en algunas de las obras de los premiados, como la sede de su propio estudio, con la conservación de elementos arquitectónicos industriales en edificios rehabilitados y la creación de espacios funcionales mediante una fusión de tradición e innovación. Así como el concepto de comunidad, el compromiso de Aranda, Pigem y Vilalta con el lugar en el que viven, donde han realizado proyectos como una guardería o una biblioteca.