méxico - Con apenas una treintena de casas y unos 200 habitantes, el diminuto pueblo de La Joya, en el estado mexicano de San Luis Potosí, vive estos días en una contradicción; es rural, pobre y rezagado, pero aparece en centenares de medios de comunicación gracias a Rubí Ibarra y su fiesta de cumpleaños, que arrasó en las redes sociales por un vídeo en el que su padre invitaba “cordialmente” a todos aquellos que quisieran asistir a la fiesta. Con ilusión, pero visiblemente abrumada vivió la mexicana su multitudinaria fiesta de quinceañera, un evento celebrado en una comunidad remota por miles de personas convocadas a través de las redes sociales que dejó la trágica noticia de un hombre muerto en una carrera de caballos.

“Hoy por la tarde, en el juego de la chiva (competición ecuestre para aficionados), hubo un accidente y una persona perdió la vida, por no atender las indicaciones e ir tomado (bebido)”, dijo el tío de la joven, Pedro Ibarra, a los medios de comunicación en el lugar. No obstante, la fiesta siguió su curso y con una gran parte de los miles de asistentes al evento completamente ajenos al suceso.

Desde primera hora de la mañana, más de mil personas procedentes de los lugares más diversos, incluidos mexicanos residentes en Estados Unidos, hicieron una primera escala en la diminuta comunidad de La Joya, en el vecino municipio de Villa de Guadalupe, para asistir a la misa y comida ofrecidas por los padres. Por la tarde varios miles de personas dieron fe de la magnitud del fenómeno Rubí, que se hizo viral hace apenas un mes por un vídeo colgado por error en redes sociales en el que su padre invitaba “cordialmente” a asistir a la fiesta a todo el que quisiera y que logró 1,3 millones de confirmaciones.

“Agradecer a todos los que están ahí presentes por acompañarme”, dijo la adolescente desde uno de los dos escenarios montados para la ocasión, tras recibir un coche de regalo del alcalde de San Blas, en el occidental estado de Nayarit, que se hizo conocido por regalar billetes y alardear de que había robado, “pero poquito”.

“Estoy muy contento y muy alegre, acompañando la familia. Vamos dispuestos a echarle ganas, y a bailar”, aseguró Miguel Ángel Quirós, oriundo de esta remota zona, con la etiqueta más vista en la fiesta para el hombre: botas, tejanos, cinturón y, sobre todo y antes de nada, sombrero vaquero.

Jacqueline González, estudiante de ingeniería agrónoma de San Luis Potosí, llegó con una decena de amigos y una nevera portátil llena de alcohol. “Estamos acostumbradas a estas fiestas, somos de rancho. Hoy vamos a pasarla bien con Rubí y bailar”, relataron al tiempo de celebrar que este acontecimiento ponga a San Luis Potosí en el mapa.

En la fiesta corrieron ríos de cerveza y las paradas de comida instaladas en un descampado gigante de la hacienda Laguna hicieron su agosto, mientras la música, con varias bandas participantes, sonó a millones de decibelios. Este hecho, sumado a la expectación que suscitaba Rubí en cada uno de sus gestos, convirtió el evento en algo que muchos recordaran por mucho tiempo en la región.