Barcelona - El laureado Joan Fontcuberta, que el día 1 de diciembre estará en Vitoria para inaugurar el congreso Inmersiones, convierte una docena de fotografías “enfermas” en las protagonistas de su nuevo proyecto Trauma y las imágenes fantasmas, que expone desde hoy en la galería Àngels Barcelona, donde rinde un “homenaje nostálgico a lo que queda de la fotografía de antes”. El fotógrafo parte de la hipótesis de que las imágenes experimentan un metabolismo orgánico, por lo que nacen, crecen, se reproducen y mueren, quedando unos “vestigios” que anulan “la información que ellas mismas contenían”.
La docena de obras que muestra ahora en esta minimalista exposición proviene del Archivo Fotográfico de Barcelona, de placas que allí se almacenan de autores desconocidos, descatalogadas, que se usan para clases de restauración y que deberá devolver al terminar su propuesta. Sin embargo, el artista ha trabajado sobre ellas y propone una reflexión sobre “cómo determinadas imágenes por sí solas nos hacen entender la evolución de esta disciplina y su representación”, mostrando en su día, cuando fueron realizadas, un encuentro familiar, y ahora, deterioradas, sólo una suerte de manchas.
En este punto, pone como ejemplo que una de las imágenes que exhibe y que parece plasmar a un niño jugando con un caballo de cartón puede remitir a la estatua ecuestre del general Franco que se colocó hace unos días frente al Born Centre de Cultura i Memòria, mientras que otra de una niña de comunión parece una virgen de una iglesia como la del Rocío.
De hecho, quiere “provocar una estratificación de lecturas, que cada visitante vea cosas diferentes” en los cuadros que ha creado. A su juicio, cada persona “llegará a la galería con un bagaje diferente y tendrá evocaciones diferentes. Son obras abiertas que el espectador debe acabar con su propia interpretación”. En cambio, cree que en este momento “estamos asistiendo a la avalancha de la fotografía digital, que está provocando una auténtica metamorfosis en lo que era la fotografía antes”.
En la exposición, se ven “los residuos de la fotografía analógica, fotoquímica, imágenes enfermas, deterioradas, que sufren, en estado traumático, y por eso el título”. Imágenes “con algún tipo de trastorno, alguna patología que provoca que la información que habitualmente llevaban, ya fuera el retrato de un personaje, un paisaje o una arquitectura famosa, se vaya perdiendo debido a las alteraciones químicas o de otro tipo, ya sin referencias con la realidad, quedando sólo la propia sustancia fotográfica”.
Es por este motivo por lo que el fotógrafo muestra una “oda a lo que queda de materialidad en la fotografía química”, a la vez que incita al debate en torno a la autoría. A raíz de este proyecto, él mismo “ha hurgado” en su propio archivo y ha encontrado imágenes en muy mal estado. Cuando empezó en el oficio, a finales de los años 60, le dejaron dicho que “la foto en blanco y negro si es procesada correctamente tiene una vida de 200 a 250 años, pero se acorta si el procesado no es correcto”. La fotografía digital, en cambio, “nos ha dejado sin cuerpo, es alma pura”, proclamó. - Efe