Cuando el infierno dorado abrió sus puertas, para qué engañarse, eran muchos los que pensaban que la asociación cultural no llegaría muy lejos. Para empezar, porque son legión los que se empeñan en repetir de manera machacona ese mantra que dice que la capital alavesa no es un buen lugar para la música en directo, algo que a principios de siglo se fundamentaba en una ciudad sin espacios para conciertos que no fueran bares (y esta lista tampoco era muy larga). Estos 15 años han demostrado que, aunque con matices, la realidad es otra.
En segundo lugar, Helldorado no era una empresa privada, sino la reunión de un grupo de personas cansadas de tener que desplazarse a provincias cercanas para ver a los grupos que les gustaban, lo que llevaba a pensar a unos cuantos que, más tarde o más temprano, eso iba a resquebrajarse económica y organizativamente. Pero la agrupación, aún con sus cambios y sus inestabilidades monetarias, ahí sigue.
Asimismo, los gustos de estos aficionados se enfocaban al mundo del rock en su más amplio sentido, lo que hacía que muchos pensasen que aquello no tenía ningún futuro porque más de un experto consideraba al género y sus compañeros estilísticos una colección de muertos vivientes. En este caso, es evidente que hay futurólogos con poca visión.
Al mismo tiempo, se objetaba que el hecho de tener el escenario ubicado en un polígono industrial en una localidad tan dependiente de su centro urbano era una manera de suicidarse antes de nacer, máxime teniendo en cuenta que al mismo tiempo que en la calle Venta de la Estrella se ponía en marcha este proyecto, en la calle Coronación abría sus puertas la sala Azkena (de hecho, se inauguraron casi de manera paralela). Aún así, y aunque en ocasiones ha costado lo suyo, las distancias parece que hoy no son tales para las miles de personas que cada año acuden hasta Helldorado, que también ha conseguido contar con una parroquia fiel en zonas cercanas, incluso al otro lado del Bidasoa.
Ayer por la noche, hubo de nuevo concierto. Uno más que sumar a la celebración del 15 cumpleaños de un proyecto único. De hecho, desde que Sex Museum inauguró las tablas vitorianas el 26 de octubre de 2001, son más de 720 las actuaciones que han tenido lugar en estos tres lustros, citas en las que han tomado parte casi 1.500 grupos y solistas (a lo que habría que añadir un buen puñado de Dj) llegados de muy diferentes partes del mundo. Es imposible hacer una enumeración completa, pero cómo no mencionar a Dead Moon, Supersuckers, Tito & Tarantula, Mother Superior, The Quireboys, The Dictators, Roy Loney, The Young Fresh Fellows, Dick Dale, The Fleshtones, Electric Mary, Barrence Whitfield, The Last Vegas, Electric Six, Kadavar, The Beasts of Bourbon, Jim Jones Revue, Slim Jim Phantom, The Cynics... sin olvidar a la infinita lista de nombres estatales (desde Los Ilegales hasta Maika Makovski), vascos y alaveses. Imposible resumir momentos y conciertos únicos. Cómo olvidar la reunión de Hertzainak en el homenaje a Tito Aldama del Memorial Johnny Brusko. O la vuelta de The Allnighters. O el concierto grabado que puso la guinda a la trayectoria de Reverendo Parker. O...
Hip hop, reggae, ska, funk, soul, blues... no sólo de rock -más allá de que sea en su acepción más amplia- vive el infierno de Venta de la Estrella, aunque la asociación, a lo largo de estos últimos años, incluso ha montado sus colonias estivales Gazte Rock (en colaboración con el Instituto Foral de la Juventud), una iniciativa única en el Estado que más de uno ha intentado copiar después. Eso sí, el original sigue llamando a decenas de jóvenes que no se lo piensan. La cantera hay que cuidarla. Cabe recordar, de todas formas, que la asociación cultural ha promovido o acogido actos de todo tipo y condición, y no siempre relacionados con la música: representaciones teatrales, proyecciones, talleres de fotografía, presentaciones de libros...
Por supuesto, ha habido grupos y músicos que han tomado a Helldorado como el lugar indicado para grabar discos y DVD. Y el propio espacio ha sido generador y editor de contenidos, como el libro fotográfico SoundCheckin, un proyecto realizado por Jon Rodríguez Bilbao aprovechando las pruebas de sonido de las bandas y solistas, una idea que, por cierto, en breve va a tener una segunda parte.
Todo ello no tiene que ocultar que Helldorado ha intentado en ocasiones líneas de trabajo que no han funcionado, como cuando se propuso alimentar su programación entre semana y aquello no funcionó. O que la apuesta, en el plano económico, las ha pasado casi de todos los colores en este tiempo. Es más, es que sus responsables nunca han escondido esos momentos de inestabilidad. Pero siguiendo esa máxima de que lo que no te mata, te hace más fuerte, la asociación ha ido aprendiendo de sí misma. Hoy son socios más de 450 personas. Este número, por sí solo, ya habla a las claras del compromiso que la iniciativa y la sociedad tienen entre sí, máxime en estos tiempos de crisis general.
Cualquiera que, aún de manera puntual, cruce la puerta metálica que conduce al infierno se encuentra con un cartel en el que se recoge una frase atribuida a Frank Sinatra y que termina de la siguiente manera: “el rock and roll es la forma de expresión más brutal, fea, desesperada y viciosa que he tenido la desgracia de escuchar”. Quien no quiera, ya sabe. Uritiasolo puede quedar todo lo lejos que se quiera. Para el resto... 15 años no son nada. Aún hay más.