Vitoria - Desde su apertura, la galería ¶espazioa ha vivido y acogido propuestas de muy diversa índole, aunque hasta el momento no se había encontrado con una propuesta como la de Rubén Beca, una instalación que copa toda la atención y el espacio de la sala situada en la calle Costa Rica.
Como siempre hay una primera vez para todo, Human ink toma hoy ese papel protagonista, un llamamiento a la reflexión que se inaugurará a las 20.00 horas y que permanecerá en la autodenominada como galería de barrio hasta el próximo día 25. “La apuesta por la gente joven siempre está presente aquí, a lo que en este caso se suma lo singular del proyecto”, apuntó ayer José Cos, impulsor de la sala.
El creador reclama para sí el centro de la galería con una pieza suspendida en el aire por un sin fin de hilos de lana azul. Las diferentes partes de la creación se han realizado en la Escuela de Artes y Oficios, llevándose a cabo el ensamblaje final en la sala, un proceso costoso pero también gratificante. Además, el conjunto se completa con una miniatura de la propia pieza, una característica que Beca desarrolla también en otros proyectos, como su participación en el movimiento Posotivista.
A partir de ahí, el artista propone una reflexión sobre la situación de los refugiados en el Viejo Continente, personas a las que se les impide acceder a los países de Occidente bajo una y mil excusas, seres humanos que él ejemplifica en un lienzo blanco a través de un número. Frente a éste, se encuentra otro lienzo blanco con otra cifra, que hace referencia a los beneficios económicos que, en teoría, se genera entre Estados Unidos y Europa gracias a sus acuerdos de libre mercado. Ambas partes enfrentadas están unidas por una serie de varas de hierro que simulan las herramientas que utilizaban los nazis para marcar a los judíos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.
“Me interesa apelar a la gente, establecer una capacidad de pensamiento sobre una cuestión que nos afecta tan de cerca”, aunque parezca por momentos que la sociedad europea se haya vuelto ciega, salvo algún momento de agitación a tenor de alguna imagen muy llamativa en los medios de comunicación. Para ello, Beca invita a entrar y rodear la instalación, aunque recorrerla no es fácil por momentos. “Que cueste un poco ver la obra no me preocupa; que tengas que agacharte un poco no se puede comparar con lo que pasa un refugiado para intentar llegar aquí”, dijo con media sonrisa.
Con todo, y a pesar de la temática, el artista describió que no presenta en la galería vitoriana una instalación “radical” sino una pieza que desde la estética reclama al espectador. “La cuestión es que estamos ante un tema que no está solucionado y que no está en vías de solución, una cuestión sobre la que debemos seguir atentos”, también desde el ámbito de la creación artística, como es su caso. - DNA