México - Para el novelista catalán Ildelfonso Falcones, con más de nueve millones de libros vendidos, escribir bonito no es una obsesión porque su literatura tiene el fin de que el lector se divierta y si usa un lenguaje sencillo son altas las posibilidades de conseguirlo. “No pretendo la belleza en la sintaxis; yo intento hacer una novela para que la gente la pase bien leyendo y los impedimentos a través de la palabra me parecen excesivos”, asegura Falcones.
Tras de un arrollador éxito hace 10 años con la novela histórica La Catedral del mar, comprada por seis millones de personas, Falcones se convirtió en una celebridad, una especie de campeón olímpico al que cada vez que escribe le exigen retener el título, en este caso de ventas. “Después de La Catedral todas las novelas han sido miradas desde el punto de vista de la presión del éxito. Yo no pienso en eso, solo en hacer las cosas lo mejor posible y después lo que sí interesa es que la novela guste. Si eso pasa, tendrá buena acogida en el mercado”, cuenta. Una década después de convertirse en best seller, con otras dos obras históricas, La mano de Fátima (2009) y La reina descalza (2013), el sello editorial Grijalbo ha publicado Los Herederos de la Tierra, una continuación de la obra prima de Falcones, cuya primera edición cuenta de 400.000 ejemplares en español y 40.000 en catalán.
En la Barcelona de 1387, el niño de 12 años Hugo Llor pierde a su padre y gracias a Arnau Estanyol, uno de los hombres más queridos de la cuidad, es empleado en las atarazanas (establecimiento para construir o reparar embarcaciones), pero su sueño de hacer barcos se diluyen cuando la familia Puig, enemiga de Etanyol, lo impide. La vida de Hugo comienza entonces un duro peregrinar y de la mano de un judío de nombre Mahir se inicia en los secretos del mundo del vino. El mentor le enseña los secretos de los viñedos, le habla del uso de la orina podrida como abono o en la curación de plantas y le transmite la pasión por los viñedos.
Ildelfonso confiesa que para conocer la técnica de la orina y otras para dar mejor contexto a la novela consultó entre 150 y 200 libros antiguos. “Hay que estudiar mucho para proporcionar las costumbres al lector, para darle una visión de la época y del ambiente”, dice. El joven protagonista tiene puntos de contactos con el escritor; los dos perdieron a sus padres y profesan una pasión desenfrenada por el vino, que el personaje de ficción y el escritor consideran como “néctar de los dioses”.
Según Falcones, la clave para escribir una novela de 891 páginas es trabajar duro y por eso no se enreda con los cuentos de musas, a las cuales dice no tener el gusto de conocer. “No sé qué son (las musas); escribo, releo, compruebo si está bien; consulto con la editora y con mi mujer”, esa es la fórmula, relata y luego habla de su horario de ocho horas diarias.