No hay otra manera de cambiar nuestra sociedad, de avanzar, que agrupándonos. Reivindicar lo que es justo, necesario y conseguirlo -no sin esfuerzos- está en nuestras manos si funcionamos sumando cabezas y manos. Por ejemplo, la prueba de que la existencia del colectivo Mahaia (Mesa Sectorial de la Cultura de Álava que nació hace un año) era absolutamente necesaria acaba de producirse hace apenas unos días. Mahaia, una agrupación de carácter asambleario y abierto que reúne a más de trescientos agentes culturales de nuestro territorio, ha conseguido un gran éxito: que todos los grupos políticos representados en el Ayuntamiento de Gasteiz acuerden sin condiciones, en bloque, que los recursos económicos ingresados en las arcas municipales como compensación por el cambio de uso del proyecto malogrado de Krea que -recordemos- se iba a dedicar a la cultura y que ahora va a ser, parece ser, de uso privado, se inviertan totalmente en el abono y apoyo de nuestro tejido cultural y artístico.

Hablamos de trescientos mil euros. Si lo contrastamos con todo lo que se ha perdido en cultura por estos lares estos últimos años desde el inicio de la crisis económica, no parece un gran logro. Pero el mero hecho de que esto haya sucedido y de la manera en la que lo ha hecho es un acontecimiento que merece que el colectivo cultural y artístico de nuestra ciudad se abrace así mismo y se felicite sin reserva alguna por ello. La puerta se ha abierto. La herramienta colectiva ha funcionado. Los esfuerzos, han merecido la pena. La unión, como dice el dicho, hace la fuerza. No hablamos de una iniciativa institucional, no. Ni de un empuje de una persona en concreto. Sino del trabajo continuo de un colectivo que lleva años sufriendo en sus huesos las consecuencias de un culturicidio.

Queda mucho por hacer pues la cultura y el arte sufren, desde hace ya años, una posición extrema de alejamiento por parte de la gobernanza que está imponiéndonos una apática agenda social, política y mediática a todos los niveles. Es necesario un pacto por la cultura que implique a la sociedad, a las personas gestoras y a los profesionales y a las pocas empresas que se han podido sostener hasta ahora, en un germen de construcción de un sector ahora casi inexistente.

Pero no sólo ésta es una buena noticia para el sector de las artes y de la cultura, sino para toda la ciudadanía. Para nuestra ciudad. Para el conjunto de nuestra sociedad. Vivimos en un mundo en el que, sin darnos cuenta, se guía por patrones cimentados en el culto al dinero, a la riqueza económica, al consumo indiscriminado olvidando nuestra fortuna más importante: la cultural. Sólo ésta nos dota de recursos para generar una sociedad mejor y más libre. Es el mejor antídoto contra la ferocidad de ese capitalismo que forma parte ya de nuestra idiosincrasia y que nos está devorando a nosotros mismos. Queda mucho por hacer, o más bien por deshacer. El cambio será cultural o no habrá tal cambio.