cuentan los estudios del negocio televisivo que la producción de series roza la cifra de mil quinientos intentos de éxito y que, solamente, cuatrocientas alcanzan objetivo, reconocimiento y presencia en antena más allá de una temporada. Las cifras son aterradoras y muestran la parte negra del negocio, abundantes fracasos a la hora de producir con un aparente buen guion, pletórico elenco de actores sobre la base de una poderosa inversión millonaria destinada al fracaso.
Las series son producto televisivo que anima las parrillas y no hay cadena de tele que no tenga su buque insignia, su serie de referencia a la que dedica intenso apoyo promocional en pos de lograr un par de millones de televidentes, cifra mínima para considerar que la propuesta de la productora ha sido la acertada. La memoria del espectador está llena de series que han acertado, desde las míticas Verano azul, Médico de familia o Farmacia de guardia hasta Velvet o El ministerio del tiempo, actualmente en antena y con millonarios seguidores que aseguran la pervivencia en las parrillas de programación.
Hay cientos y cientos de series que no han pasado el corte de la aceptación del público y duermen en los almacenes de las cadenas el sueño de los fracasados, de los torpes, de los malditos mediáticos, que esperarán otra oportunidad, que no siempre llega.
La producción de series como pieza clave de la tele de entretenimiento tiene su origen en Estados Unidos, de donde las productoras españolas han copiado formatos, dinámicas y sentidos narrativos, así como la construcción de personajes aceptados por el gran público. Aquellas series y estas son piezas fundamentales para organizar la cesta de la oferta televisiva. Eso sí, exceso de oferta que produce habitualmente fracasos sin fin.