Vitoria - Iker Galartza no para. La televisión le ha convertido en una cara de sobra conocida por el gran público gracias a programas como Vaya semanita o series como Allí abajo. Aún así, tiene claro que el teatro siempre tiene que estar ahí, una escena que hoy vuelve a pisar junto a José Ramón Soroiz de la mano de Txalo Produkzioak. Ambos abrirán con Mitad y mitad la vigésimo tercera edición del Festival de Teatro de Humor de Araia, que se celebrará hasta el lunes.

Entre tanto trabajo en la televisión, ¿poder hacer teatro es casi como entrar en un oasis?

-Con José Ramón lo suelo hablar a veces: menos mal que tenemos esto para sentirnos actores (risas). No, en serio. En la televisión trabajo muy a gusto. Requiere de otras cosas y esfuerzos, porque la pequeña pantalla no es tan fácil como alguna gente se piensa. Pero sí es cierto que en el teatro sientes, por así decirlo, un poco más la profesión. Hoy hay quien sólo quiere salir en la televisión, aunque no se sepa cómo, ya sea en una serie o apareciendo en Gran Hermano. Nosotros, cuando éramos pequeños, lo que queríamos era hacer teatro. Y es a lo que juego con mis hijos, a hacer pequeñas obras en casa.

Lo de trabajar cuando el resto está de vacaciones...

-Soy de los que está de vacaciones en agosto pero parar del todo tampoco es bueno, no creas. Citas como las de Araia te ayudan a mantener la obra viva y a salir un poco también de casa recuperando sensaciones. Además, a Araia voy encantado. Es más, te contaré que de pequeño iba con mis padres a las piscinas de allí (risas).

Vienen con un montaje como ‘Mitad y mitad’ en el que el público se va a reír pero de cosas y situaciones bastante serias puesto que al fin y al cabo, sin destripar el espectáculo demasiado, pero estamos hablando de dos hermanos que quieren acabar con su madre.

-Sí, sí, es que tiene cosas... De hecho, hemos tenido funciones en las que después el público nos ha dicho: oye, me he reído, pero vamos, esto es como la vida misma. Hasta en las mejores familias ocurren situaciones extrañas.

¿Pero ellos sólo la quieren matar para repartirse su dinero o a sus dificultades económicas se suma que tampoco les cae muy bien?

-Es que la señora no ha sido una madre adorable que digamos (risas). Además, en realidad ella quería haber tenido hijas para que la cuidasen y resulta que sólo ha tenido varones, de los que desconfía porque piensa que quieren quedarse con su dinero. Así que los hermanos no han tenido una infancia alegre y el resto de su vida, bueno, no han tenido una relación normal.

¿No sé si sus padres o los de José Ramón han visto el espectáculo y les han llamado la atención?

-Bueno, y algún espectador que nos ha dicho: alguna idea ya me habéis dado (risas). En Turtzioz, durante una función, se levantó un señor de la butaca para marcharse mientras gritaba: “¡ése es igual que mi sobrino, que me quiere sangrar!”. El pobre no podía seguir viendo la obra y nos dejó alucinados.

Una pieza en la que la crisis es casi otro personaje más, una situación de ajuste permanente que la cultura está sufriendo todavía más si cabe.

-No sé cómo nos pueden apretar de tal manera. Al final, no nos queda otra que intentar trabajar, igual que hace el albañil, el médico o quien sea. Lo único que queremos hacer es lo que nos gusta. No digo que lo que hacemos nosotros sea más importante que lo que puede hacer mi hermana, por ejemplo, que es maestra. La sociedad necesita de todas las aportaciones, también de las que hace la cultura. Si no, vamos a tener una sociedad llena de ignorantes jugadores de PlayStation, con chavales que no quieren leer... y eso te lleva a vivir en una sociedad en la que dejas de soñar, de ilusionarte. Yo conozco a hijos de amigos que tienen ahora 16 y 17 años, y que quieren probar esta profesión. Y te da palo decirles lo complicadísimo que lo van a tener. Es que no le puedes decir a alguien que no va a cumplir sus sueños. Yo los estoy cumpliendo. Es una cuestión de pelear contra todo, tener suerte, ponerle mucho empeño... Hoy hay ocasiones en las que te da mucho coraje ver cómo estamos haciendo algunas producciones, sin casi invertir en decorados, vestuarios... pero estamos tirando hacia delante porque, y eso lo tengo muy claro, no nos va a parar nadie.

En su caso, lo cierto es que está en un momento profesional, como mínimo, muy interesante.

-Sí, un momento dulce. Termino una cosa y me sale otra, y tengo capacidad para programar, por así decirlo, mis teatros. De hecho, incluso aunque te vaya muy bien en la televisión o en el cine, nunca dejes de lado el teatro, siempre es bueno tenerlo presente.

Al teatro, de hecho, regresa hoy en un territorio donde no sé si todavía hoy le sigue llamando alguno ‘Pruden’, como aquel personaje alavés al que daba usted vida en la pequeña pantalla.

-¿Alguno? Muchos (Risas). Yo estuve estudiando en Vitoria Filología Vasca y me tiré esos tres años viviendo en Barria. Así que me conozco muy bien la zona. Y cuando salió el personaje de Pruden, he tenido años que me han invitado siempre al Día del Blusa, a San Prudencio... Ahí estuve yo con la txaranga en el Buesa el día que el Baskonia le ganó el último partido de la final al Barcelona. Es que nuestro trabajo nos da oportunidades que a veces no te llegas a creer. Pruden era un personaje muy cercano y muy querido. - DNA / Foto: Ainara García