Vitoria - Sólo quedan los últimos detalles y Javier Alkorta, Txortas, no para. Aún así, guarda hueco para hablar de la nueva cita del Festival de Teatro de Humor de Araia con el público, un certamen sobre el que, eso sí, reclama una reflexión de cara a futuro sobre todo con respecto a su apoyo público, un sustento que este año ha añadido nuevos recortes a los ya acumulados.
¿Para usted como organizador, una más o nunca es una edición más?
-Nunca se puede afrontar como una edición más. Es imposible abordar un trabajo de estas características desde un exceso de rutina que te lleve a pensar que sólo llega una más como vendrán otras hasta que te jubiles. No se puede afrontar así porque esto requiere de una capacidad de autosugestión, incluso si quieres de autoengaño, propio de la gente que es capaz de ilusionarse con lo que tiene entre manos y no hablo sólo de quien organiza festivales sino de cualquier persona que se dedique a cualquier labor. Si quieres hacer las cosas bien tiene que haber algo más que esa rutina como motor.
Es evidente al ver el programa que se han perdido actuaciones de mediodía para concentrar más la actividad en las tardes y las noches... pero es que hablar de la crisis se me hace hasta cansado.
-A mí me aburre y mucho. Y más que hablar de la crisis, me aburre hablar de los políticos y de toda esa dependencia que tenemos de que la voluntad del partido de turno esté por la labor o no, quiera apoyar o no, le parezca importante o no... y no digo ya el festival de Araia sino que hablo de tantas y tantas cosas. Llevo varios años diciendo que el certamen está en una situación de resistencia. Y me cuestiono a veces para qué. Aguantas un año porque piensas que cuando pase vamos a retomar una senda de intentar nutrir el proyecto, viendo que esa ilusión que tu pones es correspondida por lo económico. Al final, hagas lo que hagas, cuesta un dinero. Pero es que estamos así un año y otro, y otro, y otro y... Ya empieza a ser excesivo porque terminas pensando que la crisis es una mera excusa para no apostar por cosas como el festival y otras iniciativas que se están haciendo en esta ciudad, en este territorio y en este país, propuestas que en muchos casos saldrían adelante y muy bien si de verdad se apostase por ellas.
Lo que no sé es si la decisión del Gobierno Vasco de eliminar la convocatoria de ayudas a través de la cual el certamen también recibía una aportación ha terminado por ser la triste guinda del pastel.
-Lo del Gobierno Vasco, y esto es una opinión totalmente personal, es inexplicable. No sé cuál es la razón que lleva, de repente, a cargarse toda una partida de subvenciones. Sí sé que esas subvenciones se habían convertido un poco en el bebedero de proyectos muy diferentes, sin cuestionar si merecen esa aportación o no. Si tienes una partida fija de dinero de la que se están nutriendo una serie de propuestas y cada vez que llega una nueva, entra, y así de manera sucesiva, a alguien le tienes que quitar. Ellos saben que se tienen que establecer unos criterios, pero me sorprende mucho que se llegue al final de una legislatura, se den cuenta de ello y la reacción inmediata sea cargarse la convocatoria, porque en el presupuesto la partida está. La razón por la que, aunque la partida sigue, la convocatoria no sale, la tendrán que explicar ellos. Yo no la conozco.
Aún con todo se afronta una nueva edición del festival, que este año tiene un sabor a cercano interesante e importante, aunque el común de los ciudadanos suele tender a pensar que cuando se ofertan propuestas de aquí siempre habrá oportunidad de verlas en otra ocasión o que se cuenta con ellas porque son más baratas.
-Pues mira, en esos comentarios que parecen negativos, algo hay. Claro que existe ese pensamiento de que como son de aquí, ya los veré. Luego resulta que no vas nunca. Es como los museos, que nunca vas a los de tu ciudad, pero en cuanto te vas de vacaciones, te terminas metiendo en cualquiera. Si vas a Praga y te encuentras un museo de armería como el de Álava, seguro que entras. Y pagas, además. La especie humana es extraña. Lo local no tiene que ser entendido como inferior. Además, el festival tiene un público que viene más allá de que la programación sea de un estilo u otro. En lo económico, es evidente que no es lo mismo desplazar una compañía de calidad desde Sevilla que desde Hernani. Y sí es cierto que la programación tiene un carácter bastante comercial este año. Hay que buscar recursos. Pero no por ello creo que sea una mala programación. Ni mucho menos.
En ese contexto de cercanía geográfica, Paolo Nani es el elemento discordante.
-Sí, pero fíjate que Paolo viene con dos espectáculos para hacer cuatro funciones. Exprimiendo el dinero, creo que el festival ha hecho una muy buena operación con él. De todas formas, contar con él es algo que he intentado varias veces y cuando me han llegado momentos de tirar la toalla, ha sido su representante el que la ha vuelto a poner sobre la mesa. Y así hemos llegado aquí.
El día 16, cuando Araia ya haya terminado, ¿qué tiene que haber pasado para que esté satisfecho?
-Hasta que cierro el programa es una angustia terrible. No me genera lo mismo tener que alquilar equipos, contratar gente o gestionar la publicidad. Lo mismo que me mueve a seguir adelante en esas circunstancias para hacer una edición más, tengo que percibir que el público, en mayor o menor medida, también lo vive. Hay gente que va porque le interesa una función, porque es una rutina, porque no tiene nada mejor que hacer... pero sí percibo en gente de Araia que cuando se acercan las fechas y todavía no ha tenido noticias del festival, hay cierta inquietud y te pregunta qué pasa. Ahí te das cuenta de que para ciertas personas del pueblo, el certamen es importante. Si el 16 siento que la gente ha acudido una vez más y el nivel de satisfacción es el de otras ocasiones, me sentiré contento. Luego vendrá el desmontaje y me empezaré a cuestionar muchas cosas. ¿Merece la pena todo este montaje, el gasto? No tengo respuesta. A mí a veces me parece un despropósito. Entras en el polideportivo y te das cuenta de que tienes montado un teatro para cinco funciones. ¿Estamos locos?
En contraposición esa sensación de locura está la respuesta también de esa gente que desde Navarra, Gipuzkoa y Álava coge el coche y se acerca a Araia, ¿no?
-Pero es que para la gente de Araia también es importante que venga gente de fuera y que sean personas que reconozcan lo que pasa allí. A veces no te das ni cuenta de lo interesante que pasa en tu casa. El festival, como tantas otras cosas que pasan en Araia, contribuye a generar una especie de orgullo de pertenencia. A mí, no sé, qué quieres, se me llena la boca diciendo que soy de Araia. Supongo que a uno de Nanclares le pasará igual.
A Javier Alkorta espectador, ¿qué le gustaría ver de manera especial de la programación de este año?
-Uff... Quizá como espectador sería La carta de Paolo Nani. Técnicamente el trabajo de Paolo tiene cosas muy interesantes de ver. Su labor gestual es exquisita. Pero cualquiera del resto de trabajos que hay en el programa me parecen muy apetecibles. Y son muy distintos. Si alguien va a ver el trabajo de El Perro Azul, Globe story, y espera partirse de risa, pues igual se frustra. Es un espectáculo más de sentarte y dejar que se te coloque la sonrisa en la cara disfrutando. Aunque me parece un poco pretencioso, si en algo intento contribuir es en conseguir que la gente se enfrente a los espectáculos de una manera abierta, no con unos esquemas demasiado preconcebidos. El programa tiene cosas muy diferentes y cualquiera de los montajes merece una visita.
Lo que parece que no puede faltar nunca es un grupo que fusione música y comedia.
-De hecho, si reúnes a la gente del pueblo y echas la mirada atrás, seguro que se acuerdan de Ara Malikian, del Rock & Clown de Yllana, de Stradivarias... Algo tiene esa unión.
Antes y después de Araia está el circuito por el territorio. ¿Son como otros 17 pequeños festivales, sobre todo en el caso de Llodio?
-Hombre, en el caso de Laudio también tienes un Ayuntamiento más potente detrás, con gente con mayor capacidad de dar más cobertura a las compañías que llevas, con más recursos técnicos, humanos y económicos, y también más experiencia. En todo caso, en el circuito pasa lo mismo que en Araia. ¿Por qué se hace? ¿Qué interesa? ¿Qué significa que a un pueblo pequeño le llegue una actuación perdida en medio de agosto? ¿Es importante o es cubrir el expediente? Si bajas al terreno, si visitas esas localidades durante las representaciones, la percepción cambia. Es muy llamativo, por ejemplo, que en toda la zona de Maestu han cogido el hábito de contratar dos espectáculos cada año. Uno va a Maestu y el otro a una población que va cambiando cada edición. Y ves que la gente de la zona se mueve de un sitio a otro a ver las obras. Eso te da otra dimensión y dices: pues igual estamos haciendo algo que es interesante. Pero eso te lleva a otra reflexión: ¿por qué, si esto es interesante, seguimos haciendo lo mismo de hace siete u ocho años? ¿por qué no somos más ambiciosos? ¿por qué no intentamos dar el siguiente paso si aquí o allí vemos que el público es receptivo? Si merece la pena, hay que apostar.
¿La vigésimo cuarta edición la tiene ya en mente o primero hay que cerrar ésta?
-Vamos a cerrar ésta primero. Sinceramente, creo que es hora de que cambien cosas. Ahora mismo, con toda la carga de trabajo, cansancio y de estrés que llevo encima, lo que me sale de las tripas es decir que no vuelvo a hacer otro festival en estas condiciones. Si hay que sacar el festival adelante, que sea en otras condiciones y de otra manera. Y sobre todo, que tengas la sensación de que vas a alguna parte, de que no se trata de aguantar, de que no es cuestión de llenar un calendario con lo que puedes sin poder plantearte contratar determinadas cosas. A mí, hace ocho o diez años, sistemáticamente me llamaban tres o cuatro agencias catalanas, centradas en teatro de calle, que tienen mucha conexión con festivales europeos, sobre todo de Francia. Ahora ya no me llaman porque Txortas es el que si te contrata algo va a ser bajo mínimos. Soy consciente de que a veces he contratado compañías administrando miseria. Todos nos hemos visto abocados a eso pero es hora de cambiar.
Con una sonrisa...
-Sí, sí (risas), pero el día que lo deje, te lo contaré también con una sonrisa.