donostia - Tomás Murua, el escultor que convertía la madera y el bronce en expresiones abstractas de desnudos humanos o realistas figuras de oficios tan ligados a Euskal Herria como los arrantzales, los obreros o los baserritarras, murió en la mañana de ayer en su domicilio de Donostia a la edad de 87 años.

Natural de Zarautz, el artista ingresó a los 14 años en la Escuela de Artes y Oficios de su pueblo, donde estudió dibujo, talle y modelado bajo el magisterio de Luis Iriarte, Hilario Epelde y Joxe Alberdi. En 1970 se trasladó a vivir a Donostia, donde abrió su taller-estudio. Hasta 1976 trabajó solo la madera. Entonces, incorporó el bronce a sus creaciones, material en el que realizó sus populares figuras de oficios tan característicos del pueblo vasco como los arrantzales, los baserritarras o los siderúrgicos. También empleó en sus trabajos la escayola y el bajo relieve.

Murua decía que la escultura no puede gustar a todo el mundo. “Muchos creen que una escultura debe ser bonita y que ha de gustar a cualquiera que la vea. Y eso es imposible. En una manera de ver y entender la belleza, ésta no es solo la línea elegante, fina, suave... Belleza es también fuerza, dureza, vigor...”, aseguraba.

Según el crítico de arte Edorta Kortadi, Murua debe su maestría “en torno a la figura humana y a la artesanía a los artesanos-artistas como Luis Iriate y Joxe Alberdi”, con los que se formó en Zarautz. Y, por otro lado, “está el señuelo y la impronta del gran maestro Jorge Oteiza, de su hermano menor Agustín Ibarrola y de su pariente mayor Henry Moore”.

En su trayectoria, Murua fue merecedor de muchos premios, como el Premio de Escultura en la VI Anual Plástica de Gasteiz, y protagonizó exposiciones por toda Euskal Herria. También viajó fuera de las fronteras vascas, destacando su participación como artista invitado en la II Bienal de La Habana. - DNA