madrid - Ella nunca lo supo, pero Florence Foster Jenkins, una heredera de Pennsylvania (Estados Unidos) que vivió en Nueva York hasta su muerte en 1944, no provocaba la estupefacción del público por la extraordinaria calidad de sus interpretaciones de Mozart, Verdi o Strauss sino por ser “la peor cantante del mundo”. La ganadora de tres Oscar Meryl Streep, cuyas habilidades musicales son también conocidas, desafinará ahora al encarnar a la protagonista de esta historia de desinhibición y audacia en Florence Foster Jenkins, un filme del británico Stephen Frears (La Reina, Philomena) que aterrizará en la cartelera española el 23 de septiembre.
Buena parte de la responsabilidad de la ensoñación sobre su voz en la que vivía la soprano, nacida en 1868, fue de su “marido” y manager, St. Clair Bayfield, un aristocrático actor inglés decidido a proteger a Florence de la verdad, y al que en la película da vida Hugh Grant. La artista, para quien cantar “como un pájaro” era “lo máximo”, fue considerada “la peor intérprete del mundo” al mismo tiempo que se convirtió en un icono que logró vender más discos que muchos otros de sus talentosos contemporáneos. “El mundo oyó mi voz por primera vez en 1912, el año que se hundió el Titanic”, declaró la neoyorquina que, a partir de los años 20, conseguía que los miembros de la alta sociedad abarrotaran sus conciertos ante la enorme curiosidad que despertaba su figura.
Foster, cuya versión más “recordada” es la desafinadísima aria de la Reina de la Noche de La flauta mágica, de Mozart, contaba también entre su repertorio con obras de Verdi, Brahms o Strauss, además de la canción de tuna Clavelitos, de Joaquín Valverde, una de sus composiciones favoritas aunque nunca llegó a grabarla. Así, la de Pennsylvania, que pudo empezar su carrera musical gracias a la generosa herencia de su padre, se convirtió, sin ser muy consciente de ello, en la novedad “imprescindible” de cualquier fiesta.
Su último concierto, el momento cumbre de su carrera, fue en 1944 en el Carnegie Hall, un recital que colgó el cartel de “todo vendido” y que permanece como una de las más memorables noches de la historia de tan prestigiosa sala. “Aullidos de risa ahogaron los esfuerzos celestiales de madame Jenkins. Lo que alguna vez fueron sonrisas reprimidas en el Ritz -hotel en el que actuaba anualmente-, se transformaron en rugidos descarados en Carnegie”, escribió el semanario Newsweek sobre aquella actuación. Es precisamente la antesala de ese concierto, el “mayor desafío de ocultación de la verdad” al que tuvo que enfrentarse el marido de la “cantante”, el episodio que recoge el proyecto de Frears, en el que también participa Simon Helberg, Howard Wolowitz en The Big Bang Theory. En la cinta, todo se complica para el “marido” en su afán de mantener a Florence en una burbuja sobre la realidad de su chorro de voz cuando ella decide que ya está lista para dar el gran salto y cantar ante el gran público. - Efe