MADRID - La Audiencia Nacional sacó ayer a subasta la finca Can Poleta del exbanquero Mario Conde, situada en la localidad mallorquina de Pollença, con la finalidad de cubrir con su venta parte de la compensación a la que fue condenado por el caso Banesto.
La finca, en donde la familia de Conde pasaba los veranos, se había librado del embargo gracias a una estrategia que fue desvelada el pasado mes de abril por el juez Santiago Pedraz.
Según el auto que Pedraz envió a Conde a la cárcel, el exbanquero había comprado la propiedad a sus suegros de forma supuestamente ficticia. Después, la vendió a una sociedad en Luxemburgo y firmó un contrato de alquiler -por 18.000 euros cada semestre- para que él y sus allegados pudieran seguir viviendo en el lujoso inmueble. Los pagos terminaron con la muerte de su mujer, Lourdes Arroyo. Sin embargo, la sociedad no pidió en ningún momento el desahucio de los inquilinos, por lo que los jueces dedujeron que la sociedad estaba en manos de Mario Conde.
La muerte de su esposa, quien murió en el 2007 estuvo íntimamente relacionada con la finca mallorquina. En un pregón que dio Conde en las fiestas de Caimari (Mallorca) el exbanquero dijo que la isla había sido el lugar que su pareja había elegido para pasar sus últimos días: “Vino a despedirse. Yo diría que vino a quedarse aquí”, expresó sobre el deseo de su difunta mujer.
Lourdes fue quien, según él, le hizo enamorarse de Mallorca. A pesar de que ambos eran nativos de Galicia, la familia de ella veraneaba en la isla. El se dejó llevar por la tradición, “Mi mujer estaba de acuerdo yo soy muy obediente con los que mandan bien, así que la obedecí”. Esa orden hizo que en 1982, supuestamente comprara la propiedad que ahora se pone a la venta.
Can Poleta es una enorme masía conformada por varias fincas y regada con cientos de olivos. Tiene unas privilegiadas vistas a la sierra de Tramontana y está muy cerca del campo de golf del exclusivo club de Pollença. - DNA
Un fantasma inglés. Los Conde y su servicio no eran los únicos habitantes de la finca de Can Poleta. Según el propio Mario, en un pregón en Caimari, en la propiedad habitaba un fantasma inglés llamado Oliver, el cual asustaba a los encargados de la seguridad.
Guardés implicado. Entre los numerosos empleados, y familiares implicados en la trama de Conde, se encontraba Carlos Castaño, el guardés de Can Poleta.