La familia está reunida. Es cierto que para hoy se espera todavía a mucha más gente, pero los azkeneros (algunos empezaron a llegar el jueves por la tarde coincidiendo con el Osteguna Rock) tomaron posesión de Mendizabala ayer por la tarde. Resignados porque las previsiones meteorológicas venían avisando desde hacía tiempo de que la cosa se iba torcer (la entrada o no de paraguas generó más de una discusión), y con algunas ausencias de veteranos puesto que la competencia festivalera también tiene sus consecuencias, ellos y ellas empezaron a soplar con fuerza y energía las quince velas de la gran tarta de cumpleaños que en este 2016 sirve el Azkena Rock Festival. Y lo hicieron con un regalo inesperado, ya saben que en 2017 su encuentro anual en Vitoria será los días 23 y 24 de junio. Ojalá que con mejor tiempo.
Como hay costumbres que no cambian, lo primero -sin olvidar el goteo de gente al camping a pesar de la lluvia- fue inspeccionar un recinto muy cambiado, con carpas en distintos puntos, escenarios más grandes y una mejor disposición de barras y servicios. Eso sí, la pertinaz lluvia (alguno echó en falta la trainera) se empeñó en deslucir una primera tarde con sus luces y alguna sombra.
Los primeros sonidos los que pusieron los vizcaínos The Flying Scarecrow desde el escenario principal (dedicado a Lemmy). El quinteto ofreció una breve pero contundente ración de metal, luchando de paso con el público, un tanto reacio en su mayoría a abandonar el refugio de las carpas. Tras ellos llegaron dos intensas propuestas, la del guitarrista Jared James Nichols (en las tablas Scott Weiland) y la de unos The London Souls que pidieron a gritos desde el púlpito de David Bowie una gira urgente y larga por salas pequeñas y medianas del Estado.
Con los tres escenarios ya abiertos y teniendo que elegir puesto que en algunas actuaciones los solapes eran inevitables (un rato aquí, otro rato allá...), Daniel Romano se quedó a medias. La tarde, y el cielo, estaban pidiendo otra cosa y pareció que tanto él como sus tres compañeros de cita no estaban por la labor. Así que pronto hubo que irse a ver el resto del concierto que Julián Maeso no pudo completar en la Virgen Blanca por la lluvia (The Sex Organs se trasladaron a la noche).
Lo que sí requería la jornada inaugural fue lo que le dieron unos inconmensurables Vintage Trouble. Impresionantes los de Ty Taylor, que se lanzó al público a pesar de lo que caía, bailó, cantó, gritó... un showman en estado puro. Con Los Brazos en el tercer escenario, apareció Lucinda Williams, que como era de esperar no conectó con algunos pero que al resto los dejó de vuelta y media. Clase, saber hacer y calidad le sobran y así lo demostró. Tras ella, en la coincidencia de Jean Beauvoir y de Blackberry Smoke, el primero salió perdiendo. Ver a los de Atlanta estaba señalado en rojo desde que se anunció su visita y cumplieron de sobra con las expectativas.
Ya pasadas las once de la noche, la primera jornada del ARF entró en su recta final de la mano de The Hellacopters -la última y gran incorporación al cartel tras la cancelación por accidente de Primal Scream-, Luke Winslow-King, Danzig y la película-concierto Gutterdämmerung. Aunque eso sucedió cuando este periódico iba camino de hacerse papel, así que tiempo habrá mañana de contarlo con calma.