Leíamos el otro día en la prensa virtual una jugosa entrevista a la poliédrica Mery Cuesta (Bilbao, 1974): comisaria, cantante, historietista, crítica de arte? Hiperactiva agente cultural que, de entre otras múltiples faenas, se encarga de comisariar las agendas mensuales de Artium.
Mery acaba de publicar con la productora artística vasca Consonni un trabajo heterogéneo sobre las transformaciones que la cultura está sufriendo -o quizá gozando- con la actual hegemonía de Internet como espacio en el que se apiñan todo tipo de expresiones culturales. Un trabajo, resumiendo, en el que conviven el cómic con la crítica artística. Su título deja claro esa curiosa melé: La rue del percebe de la cultura y la niebla de la cultura digital.
Mery Cuesta nos habla de las generaciones cuya cuna es Internet: “no asumen el consumo cultural como lo hacíamos nosotros antes. (?) Hay una cierta confusión a la hora de categorizar la cultura que se expresa en lo que defino como el paradigma del cambio continuo, cuando no sabemos muchas veces si algo es bueno o es malo, como por ejemplo, el whatsapp, una herramienta que me sirve para conectar con gente a la que no veo y vive a miles de kilómetros y, por otro, me provoca un dolor de cervicales horroroso y voy en el metro como un hámster y no me entero de lo que pasa alrededor. Nuestra generación y las anteriores tendemos a la valoración moral, algo que las siguientes generaciones no estilan. Ese no ver bien lo que está ocurriendo alrededor, esa tibieza, esa sensación confusa es la niebla que metafóricamente define a la cultural digital.”
En ese caldo digital que es Internet, prosigue, el arte contemporáneo se nos presenta como una subcultura más. Y sí, de la misma forma que los frikis de la tecnología, los activistas medioambientales, políticos o los diversos personajes que trabajan en la creación actual, no dejan de ser una tribu más. Las categorías antes existentes entre “alta cultura” y cultura popular, se difuminan. Todo se nos muestra bajo el mismo rasero. Sólo las personas que han conocido las categorías, las jerarquías anteriores a la explosión digital siguen, desorientados, intentando poner orden en el caos. Las referencias, ya no existen. Antes alguien era notorio por haber creado una obra singular que marcaba un hito. Ahora, todo es neblineo. Lo más difundido en las redes virtuales se considera como exitoso. Y, al poco, deja paso a otro acontecimiento que lo sustituye. Los ya dinosaurios que se han educado en un mundo pre-digital, pueden vivir este status quo con angustia. Cuestión ésta que no afecta a las generaciones actuales que surfean entre olas que aparecen y después se esfuman en ese universo descategorizado.
¿La solución a esta situación? Mery plantea la introversión personal: “?hay que desconectar; hay que parar, hacer un ejercicio de introspección. En una sociedad en la que todo el mundo cuenta continuamente su vida, vamos a probar lo contrario, la introspección, a ser un poco antisistema”.