Cannes - Marion Cotillard no fue suficiente para levantar la película Mal de pierres, dirigida por la francesa Nicole García, que no encuentra el tono para contar una historia de amor, de locura y aislamiento que participó en la competición oficial de Cannes y que provocó división de opiniones. La actriz desplegó su encanto en Cannes para defender una película anodina, cuyo mayor interés es verla a ella y a sus compañeros de reparto, Louis Garrell y el español Alex Brendemühl.

Una película de amor, de engaños y de soledad, la de Gabrielle, el personaje que interpreta Cotillard, que se sintió atraída por la pasión y el orgullo de una mujer encerrada en un lugar en el que no respetan su deseo y su pasión y cómo eso podía llevarla a una cierta forma de locura. Adaptación de un libro de la italiana Milena Agus, Mal de Pierres se desarrolla en la Provenza francesa en los años cincuenta y se centra en la vida de Gabrielle una joven que se obsesiona con amores no correspondidos y cuya extraña personalidad choca con la sociedad cerrada de la época.

“Ella no reniega de lo que es, pero los demás no la acompañan en sus aspiraciones de grandeza, de amor, de una vida un poco salvaje frente a la existencia que le quieren hacer llevar”, explicó Cotillard. A la actriz le interesaba mucho un personaje que no quiere que nadie se meta en su vida, pero que no tiene la libertad de vivirla como quiere y hasta qué punto ese encierro, esas limitaciones, pueden hacerla caer enferma.

Una película que dudó mucho en hacer, no porque no le interesara el papel, sino porque cuando se lo ofrecieron acaba de terminar una serie de filmes muy intensos y necesitaba tomarse un tiempo libre.

“Dije que no podría rodar antes de un año, pero al final fue más porque necesitaba tiempo para mí y Nicole quiso esperarme”, resaltó la actriz.

The nice guys The nice guys, proyectada fuera de competición en el Festival de Cannes, resucita el espíritu de las “buddy movies” que hicieron furor en los ochenta y los noventa del siglo pasado, aunque le da un giro de tuerca que hace a sus protagonistas más antihéroes que nunca. Desde el primer segundo de su metraje, la cinta zambulle al espectador, a través de música funk y unos títulos de crédito retro, en el vibrante Los Ángeles de finales de los setenta, donde Jackson Healey (Crowe, muy en su papel de tipo duro) se gana la vida pegando palizas por encargo.

En una de esas misiones se cruzará con el torpe Holland March (Gosling), quien se dedica a esquilmar a sus clientes como detective privado sin escrúpulos que se dedica a buscar a desaparecidos. Ambos deberán encontrar a la joven Amelia (Margaret Qualley), amenazada por su turbia participación en una película porno y por su madre, encarnada por Kim Basinger en otro claro guiño ochentero. Para ello contarán con la ayuda de la hija de March (Angourie Rice), quien aporta ciertas dosis de perspicacia y sentido común a los obtusos detectives.

Aunque la pareja protagonista no destila tanta química como los Riggs y Murtaugh creados por Mel Gibson y Danny Glover, no resulta descabellado augurar que la cinta tendrá un gran recorrido por taquilla, y cuenta con la virtud añadida de descubrir la potente vis cómica de Gosling. La historia, además, se desarrolla sobre el trasfondo del calentamiento global y de la contaminación producida por los grandes gigantes de la automoción en Estados Unidos, que son defendidos a capa y espada por los poderes fácticos.- Efe